El POT entregado al Concejo plantea una propuesta interesante con el fin de fomentar la mezcla de usos en la ciudad; necesaria para que Bogotá se adapte a los lineamientos de las ciudades con espacios públicos abiertos, seguros y accesibles para todos. Sin embargo, al revisar la propuesta se evidencia un intento por simplificar la norma que la materialice bajo tres áreas de actividad que son: área de actividad grandes servicios metropolitanos (usos que promueven el desarrollo económico), área de actividad de actividades estructurantes (mayor mezcla de usos) y área de actividad de proximidad (principal actividad residencial).

Sin duda, una buena intención en el papel, pero al aplicarse esa norma a detalle evidencia problemáticas por dejarla tan simplificada, generando conflictos en los suelos, especialmente en zonas residenciales consolidadas y que han sido manifestados por las comunidades que no quieren ver cómo su tejido social de décadas se vería afectado por estos planteamientos normativos que representan graves impactos en el largo plazo.

La preocupación aumenta con los denominados servicios especiales, que según el artículo 234 del POT, son lugares de expendio de bebidas alcohólicas, moteles o zonas para encuentros sexuales. Revisando, por ejemplo, el caso de la UPZ 114 Modelia, el corredor de la Av. Esperanza sería una zona potencial para implementar esta categoría, que no se evidenciaba en las acciones de mitigación. Entonces, la incompatibilidad con el uso residencial existente, así como permitir estos servicios especiales hasta a 100 metros cuadrados en la zona comercial de Modelia, fue muy polémica en la versión POT de 2019, y como ponente de este proyecto planteé la posibilidad de que esos usos no se permitieran en la zona.

Hoy, aunque entiendo la necesidad de que la ciudad cuente con una mezcla de usos que facilite el acceso a los bogotanos sin recorrer largas distancias, planteo que se requiere tener primeros pisos activos, aprovechando espacios deprimidos, que miren a la calle, mejoren los entornos, y de paso, la percepción de seguridad de las comunidades.

Es por eso que hago evidente la preocupación sobre este “POT de Afán”, como lo he llamado, frente a la mezcla de usos del suelo, que no puede ser genérica, porque no puede ser un cheque para que aquellos usos que tienen un alto impacto para la ciudad, que pueden generar fracturas al tejido social. Queda en evidencia que, aunque en el papel se busca simplificar la norma, este POT como en muchas otras temáticas desconoce el sentir de la ciudadanía y la realidad de los territorios.

En campaña, la alcaldesa se preocupó por el show con quienes hoy son muchos de sus concejales, hablando sobre la importancia de atender las preocupaciones de la ciudadanía; hoy, dos años después de electa, ella y su equipo buscan imponer una visión de ciudad para los próximos años que no deja del todo satisfechos a los bogotanos, y bajo el discurso de que es necesario un nuevo POT, buscan a la brava obligar que sea aprobado, y así no es.