Fue una infamia, una maniobra nauseabunda. El Gobierno español quedó a la altura de sus aliados mafiosos. Encargó a su embajador en Caracas el ignominioso oficio de ejercer de notario de una extorsión.
Difícil entender que la residencia diplomática abriera sus puertas a dos peligrosos forajidos, con orden de captura internacional, para llevar a cabo una maniobra delincuencial.
Los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, destacados capos del Clan de Miraflores, entraron como ilustres huéspedes a una casa que es territorio de España y vigila la Guardia Civil y los prestigiosos Geos (Grupo Especial de Operaciones). Tenían la misión de coaccionar al vencedor de las elecciones del 28 de julio para empujarlo a firmar una capitulación.
Lo lamentable es que el señor Pedro Santos, embajador de carrera, no tuvo reparos en interpretar el papel de esbirro de la tiranía. La fotografía que difundió el criminal presidente de la Asamblea chavista lo confirma.
Santos aparece de espaldas, parado y vestido de manera informal. A su lado, Delcy y Jorge parecen consultarle algo de una carpeta. Al fondo, inclinado sobre una mesa de comedor a la que no han retirado el mantel y donde reposan un par de esferos, se aprecia a un Edmundo González mirando unos papeles.
Más que la rendición formal de un presidente electo, que trituró en las urnas a la dictadura, la pareja de criminales quiso rebajar el perfil de su víctima, presentarle como un personaje intrascendente, y el embajador del mitómano Pedro Sánchez se prestó a la escenificación. Un observador ocasional lo vería como una simple reunión de vecinos para tratar cualquier tema, sin presiones ni formalismos.
Es innegable que los que luchamos desde distintas trincheras por una Venezuela libre habríamos querido que Edmundo González permaneciera en Caracas, al abrigo de los Países Bajos. Y que jamás acudiera a la delegación española, dispuesta a propinarle una puñalada trapera.
Hay cuatro factores que quizá olvidan en Colombia. 1) Pedro Sánchez gobierna gracias a los votos, entre otros, de un partido de ultraizquierda aliado del chavismo. Los necesita para conformar la mayoría parlamentaria que le permite seguir en la Moncloa. Ese partido, en el que milita Monedero –íntimo de Petro–, es partidario de fortalecer al Grupo de Puebla y, por consiguiente, sostener las tiranías de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Por eso Sánchez, un narcisista sin escrúpulos ni ideología, juega a varias bandas para ganar tiempo. La democracia solo la respeta si sirve a sus intereses.
2) El expresidente Rodríguez Zapatero, que tanto adoraba la izquierda colombiana, es un lobista dedicado a blanquear los crímenes de la dictadura de Nicolás Maduro. La oposición venezolana, empezando por María Corina Machado, lo desprecia por anteponer su beneficio personal a la libertad de Venezuela. Estuvo el 28 de julio como observador y era evidente que maniobraba en la sombra para ayudar a los sátrapas que lo alimentan. Una mano siniestra en la Operación España.
3) El 20 de enero de 2020, una muñeca de la mafia chavista, que tenía prohibido pisar suelo de la Unión Europea, aterrizó en el aeropuerto de Barajas, Madrid, a medianoche, en área reservada a vuelos privados. Delcy viajaba en un jet turco y su destino final era Estambul, a donde suelen llevar el oro que roban. Desembarcó varias maletas con cargamento desconocido. Pudo tratarse de oro o dólares, las autoridades españolas aún no revelan su investigación. Aunque en Barajas debieron arrestarla, así como revisar el equipaje, no lo hicieron. La razón era obvia: pese a la tardía hora, José Luis Ábalos, ministro entonces de Sánchez, la recibió y mantuvieron una reunión secreta. La criminal partió por la mañana tras pernoctar en el terminal aéreo.
4) El socialista español Raúl Morodo, exrepresentante diplomático en Caracas de Zapatero, está acusado de recibir coimas de 4 millones de dólares de PDVSA.
No sorprende, por tanto, que el embajador de los Países Bajos, que acogió a Edmundo González los primeros días en que tuvo que esconderse, le aconsejara no acudir a la residencia de su colega español. Debió temer la celada que preparaban dados los nexos del Gobierno Sánchez con la tiranía.
Pese al golpe inicial que supuso el exilio de González y su carta, lo cierto es que todo lo que rodea su salida evidencia que Venezuela es una despiadada dictadura. Y que la mayoría de la extrema izquierda y del socialismo europeo prefiere que Maduro siga en el poder, pisoteando la democracia. Todo con tal de que no triunfe María Corina Machado, política de derecha moderada, pero derecha.
Porque hay que ser muy rastrero, muy cínico, para seguir insistiendo en que Maduro presente las actas. Como si los presos políticos, la persecución a Machado, impedir que votaran millones de venezolanos y la mordaza a los medios, no fuesen suficientes argumentos para repudiar la tiranía y proclamar que, pese a todas las trampas, no pudo consumar el fraude electoral. El presidente es González.