En este momento es muy compleja la situación mundial bajo la amenaza rusa de oprimir el botón para desatar una guerra con armas nucleares, lo cual sería el apocalipsis, con unas consecuencias insospechadas. Esperemos que nos estemos enfrentando solo a una intimidación de quien busca refundar un imperio, avasallando la democracia, las libertades y la libre determinación de los pueblos.

Aunque ha habido una respuesta casi total de rechazo por parte de los gobiernos democráticos a estos actos de barbarie y donde las sanciones impuestas a Rusia, tanto por el tema de Crimea en 2014 como ahora por Ucrania, parece que están causando un verdadero daño a la economía y a la calidad de vida de los habitantes de ese régimen. Lo sucedido contra Ucrania es un nefasto precedente de impensables consecuencias, que sin lugar a duda afectarán la sana y pacífica convivencia de varias naciones.

Me pregunto cuál es el mensaje que han recibido los países con intenciones expansionistas, como es el caso de China y sus claras ambiciones territoriales, donde con la creación de islas artificiales para reclamar mayores territorios marítimos, el rápido y extremado desarrollo de sus capacidades navales con la construcción de portaaviones para poder ampliar a nivel global su presencia, así como el permanente mensaje de querer recuperar Taiwán, muestra que, además de la competencia por ocupar la posición de superpotencia, puede, en efecto, generar una desestabilización regional con impacto mundial.

Pero es posible que otros países también se sientan atraídos por el uso de la guerra como un sofisma de distracción a sus problemas internos, especialmente donde las dictaduras no respetan el sentimiento ni el sufrimiento de los ciudadanos, y no les importa llevar a la miseria sus economías y deteriorar aún más la calidad de vida de la población, además de la destrucción de la infraestructura vital del país y, lo que es peor, a la pérdida de miles de vidas humanas, cometiendo así crímenes de lesa humanidad que algún día la sociedad se los cobrará.

Es muy probable que la acción agresiva de Rusia le haya dado ideas a Maduro y me preocupa la actual carrera armamentista de nuestro vecino, porque algo debe estar tramando. Este fortalecimiento en armas, sistemas y equipos no es nada al azar. Esto le cuesta mucho dinero y seguro que la deuda externa se debe haber incrementado exponencialmente, así la gente no tenga para comer, como lo mencionan algunos medios de comunicación. Su acercamiento a Rusia, Irán y China, así como el control político de Cuba y su amistad con Ortega, lo deben hacer sentirse fortalecido para mantenerse en el gobierno.

Cuando se destina presupuesto para mantener una fuerza militar se hace una inversión, no un gasto, como lo quieren hacer ver quienes se oponen a que el país tenga los instrumentos para defender la vida de los colombianos. Las capacidades de las Fuerzas Militares deben ser tales que sirvan de disuasión a cualquier intención de agresión externa e interna. La disuasión debe ser creíble y el poder político tiene la responsabilidad de que en efecto el país cuente con los medios para impedir que se levante una mano agresiva contra nuestra soberanía.

Sin lugar a duda, la medicina preventiva es mejor que la medicina curativa. Lo mismo ocurre con el país. Si se cuenta con una verdadera disuasión, se evita tener que recuperar toda una nación de las cenizas que deja la guerra. Se debe entonces contar con un Ejército, una Armada y una Fuerza Aérea debidamente dotados, con equipos y sistemas modernos, personal entrenado, apoyo logístico y excelente moral y ética para disuadir cualquier intento de agresión contra nuestra nación.

El fortalecimiento de una fuerza militar no se logra de la noche a la mañana. Es responsabilidad política dotar al país con los medios adecuados para su defensa y no esperar a que nos ataquen para pensar en soluciones tardías.