Es este siglo, precisamente, en el que la sociedad migró de una realidad física y presencial, a una virtualidad que nos acerca en un mundo cada vez más globalizado, que nos tiene más interconectados que nunca, pero en realidad, dicha artificiosa realidad virtual en últimas nos aísla y distancia dramáticamente como seres humanos. Es el siglo XXI en el que se reflexiona sobre un nuevo concepto de educación y en el que se cataliza si los adelantos posmodernistas construyen o destruyen; un siglo en el que cambiaron rutinas, certezas, costumbres y culturas. Un siglo en el que, hasta la verdad, parece sucumbir ante el asedio de su moderno enemigo: la posverdad.Mientras se siguen debatiendo en el mundo las causas y consecuencias de lo que ha sido bautizado como posverdad –ese estado en que la verdad real queda sepultada por mentiras que se disfrazan como información documentada– es inevitable evocar una frase del sociólogo polaco Zigmunt Bauman quien ya había advertido que "...las certezas han sido abolidas. Cuando una cantidad cada vez más grande de información se distribuye a una velocidad cada vez más alta, la creación de secuencias narrativas, ordenadas y progresivas, se hace paulatinamente más dificultosa”.Y es que la desbordada inmediatez de la información ha permeado todas las esferas con la ayuda de las crecientes redes sociales por las que las mentiras maquilladas (léase ahora como posverdad) se propagan como una plaga apocalíptica causando, en ocasiones, daños irreparables. Personajes, empresas, fundaciones, universidades y hombres del común, han sido víctimas de los efectos devastadores de la posverdad. La política no ha sido ajena al fenómeno y es así como procesos como el brexit en el Reino Unido, el plebiscito en Colombia y la elección de Donald Trump, en Estados Unidos, han sido marcados con este flagelo mediático. En medio de un fenómeno que permea todas las esferas, le corresponde a la academia abrir un espacio para el debate y la reflexión que permitan dar luces sobre el porqué sucede y, más importante, cómo ponerle freno a esta especie de bola de fango (no de nieve) que con el pasar del tiempo se vuelve más grande.Uno de los eventos que sirvió como marco para la conmemoración de los 50 años de fundación de la Universidad Autónoma del Caribe, fue el foro ‘Pensando el siglo XXI’ que, en esta versión, desarrolló la temática “Populismo y posverdad, los nuevos retos de la democracia liberal” con una nómina de conferencistas que incluyeron, entre otros, al expresidente mexicano Vicente Fox; la premio nobel de paz, Tawakkul Karman , la activista más importante del mundo árabe, conocida por sus luchas a favor de la democracia y promoción de la mujer en esa región del mundo; la joven analista internacional Gloria Álvarez; el académico y analista del periodismo, Dean Nelson; el director de la Escuela de Gobierno de la Universidad George Washington y comentarista de CNN,  Roberto Izurrieta, y el experto constitucionalista Rodrigo Uprimny, con la conferencia ‘La libertad de expresión, prensa y de información en la era de la posverdad’, entre otros.El lleno absoluto durante los cuatro días del evento, la interacción de estudiantes y egresados con los personajes y sus temas y los distintos puntos de vista sobre lo que muchos centros del pensamiento han calificado como “la palabra del año” a la posverdad, ponen de presente el dinamismo intelectual y la producción académica de la Uniautónoma de hoy relievándola como un eje de debates que, formulados desde el Caribe, adquieren repercusión nacional e incluso internacional, si consideramos los controvertidos pronunciamientos que hiciera el expresidente Fox sobre Maduro y la crisis en Venezuela.Para Uprimny, por ejemplo, la política de la posverdad se ha visto fortalecida por las redes sociales que tienen potencialidades democráticas, pero facilitan la circulación de falsedades; mientras que, para el analista y académico Dean Nelson, la posverdad no es nada nuevo: siempre ha existido, pero hoy, gracias a las redes, hay muchas más posibilidades de mentir. La necesidad de dar la información primero, hacer bulla, aumenta el riesgo de caer en inexactitudes ya sean deliberadas o no.Pero no todo está perdido, el buen periodismo, como lo dijera Nelson, seguirá ahí siendo el que, ante todo, contraste versiones, se documente, depure sus fuentes, no se deje instrumentalizar, sea riguroso en el análisis, y sin apasionamientos, sepa retratar con objetividad la realidad y convertirse así en el único antídoto contra esa nueva arma letal de nuestros tiempos: la posverdad.