Por décadas el planeta pareció gozar de estabilidad frente a lo nuclear. Al finalizar el período de la guerra fría, los Estados Unidos, como dominantes del ajedrez atómico, parecían haber logrado que el fantasma de aniquilación de la vida humana por la vía de una confrontación con estas armas desapareciera. Nuestro mayor temor eran accidentes como el recreado en el seriado “Chernobyl” de Netflix, o el derivado de un terremoto en Japón que produjo explosiones en la planta nuclear de Fukushima. Hasta allí no había mayores preocupaciones. Ahora sabemos que los vientos de la nuclearización han vuelto. Los años en que el Departamento de Estado de los Estados Unidos, abogaba por la desaparición del fantasma nuclear como marco para las relaciones entre esta nación y otras poderosas en el mundo se está disolviendo. Con el gobierno de Donald Trump, lo nuclear ha vuelto a aflorar y determina no sólo la relación con Corea del Norte sino de manera peligrosa con Irán y cada vez más con Rusia. El ajedrez nuclear se ha puesto de nuevo al orden del día. Estamos al borde de una discusión al respecto con China, como consecuencia lógica al deterioro de la relación económica que viven los dos gigantes. Alemania, Francia, China, Rusia tienen posturas diferenciadas de los Estados Unidos en lo que respecta a la crisis con Irán. Reino Unido, ahora bajo el liderazgo del nuevo Primer Ministro, Boris Johnson,(hijo dilecto del presidente estadounidense) podría terminar sellando además de la salida de la Unión Europea con el Brexit, un acuerdo con Estados Unidos para bloquear las exportaciones de petróleo por parte de Irán, y sumarse a las sanciones decididas por Estados Unidos sobre esta nación. Más leña al fuego. Jugadores adicionales en el escenario del poder nuclear son Pakistán, India e Israel, aunque como es conocido, el fundamento principal de los riesgos, reside en Estados Unidos y Rusia, quienes poseen el 90% de las cabezas nucleares de las que se tiene noticia. ¿Por qué ha de importarnos esta re-nuclearización de las relaciones de poder global en Colombia? Además por las obvias razones, que tienen que ver con el impacto que significa para la humanidad un eventual conflicto nuclear bien sea en Europa o en Asia, es importante porque se ha venido argumentando y planteando riesgos en relación con la situación de Venezuela. Podemos considerarlo una exageración y desde luego siempre estará presente en el escenario, la utilización de este asunto como estrategia política, se debe tener en cuenta que existen afirmaciones del año 2006 hechas por el exministro de defensa, Camilo Ospina, hablando sobre el desarrollo de plantas de enriquecimiento de Uranio en territorio de Venezuela con apoyo Iraní. Dichas declaraciones fueron recogidas en aquella época por quien hoy desempeña nada más y nada menos que el cargo de Alto Consejero de Seguridad Nacional, Rafael Guarín. Persisten rumores en líderes políticos y escenarios ligados al Centro Democrático que especulan sobre este asunto y más aún, en diciembre de 2018, Luis Almagro, Secretario General de la OEA, urgió formalmente al Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (OPANAL) a comprobar si Venezuela cumple con el tratado de Tlatelolco para la desnuclearización del continente y asegurarse de que la comunidad internacional no está "en presencia de armas nucleares". Estas declaraciones las realizó, luego de la presencia en Caracas de dos aviones Caza tipo Tu-160 de la aviación Rusa, que visitaron Venezuela en el marco de ejercicios militares conjuntos según acuerdos de cooperación existentes entre los dos países. Son desconocidos los desarrollos que tuvo esa solicitud pero todo indica que el objetivo era de ambientación política en la lucha de Almagro contra el gobierno de Nicolás Maduro. Esa instrumentación hace aún más peligrosa la declaración. Lo curioso es que el Secretario General desconoció que Venezuela había ratificado y depositado ante Naciones Unidas, el tratado de Prohibición de Armas Nucleares TPAN, en marzo de ese mismo año. ¿Enfrentaremos la apertura de un capitulo nuclear en la región derivado del conflicto que se desarrolla entre Colombia y Venezuela? ¿La actual política internacional de Colombia es responsable con el contexto geopolítico y el creciente involucramiento de grandes jugadores globales en el tema Venezuela? Estas preguntas debe hacérselas la ciudadanía, el Congreso de la República y debemos responderlas. Colombia debe ratificar el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, como hizo Venezuela en 2018. El Congreso en esta legislatura debe conseguir ese objetivo, de la misma manera que debe abundar en el desarrollo de una política de desarme humanitario que impida la utilización y proliferación de las armas mediante una carrera armamentista regional o binacional como mecanismo para preservar el poder político. El lobo asoma sus orejas de manera permanente en la región, los ciudadanos debemos tener conciencia de ello. Es una incorrección dejar estos asuntos sólo a los jugadores en el poder para quienes el interés principal es la preservación del mismo, al costo que sea. Insisto, dejar este tema sólo a los políticos, al gobierno y a los militares genera riesgos comprobados de manera fehaciente aquí, allá y acullá. Adenda: Aplausos a la decisión del Gobierno actual de otorgar ciudadanía a miles de niños y niñas de origen o de padres venezolanos. Eso es lo correcto. Compasión y humanidad han de ser el sello de nuestra sociedad. Adenda 2: Encoge el alma ver la historia de Colombia a 200 años, resumida en asesinatos diarios, odio visceral de unos contra otros, corrupción rampante, ineficacia del sistema judicial e incapacidad de construir un norte colectivo. Este tiempo perdido no tiene nada de Patria Boba, es el tiempo de la Patria envilecida por los crímenes y las incapacidades.