Desde principios de agosto, cuando el dólar estuvo a centavos de tocar la barrera psicológica de los COP 4,000 la incertidumbre con respecto al futuro de la tasa de cambio está probablemente en sus máximos.
La tasa de cambio del peso colombiano es el resultado de su demanda y su oferta y de la solidez del dólar americano en los mercados internacionales a futuro. En el contexto de la economía global y teniendo en cuenta las políticas monetarias diferenciadas en cada país, no se trata solamente de ver qué tan sólido está el peso colombiano sino también qué tan fuerte está la moneda del Tío Sam contra las otras divisas de referencia.
El dólar americano, desde marzo de 2020, ha perdido valor frente a las divisas europeas. Un dólar pasó de valer 0.91 euros al inicio de la pandemia a valer 0.84 euros, una depreciación de más de 10%. En el mismo período, con un dólar se pasó de poder comprar 0.96 francos suizos a poder comprar solo 0.91, una depreciación del 6 %. Paralelamente el peso colombiano perdió un 7.2 % de su valor, lo cual es comparable a la pérdida de valor de las divisas europeas.
Sin embargo, independientemente del comportamiento en el pasado, la teoría indica que en una grandísima mayoría de los casos, en mercados líquidos como el de las divisas euro-dólar o franco- dólar, las tasas actuales reflejan las perspectivas de evolución futura de estas, siendo su valor el resultado de la opinión acordada colegiadamente por los jugadores en los mercados de capitales. Bajo este escenario, los futuros de euro de junio de 2026 estiman que el dólar americano tendrá un valor de 0.79 euros, depreciándose alrededor de 6 % contra el dólar en cinco años. Esta depreciación se debe a que los bonos del gobierno alemán (Bund) a diez años tienen hoy un retorno implícito negativo de 0.39 % anual mientras los bonos de Estados Unidos al mismo plazo tienen un retorno de 1.33 %.
Si aplicamos la misma lógica a la tasa de cambio del peso colombiano, donde el retorno de los bonos en pesos a diez años es alrededor del 6.12 % y tenemos en cuenta los precios de los futuros, la depreciación esperada del peso colombiano anual con respecto al dólar estará entre del 3 y 5 % anual, es decir que el mercado espera que se deprecie alrededor de 160 pesos por año frente al dólar de acuerdo con las expectativas actuales.
No obstante, las expectativas de la tasa de cambio evolucionan con el tiempo y por la tanto rara vez esta termina siendo la estimada por los mercados. En esto influencian mucho las noticias negativas y positivas sobre el futuro económico del país, que pueden desbalancear la oferta y la demanda de pesos colombianos, principalmente de inversionistas institucionales de gran escala como los bancos, las compañías de seguros y los fondos de capital, tanto locales como internacionales.
Las expectativas a las cuales le hacen seguimiento estos inversionistas están clasificadas en dos: el rendimiento esperado y el riesgo de invertir en pesos colombianos. En el aparte del rendimiento influye la evolución de las tasas de interés, tanto en Colombia como en Estados Unidos, porque en la medida de que esta aumente en uno de los dos países incrementará la demanda por su divisa haciéndola valorizar. En el aparte de riesgo están aquellos que impactan a los inversionistas como el crecimiento económico, los controles al flujo de divisas, las expectativas de incremento de impuestos, entre muchas otras.
Este último punto es el difícil de evaluar. Si en realidad al país le va mejor en estos apartes que las expectativas que tenía el mercado en un momento dado, el peso tiende a revaluarse, en caso contrario, se devalúa por encima de los 160 pesos anuales que estima el mercado.
La incertidumbre con respecto al riesgo pasa por varios frentes. Primero está el frente político, con unas elecciones del 2022, en las cuales hay candidatos que respetan más el funcionamiento del mercado y las reglas de juego de los proveedores de capital que otros. Si las probabilidades de que Gustavo Petro gane las elecciones se incrementan en la mente de los inversionistas, la moneda se irá devaluando, incrementando la inflación y golpeando la calidad de vida de los colombianos. Si por el contrario aumentan las probabilidades de ganar las elecciones de candidatos que ven con ojos positivos que el capital esté bien remunerado, la divisa no se devaluará a la velocidad estimada hoy y eventualmente se revaluará.
Otro factor de riesgo significativo para la tasa de cambio es el manejo de la pandemia. Como a los capitales los golpea más la falta de recuperación económica, una política que conlleve a aislamientos devaluará el peso por encima de lo estimado. En el difícil balance entre la salud y el crecimiento económico se paga de una u otra forma.
Por último, la tasa de cambio depende de las mejoras institucionales que emprenda el país. La ineficaz administración de justicia, los resultados mediocres de la educación en el contexto internacional y la falta de eficiencia de la contratación pública se convierten en una oportunidad significativa de mejorar las expectativas de los inversionistas.
Una tasa de cambio más baja para el pueblo colombiano significa calidad de vida, ya que su poder adquisitivo en dólares aumenta en una economía en que varios de los insumos están denominados en esa divisa. Ojalá el presidente y los congresistas que escojamos en las elecciones del año próximo lo reconozcan y trabajen en esa dirección.