Hace un tiempo crucé caminos con una mujer joven que vestía una camiseta con el mensaje “optimista testaruda”. Esa imagen quedó en mi memoria y se me ocurre convertirla en testimonio para enfrentar la compleja coyuntura que nos seguirá acompañando por tiempos indeterminados. No obstante las dificultades sociales y económicas que son legado de una pandemia pobremente administrada por nuestros gobernantes, hoy resulta necesario abrazar la nueva fase de reactivación y apertura con el mayor entusiasmo posible. Creo, además, que es buena estrategia de sanidad mental aferrarnos a la esperanza en momentos de tendencias positivas en la propagación del bendito virus. Según el filósofo alemán Axel Honneth, el optimismo es un imperativo moral. Más aún, de acuerdo con esta concepción idealista de la evolución social del hombre, los valores y la ética son potentes instrumentos para conformar el orden social. ¡Que viva esa tesis! Usemos entonces el optimismo y la corresponsabilidad para forjar un mejor futuro entre todos, como mecanismos para sortear la crisis. Y hay razones para ser optimistas. Sin negar las realidades, inequidades y desafíos del mundo moderno, cada uno de nosotros cuenta con la autonomía de asumir una actitud de vaso medio lleno. Siendo nosotros la generación que está viva en la actualidad, ciertamente somos los más afortunados entre todos aquellos que algún día han caminado sobre la tierra. Colombia, al igual que muchos otros países, ha progresado enormemente en factores como baja tasa de mortalidad infantil, incremento en la esperanza de vida, mayor equidad de género y disminución del analfabetismo. Lo mismo aplica para aspectos del crecimiento económico, calidad de los servicios públicos, acceso a educación superior y libertades políticas e individuales, entre muchos otros. Todo esto sumado al progreso de la medicina científica y la disminución de la actividad bélica internacional. Según Nicholas Kristof del New York Times, el 2019 fue, sin duda, el mejor año en la historia de la humanidad. Igual afirmación hizo para el 2018, 2017, … Pero esta reflexión no es solo acerca del milagro de estar vivos o de los evidentes avances sociales. Autores como Steven Pinker y Dacher Keltner han defendido la tesis de que el hombre es un ser fundamentalmente bueno. De esta forma, resulta alentador enterarnos de que una alternativa para vencer la envidia y mezquindad, sentimientos igualmente humanos, es tomar consciencia de lo que somos, y trabajarnos para dejar surgir las actitudes benévolas y de cooperación que naturalmente llevamos por dentro. Esto tiene especial relevancia al recordar que si queremos evitar que nos vuelvan a encerrar, debemos tomar conciencia del autocuidado y el respeto hacia los demás; mediante la aplicación de las medidas que ya conocemos: lavado de manos, distancia física y uso de tapabocas. Hagamos esto no porque una autoridad nos los exige, sino porque es la forma ideal de protegernos entre todos. Finalmente, la actitud positiva y las narrativas esperanzadoras son combustible para nuestro progreso y felicidad. Y la historia está repleta de anécdotas sobre cómo el optimismo derrota las crisis. Una de tantas tiene que ver con la invención de la cinta adhesiva por Richard Drew de 3M, en medio de la “Gran Depresión” de los Estados Unidos en 1929. Esta innovación se popularizó en tales momentos, dada la necesidad de reparar artículos en ausencia de la capacidad económica de remplazarlos. Si es cierto que vivimos en los mejores tiempos posibles, es entonces nuestra mayor responsabilidad hacer de nuestras vidas las más felices que podamos. El infame SARS-CoV2 no tiene el poder de cambiar eso.