Confían tan poco en sus ideales y en su líder y le temen tanto al miedo que despierta su nombre, que encuentran necesario poner zancadillas, difamar, recurrir a trampas para destruir contrarios y llevarse la victoria. Y como se saben intocables, protegidos por un grueso teflón que todo lo rebota, nunca se cansan de jugar sucio, de bucear por las alcantarillas.
En eso son lo opuesto a Rodolfo Hernández, que protagoniza una campaña audaz, pero sin ninguna malicia, en ocasiones pecando de novato. Como cuando resta importancia a los testigos electorales, que casi no tiene. Desconoce lo que pueden arañar, cuando se cierren las urnas, algunas gentes del Pacto Histórico que saben de torcidos y piensan que todo es legítimo para llegar a la presidencia.
Ahora Petro y su entorno creen que pueden sacudirse el escándalo de las relevaciones de SEMANA recurriendo a la combinación de formas de lucha. Unos atacan a la revista y amenazan con acciones judiciales ante la CIDH; otros, como Quintero y su esposa, recurren a una de sus fábulas favoritas: Uribe anda detrás de un espionaje que solo existe en su cabeza. Entretanto, el jefe supremo, haciendo alarde de un cinismo insultante, alardea de transparencia y pide que dejen al descubierto todos los encuentros de cloaca que organizaron.
En la reunión en la que Roy lleva la voz cantante, no sé qué me impresionó más, si la trama perversa que planeaban o el tono serio y el semblante circunspecto de los conspiradores. Proyectaban la imagen de una cumbre de estadistas analizando un asunto de importancia nacional. Todos escuchaban al oráculo en silencio, nadie parecía inquietarse por sus propuestas nauseabundas ni expresaron reproche alguno. Gustavo Petro seguía con atención la prédica de su hombre de confianza, cargada de infectas bajezas, y fue evidente que lo aprobaba porque puso en práctica tanto sus enseñanzas como los consejos posteriores del joven Guanumen, el otro asesor de sus entrañas.
Nada, por tanto, se hizo a espaldas del Rey Sol, no deberían cargar las culpas sobre los lacayos. Petro participó activamente en las campañas de acoso y derribo del adversario. Sugirieron presentar a Fico Gutiérrez como depravado, criminal y drogadicto sin pruebas, porque no consistía en revelar verdades inconfesables, sino enterrarlo en paladas de calumnias creadas por ellos.
“Hay que revisar el prontuario de Fico, de la gente que lo rodea, hay que empezar a proyectar cosas, dejen volar su imaginación, piensen en que hay que atacar a Fico”, sugería Guanumen, el joven aprendiz de Maquiavelo. Empleó la palabra “prontuario” porque los petristas más recalcitrantes consideran que todos sus contradictores son delincuentes.
Como era de esperar, Gustavo Petro cumplió su cometido con creces. Recuerden que cuando su equipo de seguridad inventó que La Cordillera lo quería asesinar en Pereira, Petro insinuó que Fico estaba detrás de la intentona. O el día que anunció, en plaza pública, que Duque daría un golpe de Estado suspendiendo la primera vuelta para no entregar el Gobierno. Después, sería el santista Prada el encargado de acusar a la campaña de Rodolfo Hernández de ser la fuente de tamaño infundio. Para entonces, la prensa mundial ya se había hecho eco de ambas mentiras como si fuesen verdades. Al poco tiempo, pasaron página.
Las amenazas inventadas lograron dos objetivos: por un lado, sembrar la idea entre algunos ciudadanos de que Fico era un asesino y Duque un golpista. Por otro, obligar a reforzarle su potente esquema de seguridad hasta los 40 escoltas y siete camionetas blindadas. Ese exceso, que cuesta al erario una salvajada, a él le confiere la importancia de jefe de Estado.
Asusta pensar el parecido con el trato que las dictaduras disfrazadas de democracia de Daniel Ortega y Nicolás Maduro brindaban a los opositores al principio. No digo que vayan a imponer un régimen idéntico en caso de proclamarse vencedores, pero es indudable que tienen muchos puntos en común y ya están cayendo en la tentación de aplicarlos. La primera línea, sin ir más lejos, suena a los violentos colectivos chavistas.
En lo referente a la estrategia para embadurnar a Sergio Fajardo, solo cabe anotar que si Alejandro Gaviria y los del Centro Esperanza que se unieron al Pacto Histórico tuviesen una gota de dignidad, saltarían del barco por solidaridad con su anterior candidato y para no untarse de la consigna “del todo vale”.
Como si no fuese suficiente tanta basura, el ELN, que ya ha manifestado su apoyo a Petro, salta a la palestra para declarar, 15 años después y preciso ahora, que nada tuvo que ver con el secuestro de Juliana, la hija de Rodolfo Hernández. La campaña de Petro está alcanzando tal grado de villanía que hasta les sirve una banda criminal para poner en entredicho a su enemigo.
NOTA: Una curiosidad: ¿dónde durmió la legión de guardaespaldas la noche en que el demagogo pernoctó en casa de un pescador? ¿Cuántas lanchas utilizaron para custodiarlo en su publicitado paseíto electorero por el río?