Tal parece que los líderes políticos de izquierda en Colombia cargan una regla debajo de cada brazo. Con la primera miden con dureza a sus opositores y elevan el nivel de exigencia moral frente a sus actuaciones. Con la segunda les toman medidas benevolentes a sus amigos y afines, bajan sus estándares y, con frecuencia, se contradicen. El doble rasero se da silvestre entre ellos y, aunque dicen ser coherentes y de una sola pieza en materia ética, hechos recientes parecen demostrar todo lo contrario. Miren ustedes: la grabación a Petro ha sido catalogada por algunos de sus compañeros de militancia como una traición de Juan Carlos Montes “porque uno no le hace eso a sus amigos”. Otros de sus más cercanos dicen que fue una trampa en la que cayó el “ingenuo” de Petro. En cambio, días atrás, cuando se conocieron las grabaciones de Jorge Pizano y Néstor Humberto Martínez, esos mismos activistas calificaban al primero como un héroe, aplaudían que se hubiera dejado constancia de esas conversaciones y les parecía que Pizano le había prestado un invaluable favor a la verdad en Colombia grabando a escondidas a su amigo Martínez. El diario El Espectador se preguntaba en uno de sus buenos editoriales qué hubieran pensado los simpatizantes de Petro si el que apareciera recibiendo plata en efectivo, a oscuras en un apartamento, fuera Uribe. ¿Habrían sido tan generosos y comprensivos? Doble rasero. Puede leer: Todos perdieron Esa misma izquierda ha resuelto cuestionar en los últimos días el nombramiento de Vicente Torrijos en el Centro de Memoria Histórica, con el argumento de que su visión de las cosas se aleja de una comprensión amplia del fenómeno de la violencia en nuestro país. Lo que en realidad les molesta es que no piense como ellos, y cualquier otro candidato, que se hubiera postulado para ese cargo sin ser un zurdo ideológico, les habría despertado la misma indignación. Abogan por un director aséptico, pero si llega un furioso antiuribista a esa posición, no elevarían una sola carta para pedir neutralidad a la hora de entender las causas del conflicto. ¿O cuándo oyeron a las ONG exigir garantías de imparcialidad frente a algunos magistrados de la JEP que habían preconceptuado ferozmente en relación con algunos uribistas, que pueden terminar siendo sujetos procesales en los casos que se ventilan en esa jurisdicción? ¿Los vieron preocupados alguna vez pidiendo equilibrio ideológico en la composición de la Comisión de la Verdad? Doble rasero. Le recomendamos: Duque, el despolarizador Y ahora que hablamos de la JEP, ¿qué tal la actitud de algunos militantes de izquierda frente a ese invento derivado del acuerdo con las Farc, y la que tuvieron en su momento frente a la muy criticada Justicia y Paz que surgió con el acuerdo que se hizo con los paras? Mientras que, años atrás, ilustres políticos de izquierda criticaban la inoperancia del sistema bajo el cual se juzgó a los miembros de las autodefensas, ahora callan cuando la JEP dilata sus decisiones frente a Santrich y el Paisa. Les parece razonable que a ambos les estén dando este tiempo extra con el argumento de que “así la JEP protege la paz”, pero decían aborrecer la falta de contundencia con la que actuaba Justicia y Paz, y clamaban por los derechos de las víctimas. ¿No es desconocer esos derechos darle un nuevo plazo al Paisa para ver si ahora sí aparece? Doble rasero. Los líderes políticos de izquierda en Colombia cargan una regla debajo de cada brazo. Con la primera miden con dureza a sus opositores y con la segunda les toman medidas benevolentes a sus amigos y afines Le recomendamos: La depresión de Gabino Ni hablar de la manera en que reaccionan cuando un periodista más próximo a su visión de la política es atacado con estructuras organizadas, que intentan desprestigiarla y obstruir su labor, versus la actitud que asumen cuando quien sufre los mismos ataques está en una orilla distinta a la de ellos. En el primer caso, dicen que “es un intento de censura atroz”. En el segundo, afirman cosas como que “él (o ella) se lo buscaron”. O “es un legítimo derecho de expresión de los usuarios de las redes para manifestar su rechazo hacia la forma como él (o ella) ejerce el periodismo”. No he visto mayor doble rasero que el de la defensa a periodistas como Cecilia Orozco y el silencio cuando las atacadas son Claudia Gurisatti o Darcy Quinn. Por cierto, yo he dicho que toda estigmatización contra unas y otras debe ser rechazada por igual, pero los furiosos tuiteros no lo entienden así y, al contrario, alientan a sus líderes para que sigan atacando el valor de la prensa libre si esa prensa no dice lo que quieren que digan. Doble rasero.