Unidad, del griego henótes, significa “la acción de tener los mismos pensamientos, sentimientos y propósitos”. En el pasado, esta palabra ha sido utilizada inapropiadamente por quienes, en pequeños grupos y bajo convenientes acuerdos, han falseado la expresión, llamando unidad a los acuerdos sectarios de la política. Pese a lo anterior, el país recibe con agrado la invitación y llamado a la unidad que en los pasados días extendió el exvicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras, a los sectores de oposición del gobierno actual, entendiendo de este llamado su conveniencia y oportunidad.
La comprensión del reto político y cultural que tenemos de presente parte de entender que, el catastrófico panorama que vive nuestro país es primordialmente una respuesta a la pésima gerencia que tenemos en el Palacio de Nariño, a la gobernanza revanchista y a la estrategia de segregación social y cultivo de odios que ha venido implementando el presidente de la República en sus 28 meses de gobierno. No obstante, las anteriores no resultan ser las únicas justificaciones de que Petro esté en el poder.
Los líderes de nuestro país deben ser conscientes de que, de una u otra manera, hay una responsabilidad que les concierne en esta debacle, atribuida precisamente a las divisiones y errores que desde los sectores ideológicos contrarios al presidente de la República se han presentado. Bajo esa perspectiva, Petro terminó convirtiéndose en un mal necesario, en un mal que nos permitió observar y vivir en carne propia cómo los desacuerdos y diferencias pueden dejar en manos de la insensatez los destinos de una nación. Lección aprendida.
Ahora, con miras a encarar el debate electoral del 2026, la fórmula que garantice un acierto y una victoria político-electoral no es otra que ir unidos en búsqueda de los consensos necesarios y útiles para darle a Colombia la posibilidad de salir de la fosa en que ha sido enterrada por este mal que nos aqueja, llamado petrismo.
Es entendible que la unidad no es un todo perfecto, de allí que sea necesario ponernos de acuerdo en los mecanismos que permitan avanzar en la consolidación de una candidatura única que represente los valores fundamentales de esta nación. Partir de unos principios inamovibles y una regla del juego que le ofrezcan tranquilidad a los aspirantes y marquen el derrotero procedimental para la escogencia del candidato/a, a saber, entre otros, respeto a la familia, a las instituciones judiciales, democráticas y administrativas, libertad económica y libre mercado, transparencia, diligencia, probidad y austeridad en el ejercicio público y, cero tolerancia frente a la corrupción. A lo anterior, sumarle unas definidas, transparentes y concertadas reglas de juego y una muy importante recomendación: abandonar la pesada carga del hedonismo, la suficiencia personal y el ego.
Resulta natural que en estos escenarios democráticos se presenten divergencias de pensamiento, por lo que se sugiere priorizar en las ideas. Al final, son estas últimas las que deben prevalecer y sobreponerse frente a las distintas visiones, criterios y/o desencuentros personales. La unidad no solo es el camino, es el único camino por el que a nuestra nación le corresponde hacerle frente a la iniquidad en la que —por cuenta del gobierno actual— nos encontramos sumidos.
Petro y su “combo” han demostrado con suficiencia la ineptitud e incluso su tendencia delictiva. Las revelaciones de Caracol investiga, acerca de las pruebas de sobornos del Ejecutivo al Congreso para la aprobación de sus proyectos, revelan una detestable práctica corrupta a una máxima escala y un entramado digno de una mafia. Ni que decir que la suficiencia en términos de gas se ve amenazada por conducir el activismo ambiental a escala de inoperancia de nuestros recursos naturales no renovables.
El llamado a la unidad entonces pasa por “soltar” la maleta del ego personal, y recoger la del trabajo, el patriotismo, el respeto y la entrega por nuestra amada nación. Colombia no resiste la continuidad de un régimen inepto y corrupto. Los liderazgos de derecha deben unirse a las tendencias mundiales y regionales, como la de EE. UU. con Trump, Argentina con Milei e Italia con Meloni, solo por nombrar algunos. Donde, a partir de sus casos, se observa cómo las nuevas derechas refundan sus ideales y combaten las ideas retardatarias y destructivas de las izquierdas, como las que Petro ha impuesto autoritariamente en nuestro país.
Haciendo remembranza de la muy citada frase del escrito de Homero Ἡ ἰσχύς ἐν τῇ ἐνώσει” “La unión hace la fuerza”, es necesario unirnos, al fin y al cabo, “mejor son dos que uno”. Colombia se debe unir como pueblo, ¡ojo!, no como partido político, no alrededor de un nombre en particular, no de una camada de personajes tradicionales con conceptos empeñados; sino de una idea, de un objetivo, de un propósito. Reconstruir a Colombia en el 2026 es momento de enviar un mensaje claro y contundente: La unión por la defensa de Colombia, de nuestras regiones, nuestras instituciones y nuestra democracia.
El país no necesita de cálculos políticos ni egos. Aquellos que no comparten la visión de este gobierno y que buscan ofrecer soluciones reales a la incertidumbre deben dejar de lado las diferencias y congregarse bajo una sola agenda, estructurada en principios éticos. Los que verdaderamente deseamos defender a Colombia debemos poner todo nuestro empeño al servicio del país, trabajando con determinación para convertirnos en una opción viable, sensata y ponderada, así como sólida y confiable de cara a 2026.