Y, como si fuera poco la avalancha que se le viene a la vía emblemática de la capital, se planea un deprimido que conecte a la Séptima con la avenida de Chile. Y los deprimidos, sabemos cuándo empiezan pero no cuándo terminan porque el mapa de redes de servicios públicos de Bogotá es deficiente y lo es aún más en la 7ª. Con el agravante de que bajo la 72 pasa subterránea la quebrada La Vieja: justo ahí, el 10 de mayo de 1994, al excavar los cimientos del edificio Concasa, hubo un gran deslizamiento de tierra que le costó la vida a varias personas. No por capricho en los desechados estudios de metro, este se planeaba por la carrera 13 y a más de 20 metros bajo tierra para no tener, entre otras, problemas con las redes de servicios públicos. ¿Cuántos años durará infartado el corazón de Bogotá mientras se construye el deprimido? ¿A qué ciudad nos iremos a vivir mientras tanto? Nadie lo sabe, lo único cierto es que los hermosos eucaliptos de la avenida de Chile desaparecerán al igual que los pocos árboles que todavía subsisten sobre la Séptima. Quien lo creyera, el alcalde Enrique Peñalosa nos promete un mundo al revés: Transmilenio subterráneo y metro elevado.  Las obras exigen sacrificios, es cierto. Pero TM por la Séptima será un sacrificio demasiado costoso para resolver a medias el problema de la movilidad. Según Jaime Ortiz Mariño, experto en el tema, “La demanda actual del Corredor del Borde Oriental es cercana a 80.000 p/h/s. TM Caracas mueve 35.000, súmele 22.000 en la Séptima: CONGESTIÓN”. ¿Se justifica pagar 2,4 billones de pesos y endeudar al distrito por algo que no es la solución? Valga la aclaración, lo de 2,4 billones es una última cifra dada por el IDU, que la ha ido subiendo a medida que avanzan los estudios. Y según el ingeniero Jair Camargo, es todavía una cifra optimista: puede llegar a 4 billones. El diseño final, que entregará en noviembre la firma Ingetec, nos dirá la verdad. La dolorosa verdad: cuántas edificaciones serán demolidas, cuánto patrimonio arquitectónico se perderá, cuánto terreno le quitarán al Parque Nacional, cuántos carriles serán para los particulares y cuántos para uso exclusivo de los biarticulados. La magnitud real de la destrucción porque, sencillamente, a ojo de buen cubero, en la Séptima no cabe una troncal de TM. Hasta ahora, solo hemos visto diseños parciales en reuniones convocadas por IDU, para fungir la socialización del proyecto y en las que ha sido palpable el descontento de la gente. Por cierto, en una reunión que se realizó en la Universidad Javeriana, varios de sus asistentes intercambiaron direcciones y teléfonos, lo que dio lugar al surgimiento del Comité de defensa de la Séptima ( @NoTM7a ) del cual hago parte. La respuesta de la administración distrital ha sido estigmatizarnos como petristas en campaña presidencial que buscan apalancarse con la revocatoria del alcalde. Por si las dudas, allí hay personas de todas las tendencias políticas, hay quienes siempre han votado por Peñalosa. De todas maneras, al ver que el descontento sigue en aumento, se han visto en la necesidad de defender las bondades del proyecto. En unos plegables hablan de “revalorizar” la Séptima y en un render muestran la troncal funcionando sin estrecheces. Un eufemismo y una mentira. O dos mentiras juntas. Las viviendas y los locales comerciales de la Séptima se desvalorizarán, como se han desvalorizado en la Caracas (en la realidad, no en el estudio de una universidad norteamericana). Con estaciones más pequeñas por el espacio tan limitado, y a mayor distancia –habrá menos-, el hacinamiento será dantesco, los colados y los robos se multiplicarán. El render es ya la mala fe dibujada: está hecho sobre la 116, ¡en las únicas pocas cuadras donde la Séptima es amplia!  “Que el interés general prime sobre el interés particular”; “que los ricos monten en TransMilenio”. Cuando a Enrique Peñalosa le da por el populismo, no le sale bien. ¿En qué quedó la expropiación del Country Club? No en la prolongación de la carrera 15 sino en un parque para el estrato 6 que terminó costando –por indemnizaciones y demás- ¡180.000 millones! Que “los ricos” y ojalá mucha más gente se baje del carro particular y utilice el transporte público. Pero por convicción, persuadidos por un buen servicio, no reduciendo carriles a la brava. No estamos en Corea del Norte ni en Venezuela; tiene que haber un consenso sobre decisiones fundamentales e irreversibles para la ciudad,  más cuando proceden de un alcalde con bajísima aceptación. Sigan creyendo que en la Séptima viven “los ricos” que defienden su “interés particular” y morirán engañados: la Séptima es de todos los bogotanos y por ella también transita el transporte escolar y se mueve la economía de servicios. Les hago un flashforward breve: los pasajeros, apretujados en TM; los vehículos particulares, apretujados con taxis y motos, en dos carriles y en los sectores de sobrepaso, ¡en uno! La Séptima es una vía que todavía provoca caminar, ¿a quién le apetece caminar por la Caracas? Eso se perderá con TM y la ciclovía quedará herida de muerte. TM encajonado entre edificios aumentará la contaminación ambiental y auditiva. Otro flashforward: los biarticulados pasan y hacen retumbar las edificaciones y las agrietan. Por último, pero no menos importante es el tema del diésel. Aunque de manera tímida y sibilina, el IDU ha reconocido que TM por la Séptima no tendrá buses eléctricos sino los mismos buses diésel conocidos de autos. La Internacional Agency for Research of Cancer, división de la OMS especializada en cáncer, en junio de 2012 clasificó las emisiones de diésel como cancerígenas del grupo 1, “sin duda alguna, al mismo nivel que el asbesto y el gas mostaza”. Esto lo viene divulgando el doctor Gonzalo Díaz, que ha hecho mediciones de polución frente a la Fundación Santa Fe, con resultados preocupantes. (Es que TM ya funciona sobre la Séptima, lo que falta es la invasiva troncal). Pero al doctor Díaz le ha pasado lo de Casandra: está condenado a decir la verdad y a que no le crean. En Europa, la situación es distinta. Francia acordó erradicar el diésel antes del 2040 y hace tres semanas el tribunal contencioso de Sttugart lo prohibió ante una demanda. Aquí, siempre a la retaguardia, subidos en el TM (¿Tercer Mundo?), con un alcalde que nos condena a “100 años más de buses”.¿Qué hacer, entonces? Difícil responder con el antecedente de la administración de Petro que solo criticó TM y ni siquiera fue capaz de mejorar a favor de la ciudad los contratos con los operadores de TM, mucho menos de ejecutar una opción distinta para la Séptima.  Petro solo nos distrajo con un tranvía. Sí, ¿Qué hacer? En el inmediato plazo se puede pavimentar bien la Séptima, hacer respetar los carriles exclusivos, arreglar los andenes, mejorar las estaciones, incentivar el uso de los buses duales y de los Sitp, que tienen baja ocupación la mayor parte del día. ¿O acaso la propuesta del alcalde viene en combo, troncal de TM o nada? A largo plazo hay que recoger de la basura el estudio de 10 años de metro subterráneo –no, no era de Petro, era de Bogotá- y hacerlo realidad. Como Quito, como Yakarta, que tuvo TM y ahora optó por el metro.*Escritor y crítico literario