Ser mediador en los conflictos internos en otros países siempre da réditos personales o políticos para el mediador. En el pugnaz conflicto que afronta nuestro país se ofrecen curiosos mediadores. Como el gobierno de Colombia se ha mostrado tan dispuesto a mediar en la sempiterna crisis venezolana que ha culminado con la consolidación del régimen madurista —aunque parezca—, paradójico, Maduro ofreció su mediación en la controversia entre la Comisión Nacional Electoral y Petro, que afirma que está siendo víctima de un curioso “golpe blando”, versión que se ha extendido por el mundo.
En esa forma, seguramente asesorado por Cuba, Maduro pretende pasar de protector de los grupos armados colombianos que le sirven como primera línea ante un eventual “golpe duro”, a promotor de la paz y la reconciliación en nuestro país: una especie de San Nicolás, ahora que adelantó la Navidad.
Previamente, había rechazado tajantemente la posición del actual gobierno colombiano, de no reconocer su supuesto triunfo hasta cuando se publicaran las actas del 28 de julio. Sobra decir que la modalidad de reconocer a los vencedores en las elecciones presidenciales de los países no existe. Entre otras cosas, porque desde los Estados Unidos hasta Nicaragua y desde España hasta Colombia, periódicamente se han alzado voces afirmando que ha habido fraude en diversos procesos electorales.
Esa posición de mediador es cómoda. Es difícil contabilizar los países que han actuado en alguna forma en las negociaciones con el ELN que lleva casi 25 años bajo diferentes gobiernos. Es más, ciertos estados han pugnado afanosamente para intervenir en el proceso, mientras que representantes de Naciones Unidas, generalmente funcionarios de la frondosa burocracia de la organización, actúan dentro del país como virreyes.
La nueva presidenta de México ha expresado reiteradamente que su país no participará en ninguna acción ni formulará pronunciamiento alguno sobre la situación interna de Venezuela, porque debe cumplir con el principio de no intervención, que es un postulado de la política exterior mexicana. Ojalá hubiera actuado con igual celo, cuando apoyó al mandatario colombiano sobre el “golpe blando” que ha pregonado.
Resulta complicado dar ante el mundo la impresión de que nuestro país está al borde de los golpes de Estado al estilo africano, en medio de los desastres del conflicto armado; de la impunidad ante la corrupción y de los delitos que van desde los ‘pincha llantas’ hasta los autores de las masacres; de la producción de cocaína y de la minería ilegal que están llevando a la destrucción de los bosques húmedos y convirtiendo a los ríos en cloacas.
Pero, en fin, si muchos colombianos ignoran la maravilla de país que tenemos porque no lo conocen y no lo quieren, que se dirá de otros estados en los que se va generando la idea de que Colombia es una nación en perpetua crisis.