RCN, al decidir sacar a Luis Carlos Vélez como conductor de su programa de la mañana, no tomó una decisión libre. No fue un análisis sensato, comercial y estratégico de dónde están como emisora, qué resultados logró Vélez en sus siete años como director del noticiero y para dónde van al tomar una decisión de esta naturaleza. No, esa fue una decisión impuesta por el Gobierno, quién sabe con qué tipo de presiones, que ya había anunciado con la intervención de la SIC.

Luis Carlos Vélez tomó una emisora moribunda y la llevó a tener cerca de 900.000 oyentes luego de haberla recibido con 280.000. Más no se podía esperar y, la verdad, esa emisora había logrado salir de un hueco profundo, en el que por muchas razones se había mantenido después de la salida de ese gran periodista Juan Gossain. Por eso no hay otra razón distinta para esa medida que la presión del Gobierno, algo que ya antes había sucedido con esa misma cadena radial con el mismo resultado.

Vélez había hecho con la radio lo mismo que Vicky Dávila hizo con SEMANA, concentrar sus oyentes, como SEMANA lo hace con sus lectores, en un sector de la opinión pública que está acéfalo y sin voz: la centroderecha y la derecha. Ese éxito, que ya Fox en Estados Unidos había mostrado como un escenario posible y muy rentable, se estaba consolidando y creciendo en esta emisora, pues la competencia tenía copada, por su historia y la verdad, su buen manejo, el resto de la audiencia en otros sectores políticos de la sociedad. RCN era el disruptor de la radio y había encontrado su nicho de negocio y de audiencia.

Lo grave de esta decisión es que RCN le hace un gran favor a Gustavo Petro, pues les manda un mensaje clarito a todos los periodistas de Colombia y, en especial, a los dueños de los medios cuyos negocios dependen de decisiones del Gobierno: no tienen libertad para ejercer su trabajo, pues si se meten con el Gobierno su puesto está en riesgo. A todos los que trabajan en ese oficio y dependen de un salario de una empresa, el mensaje les queda claro, muy claro, cuidado al meterse con el Gobierno.

Qué daño le hace al país esta decisión. A poco menos de un año electoral, el Gobierno ejerce la presión, y el sector privado se doblega. Obviamente, esta medida de fuerzas debilita a todos los que pensamos que la base de la democracia es la libertad en todo sentido, con la de expresión incluida, obviamente, es el respeto a la institucionalidad y es la separación de poderes, no en vano llaman a la prensa el cuarto poder. ¿Se imaginan lo que piensa un congresista que recibe unas prebendas del Gobierno para votar una ley cuando ve una decisión como esta? Todos tenemos nuestro precio.

RCN les hizo un gran daño a la democracia y al país, no nos digamos mentiras. Hay también que tener en cuenta que esa decisión, con negocios como el azúcar, las gaseosas y tantos otros, defiende miles y miles de empleos, pero, al tener un medio que les da poder e influencia, ese costo debe estar incluido, pues nadie es tan ingenuo para no pensar que algo así va a suceder. Antes, cuando los medios dependían de la pauta no oficial, eran autosostenibles y no tenían otros negocios, esas presiones se aguantaban. Hoy ya no. En El Tiempo, con secuestro incluido, vivimos muchas presiones y nunca se cambió ni al personal, con excepción de Klim, quien era un columnista, ni la posición editorial. Eran otros tiempos.

Hoy todos los medios nacionales están en manos de grupos económicos, con excepción de Cambio. En Colombia ninguno ha logrado sobrevivir la transformación digital. La verdad, en el mundo son pocos los que lo han hecho y viven de suscripciones digitales. El New York Times, el Wall Street Journal, The Economist y el Financial Times son los más relevantes. El resto navegan aguas difíciles y complejas, sobreviven de pauta oficial, otro mecanismo de presión, se venden a fondos privados, como El País de España, o se pliegan a grandes inversionistas, como el Washington Post a Jeff Bezos, dueño de Amazon.

Eso sí, me quedé sin emisora para escuchar en la mañana. No pienso volver a escuchar a RCN en un acto de solidaridad con la libertad de expresión y la verdad. Me tocará, cuando voy en el carro, que es cuando escucho radio, ver si la HJCK vive o, si no, pasarme a Candela Estéreo, en la que por lo menos hay una mamadera de gallo que hace más vivible el día a día en un país que poco a poco se va a la mierda.

Mientras tanto, no puedo dejar de expresar mi solidaridad con Luis Carlos Vélez y su equipo, que debe estar devastado, con los periodistas de RCN, que deben estar igualmente sorprendidos, y con todos los periodistas de Colombia, a quienes hay que decirles que, a pesar de este traspié, su trabajo es fundamental en la preservación de la democracia. Duele, me duele mucho lo que le pasó esta semana a la democracia en Colombia.