Con la cifra de decrecimiento del -0,3 por ciento y las declaraciones del presidente Petro, está claro que Colombia se enfrenta a una recesión. La misma que ya había anticipado la “iluminada” exministra de Minas y filósofa del “cambio”, Irene Vélez, cuando compartía su teoría del “decrecimiento”. Sí, otro de los efectos de esta improvisación y desgobierno que se hace llamar “potencia mundial de vida”, administrada con fanatismo, pero sin técnica ni conocimiento alguno en gerencia pública, es una recesión que arrasará con una parte de la clase media y del sector productivo.

Petro pasó toda su vida preparándose para ocupar el cargo de presidente de Colombia. Hoy, en ejercicio de sus funciones, ha demostrado, como muchas otras cosas en su gobierno, improvisación, terquedad y mucha ignorancia, en uno de los temas más importantes para todos los colombianos: la economía.

Seguro que en la “potencia mundial de vida” están de plácemes con la reducción del 46,5 por ciento en las utilidades de Ecopetrol. ¿Qué esperaban?, que, en medio de una de las crisis de seguridad más graves del país, aparecieran, de la nada, ¿millones de turistas ávidos de ser secuestrados o extorsionados por el ELN, el narcotráfico, la guerrilla de las ex-Farc, la delincuencia común, para reemplazar el 55 por ciento de las exportaciones del país?

Claro, al parecer ninguno de los áulicos del “cambio” está sorprendido por la noticia de la recesión. El mismo Petro ha repetido por años que el objetivo de llegar al poder era buscar el decrecimiento económico. De hecho, en una entrevista con Canal Capital, argumentaba que el problema de que la gente saliera de la pobreza era que se volvía de derecha. Cuando dijo lo que dijo, al mejor estilo guanumesco, los fanáticos salieron a defender la inteligencia de Petro y a decir que el decrecimiento de la economía era un concepto difícil de entender. Hoy esa ideología gobierna y la economía va sin rumbo, sin norte. Pero eso sí, más dependiente del Estado, del subsidio, del gasto público ineficiente, del Gobierno derrochón, lleno de cargos públicos sin sentido para enriquecer a los “progreamigos”.

En medio del caos: las empresas y la clase media, los sectores que Petro más odia.

La reforma tributaria de hace un año fue el primer paso para la recesión. Una economía agotada y desgastada, en proceso de recuperación de una pandemia de un año que afectó las cadenas logísticas globales, fue sometida por el “cambio” a una reforma tributaria agresiva y perjudicial para todos los colombianos. Aún no se conoce el impacto del impuesto del 10 por ciento sobre los alimentos satanizados por los “progres”, pero no cabe la menor duda de que podría generar, al menos, un punto de inflación, más aún cuando en los primeros meses de 2024 el impuesto llegue al 15 por ciento.

Nunca antes en la historia del país un presidente se había atrevido a subir el precio de la gasolina como lo ha hecho Petro. Y pronto le seguirán el diésel y los peajes. Encarecer el precio de la logística implica aumentos en los precios de los alimentos y de los bienes y servicios. ¿Quién paga este capricho petrista? Los pobres, la clase media y todos los colombianos que hacen mercado (eso sí, con menos de 10 millones de pesos mensuales).

Ahorcar a la clase media tiene un costo en términos de desarrollo y crecimiento. Mientras el “cambio” gasta a borbotones y abusa de los recursos del Estado, se perjudica el aparato productivo, se socava la posibilidad de crecimiento de la clase media, se aumenta la pobreza y se hace creer en la necesidad de más subsidios que mantienen un ciclo de estancamiento de la inversión y la innovación. ¿A qué clases de macroeconomía y teoría económica fue Petro?

Como si fuera poco, el “cambio” no tiene gerentes públicos. A estas alturas del año, al menos el 50 por ciento del presupuesto público no ha sido ni invertido ni gastado. Petro, en sus precarios conocimientos económicos, afirma, algo tarde, que hay que estimular la inversión pública, al tiempo que “gasta” en nóminas, ministerios nuevos, viajes, helicópteros, pago de favores, etcétera. ¿De inversión contracíclica en la potencia mundial de vida? Nada de nada.

Y como los agentes económicos no son pendejos, hay capitales que se están moviendo hacia el extranjero para protegerse de la inestabilidad de un Gobierno de extrema izquierda que navega sin norte, al capricho de un capitán que alucina en redes sociales, se desaparece por días y ejecuta más bien poquito.

Con la inflación en dos dígitos y el decrecimiento en el tercer trimestre del año, Petro salió con el peor de todos los disparates: romper la regla fiscal. El efecto inmediato fue el aumento del precio del dólar en casi 100 pesos.

Decían los intelectuales de izquierda que el castrochavismo era una invención de la extrema derecha ignorante. Pues bien, hay desabastecimiento de medicinas y es claro que crear la “crisis explícita” en el sistema de salud, abarcaba también hacerlo en la economía en general. Los genios del centro no salen de su horror al ver este nefasto Gobierno destruyéndolo todo. Petro, sin escrúpulos, va a acabar con el país mientras viaja alrededor del mundo posando de gran líder interplanetario y embaucando auditorios, mientras los niños en La Guajira no paran de morir por desnutrición. Es que a este Gobierno no le importan ni la salud, ni los alimentos saludables, ni el crecimiento de la economía. Lo que importa es la plata y el establecimiento del fracasado sistema venezolano. ¿O por qué creen que, en medio de semejante caos, Petro salió corriendo nuevamente a visitar al dictador Maduro?