Los expertos en liderazgo suelen identificar en las grandes personalidades del mundo un momento específico en el que se puede trazar el instante en que empieza la transformación de un personaje común, sin duda con muchos atributos, pero sin trascendencia, en un verdadero líder. Es precisamente esta metodología de observación la que soporta la hipótesis de que los líderes se hacen y no nacen.
Nancy Koehn, historiadora de la Escuela de Negocios de Harvard, describe el liderazgo como resultado del compromiso valiente de algunos individuos hacia un propósito más grande que ellos mismos y que tiene la capacidad de motivar a que otros se unan a una causa. En su libro Forjado en crisis, Koehn hace una revisión histórica de cinco casos de liderazgo que tienen en común la aparición de ese momento de transfiguración, representado en un reto personal, cuyo manejo se convierte en un ejemplo de pasión y perseverancia resultando en un cambio de la historia. Los personajes analizados son Ernest Shackleton, Abraham Lincoln, Frederick Douglass, Dietrich Bonhoeffer y Rachel Carson.
En el caso de Lincoln, su momento de cambio, dice el libro, se remonta a sus 32 años, cuando entró en una severa depresión. Fue tan profundo su desánimo, que sus amigos le confiscaron todos los objetos cortopunzantes a su alrededor por miedo de que se quitara la vida.
Observando a Lincoln y los demás protagonistas, el libro concluye que uno de los indicadores que mejor ayuda a pronosticar el verdadero liderazgo de un individuo está en su capacidad individual de encontrar significado en eventos negativos y aprender de las circunstancias más complejas.
Aterrizando el escrito a nuestro país, de cara a las elecciones y comprendiendo el reto histórico de los próximos comicios, que siguiendo los postulados de Gerardo Munck, profesor de Ciencia Política de la Universidad del Sur de California, se podrían definir como la batalla final del conflicto ideológico de la supervivencia del neoliberalismo en Colombia, es crucial preguntarse: ¿realmente tenemos un candidato que esté pensando más allá de sí?
La pregunta la hago principalmente por el exministro Alejandro Gaviria. El exministro es el candidato de moda y llega a la contienda electoral con el beneficio de inspirar a muchos jóvenes cansados de los extremos. Pero ¿qué lo inspira a él?, ¿entra a esta contienda empujado, arrastrado, rogado? O, por el contrario, ¿determinado?
Mucho se ha especulado sobre la manera en que tomó la decisión para subirse a este ingrato caballo de la presidencia. Ha trascendido que no ha sido una decisión fácil teniendo en cuenta su antecedente de salud, responsabilidades como rector de la Universidad de los Andes y aversión, con razón, a las bajezas de la política tradicional. Pero esa actitud dubitativa, que se interpreta como una tendencia a hacerse de rogar, podría quitarle puntos.
Méritos y formación le sobran. Ingeniero de la Universidad de Antioquia, máster de Economía de la Universidad de los Andes y doctor de Economía de la Universidad de California, lo convierten en uno de los colombianos mejor formados de su generación y, sin duda, uno de los candidatos con mejores pergaminos para llegar al Palacio de Nariño.
Gaviria también tiene a su favor estar muy cerca de los políticos sin ser un politiquero. Su paso por el Gobierno Santos como ministro de Salud y en el Gobierno Uribe como director de Planeación Nacional también lo convierten, tal vez sin querer, en un candidato extremadamente viable capaz de tender múltiples puentes en el mapa político nacional. Y, tal como lo ha venido contando Darcy Quinn en sus secretos de La FM, incluso ha sido capaz de aglutinar en su equipo de cercanos a varios pesos pesados del abanico político como Simón Gaviria, Germán Varón, Felipe Negret, Jorge Rey, Alejandro Carlos Chacón y hasta Angélica Lozano.
Es más, hilando más delgado, hay algunos que alcanzan a aventurar que el nombre de Gaviria es tan poderoso, que es uno de los pocos que podría sumar a los conservadores y, por qué no, indirectamente al Centro Democrático, incluyendo nombres como el de Juan Carlos Echeverry.
Innegablemente, los astros parecen estar unidos para que la candidatura de Gaviria sea una que finalmente le meta candela a este, hasta ahora, muy aburrido camino al nuevo Gobierno. Su confirmación puede por fin darle el banderazo a la pelea por el Palacio de Nariño desde el llamado centro, donde pareciera que Sergio Fajardo no termina de despegar. Pero la pregunta persiste. ¿Qué motiva al doctor Alejandro?, ¿lo empujaron o está totalmente convencido? Colombia necesita a alguien seguro, comprometido y motivado. El nuevo candidato tiene como tarea responder.