Quiero compartirles cómo, movido por el afán de comunicar en palabras sencillas nuestra relación íntima con la diversidad biológica, me encontré con un mensaje esperanzador: una oportunidad que no podemos dejar pasar.
Entre las muchas enseñanzas que nos deja la pandemia que estamos atravesando están los pasos que dimos hacia una conciencia colectiva sobre las consecuencias de una crisis mundial. Quedó claro que las predicciones de los científicos están bien fundamentadas y las soluciones basadas en la ciencia son un salvavidas, funcionan. Ahora tenemos que enfrentarnos decisivamente a la crisis por la que atraviesa la biodiversidad y el ambiente.
Y que quede claro que no son crisis separadas de una pandemia viral, pues la covid-19 fue el producto de un mal manejo de fauna silvestre.
Mantener la biodiversidad es la única manera de evitar que nuevas pandemias se presenten porque la diversidad biológica diluye las posibilidades del desborde de patógenos desde animales a humanos. Técnicas destructivas de los ecosistemas, como la deforestación, nos ponen en contacto con los animales y los vectores de enfermedades infecciosas. Un ambiente cambiante genera estrés, tanto en animales como en humanos, debilitando la inmunidad natural y aumentando las posibilidades de contagio. Nuevas pandemias pueden presentarse si no respetamos el orden natural de la biodiversidad.
Las acciones en contra de la biodiversidad están atentando contra nuestra existencia. El clima y la biodiversidad son interdependientes. Sus servicios ecosistémicos son a la única forma de amortiguar el cambio climático. Los beneficios que obtenemos de la biodiversidad incluyen la regulación del ciclo del agua, de los nutrientes de los suelos y los procesos que hacen a este planeta habitable.
Más allá de lo que pueda hacer la gobernanza nacional e internacional por la biodiversidad, necesitamos que todos entendamos que dependemos de la biodiversidad. Para enfrentar los nuevos desafíos ambientales cruciales para prosperar como sociedad, lo fundamental es no desligarnos de nuestro soporte vital.
Los humanos convivimos con cientos de especies de bacterias y tenemos tantas células bacterianas como propias en nuestro interior. Colectivamente estos microorganismos tienen al menos 200 veces más información genética que nuestro ADN y realizan más reacciones bioquímicas, dentro de nuestro cuerpo, que nuestras propias células. Este ecosistema que tenemos en nuestro interior esta asociado con decenas de enfermedades, muchas alteraciones neurológicas que van desde simples cambios en el estado de ánimo hasta la depresión y el Alzeimer, entre una creciente lista. Estos males se presentan cuando la diversidad microbiana en nuestro interior es baja o cuando nos separamos de una dieta balanceada rica en fibras vegetales. En nuestro consumo esta la clave del relacionamiento con la biodiversidad y por esto mismo el aporte de cada persona puede llegar a ser crucial en busca de una conciencia colectiva.
El libro ‘¿Por qué dependemos de la biodiversidad?` lo escribí como una invitación a cambiar nuestra actitud hacia la biodiversidad. Hacia falta un mensaje sencillo para entender muchos aspectos de nuestra relación con la biodiversidad. Ante todo, quise transmitir un mensaje simple. Lo escribí como contando historias, cada capítulo es una historia, evitando en lo posible lo técnico, pero dando las explicaciones del caso e incluyendo referencias–en su mayoría literatura científica reciente–para dar los créditos debidos a las fuentes primarias, apoyar datos y cifras, así como para ofrecer recursos adicionales. Esto permite que el lector que lo desee profundice en el conocimiento sobre la biodiversidad.
Otra motivación fue que la mayoría de los libros sobre el ambiente y la biodiversidad son escritos desde un enfoque terrestre. Siendo biólogo marino, verán un enfoque diferente donde el océano, así como el agua en todas sus dimensiones, son transversales en todas las historias. Verán una Colombia vista desde un enfoque diferente.
Los colombianos en general no nos sentimos orgullosos de los recursos propios del territorio. Esta es una contradicción en el segundo país más biodiverso del mundo, que además cuenta con más de 3000 km de costas en dos océanos. Siempre me pregunto cómo hay países, también colonizados desde occidente, cuyo gentilicio popular es el nombre aborigen de un animal endémico, como el kiwi, o el emblema de su mayor aerolínea es un canguro. Tenemos que cambiar nuestra actitud hacia el capital natural de un país enaltecido con tanta biodiversidad. Me atrevo a decir que un primer prerrequisito para desarrollar todo el potencial nacional es apropiarnos e identificarnos con la biodiversidad. Esto no solo desborda positivamente hacia la conservación de la biodiversidad, sino que son muchos los ejemplos donde esta retroalimentación positiva redunda en un desarrollo sostenible y, me atrevo a decir, en paz.
Las reservas y los parques naturales, enfocadas en conservar la biodiversidad en su estado natural, son la mejor póliza a largo plazo para la sostenibilidad. Muchas de las especies en los ecosistemas naturales, hoy sin un aparente uso, servirán en un futuro para la bioinspiración de nuevos fármacos y tecnologías. El desborde de los servicios ecosistémicos en las áreas protegidas hacen hoy posible que ciudades tan pobladas como Bogotá tengan una oferta ininterrumpida de agua potable.
También pensamos que, al tener cultivos industrializados, tenemos seguridad alimentaria. La realidad es muy diferente. Al concentrar la mayoría de nuestra alimentación en unas pocas especies nos ponemos en riesgo pues el cambio climático desajustará el paisaje agrícola. En el proceso de industrialización, los cultivos han perdido mucha de su diversidad genética, y no podrán adaptarse al cambios ambientales. Afortunadamente, la biodiversidad tiene un salvavidas para esto: existen especies silvestres muy cercanas a las de los cultivos. Estas especies, aparentemente inútiles, sirven como donantes de diversidad genética para los cultivos tradicionales.
Además, en países megadiversos como Colombia son muchas las especies promisorias para el desarrollo de nuevos cultivos, como frutas, granos o fibras. Sin ir más lejos, la hoja de coca ofrece enormes beneficios nutricionales y nutracéuticos que podrían cambiar el panorama fallido de erradicación forzosa de esta prometedora planta.
En resumen, la biodiversidad es la base de nuestro bienestar y será la clave para perpetuar la especie humana: es la oportunidad que no podemos dejar pasar. Proteger la biodiversidad también es sinónimo de resiliencia y adaptación ante el cambio climático, el mayor desafío actual de nuestra especie. Con este libro invito a que la respuesta a la pregunta ¿Por qué dependemos de la biodiversidad? se convierta en un mensaje de esperanza para el futuro que tenemos que construir entre todos.