Muchos anticipamos que la elección sería un sainete y la Procuraduría quedaría en manos de alguien manipulable. Pero la actuación de Petro ha superado las expectativas. Ha sido la tapa de la incoherencia, la desvergüenza y la falta de respeto a la ciudadanía.
En lugar de impulsar su prometido cambio, se mofó de sus compatriotas al elegir, saltándose el camino que él mismo había trazado, al eterno secretario general del Senado.
Le importó un soberano pimiento que 45 personas presentaran la exhaustiva documentación requerida para que Presidencia los tuviera en cuenta. Y menos le preocupó despreciar a la veintena que pasó el primer corte tras ser evaluados, “con un procedimiento transparente”, por la Secretaría Jurídica del Palacio y el Departamento Administrativo de la Función Pública.
Esos funcionarios gastaron tiempo y recursos públicos inútilmente, igual que ocurre con las avanzadas de seguridad del presidente cuando no asiste a los eventos programados. De ahí que tenga sustento la acción popular presentada por el abogado Saúl Onofre Villa, porque el despilfarro de horas de trabajo y gastos de funcionamiento no deja de ser una modalidad de corrupción.
Lo grotesco es que Petro usara esa demanda de un letrado que no tiene poder para insistir en su impostado delirio de persecución. “¿También me van a quitar mi derecho constitucional a ternar candidato a procurador de todas las personas que se inscribieron ante las cortes y mi despacho? ¿O se trata de un vargasllerismo que sufre de viudez del poder?”, escribió en su cuenta de X, como si hubiese respetado a los 45 inscritos en su despacho.
Y como si elegir al candidato que desechó la Corte Suprema no tuviese la doble intención de menospreciar a los magistrados y, al mismo tiempo, esperar mayor lealtad de quien logrará, gracias a la jugadita del Palacio de Nariño, la anhelada corona.
“Mi aspiración de coronar mi trayectoria de servicio como procurador general de la nación está marcada por un deseo sincero de servicio al país y de defensa de la democracia y del Estado social de derecho”, rezaba la carta que dirigió Gregorio Eljach a la Corte Suprema cuando pretendía que lo ternaran.
Con su elección, Gobierno y oposición esperan contar con otro encubridor de atracos al erario, incluidos los protagonizados por el círculo íntimo de Petro y sus huestes.
No sé si llegará al descaro de la fiscal general y su defensa a ultranza de la barbarie en los paros, entre otros favores. Pero Eljach tendrá que agradecer lo que supone, de cara al país y al exterior, tener el aval del líder de ultraizquierda que ha sido, además, un acerado crítico de la Procuraduría. Si sacara su Constituyente, seguro que la enterraría. Aunque no podemos descartar que después sea un Ordóñez, al que Petro votó en otro triple salto mortal.
También es una burla la justificación que esgrimen voceros petristas para el despropósito de ternarlo. Alegan que Petro se vio forzado a escoger a Eljach, puesto que cualquier otro aspirante saldría derrotado frente al dúo de Cambio Radical, Germán Varón o Luis Felipe Henao. Mejor dejarse arrancar otro jirón de su escuálida imagen, vinieron de decir, que permitir semejante regalo a Germán Vargas Lleras, la diana favorita de las invectivas presidenciales.
Es decir, Gustavo Petro y el Pacto Histórico, que se las siguen dando de impolutos pese a la compra de voluntades con los fondos de desastres, aceptan dar votos a cambio de un trato ventajoso. Esperan que el dedazo presidencial sirva para que Eljach mire para otro lado ante los sucesivos escándalos de corrupción del petrismo y, de paso, nombre algún que otro procurador de sus entrañas. No ignoran que dispone de más de 150 cargos de libre designación con salarios de unos 45 millones.
Lo cierto es que Varón y Henao tampoco garantizaban independencia ni transparencia. Henao es un politiquero de escasa o nula confianza, que ha demostrado ser fiel lacayo de quien lo nombre. Y Varón, que concita más respeto entre sus colegas, no podría gozar de credibilidad dada su larga trayectoria en Cambio Radical, así se haya distanciado de Vargas Lleras.
Resulta incomprensible que la Corte Suprema, que tiene a la cabeza a un magistrado independiente que sabe lo que es ganarse un cargo a pulso, descartara buenos profesionales del Derecho sin conexiones políticas, para preferir a quien fue 17 años congresista y senador.
Ni decir del Consejo de Estado, que de los 65 inscritos con total ingenuidad, designaron a Henao, alfil de Vargas Lleras y devoto escudero de Juan Manuel Santos.
En suma, los tres poderes del Estado desperdiciaron la ocasión de mandar una inequívoca señal de que existe voluntad de combatir la corrupción. Colombia es un país rico, con enorme potencial, sumido en el atraso, la violencia y la pobreza por ese cáncer letal. Si no lo erradican, poco cambiará.