Pocas colombianas se pueden dar el lujo de decir que sin haber cumplido siquiera 30 años han ocupado los más altos cargos directivos del Estado colombiano. Una de estas “bendecidas” es Laura Sarabia, quien en tan solo año y medio, 29 años de edad y 5 de experiencia no relacionada ha ocupado los cargos más destacados del Gobierno de la “potencia mundial de la vida”.

La polémica funcionaria fue nombrada por Gustavo Petro como jefa de gabinete el 7 de agosto de 2022. Diez meses después, en junio de 2023, presentó su primera carta de renuncia en medio de los escándalos derivados de las “platas” en efectivo que se perdieron en su apartamento. Hechos estos por los que su niñera resultó siendo sometida, en extrañas circunstancias, a una prueba de polígrafo en los sótanos de la Casa de Nariño. Como si fuera poco, a esta incómoda situación sobre la que quedaron muchas más dudas que respuestas, se sumaron los explosivos chats con el hoy embajador en la FAO, Armando Benedetti, sobre la financiación de la campaña presidencial.

Cuando se fueron Sarabia y Benedetti del Gobierno, el sector de los “progres” decentes celebró el supuesto temple democrático del gobierno del “cambio” y de su líder al dejar ir a los dos funcionarios emproblemados. Pero la dicha duró poco. Tan solo tres meses después, a comienzos del mes de septiembre, sin importar los cuestionamientos éticos ni la falta de experiencia, Petro la nombró en la dirección del poderoso Departamento para la Prosperidad Social, que maneja un poco más de 8 billones de pesos en contratación. Para esto, el presidente despidió a la doctora Cielo Rusinque, una activista fanática de la izquierda radical cuyos resultados en esa dirección consistieron en volver a poner a hacer filas de más de 24 horas a las poblaciones vulnerables del país para recibir subsidios. Un retroceso “progre” de marca mayor porque estos procesos ya estaban bancarizados y se realizaban usando herramientas tecnológicas que, pues, obviamente, le molestan tanto a la “potencia mundial de atraso”.

Al llegar al DPS, Laura Sarabia tuvo como principal encargo seguir acompañando al presidente Petro en sus viajes nacionales e internacionales (funciones no necesariamente adscritas al DPS) y después del último de la semana pasada en Alemania nuevamente fue trasladada de cargo. Con solo cinco meses en su segundo puesto, Sarabia presentó su segunda carta de renuncia y fue nombrada directora del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre), de donde mandaron sacar a Carlos Ramón González. Aparte de revertir la decisión de las eternas filas para entregar subsidios de la doctora Rusinque y de entregar mercados, no se conoció otro logro de Sarabia. Pero lo que sí se supo es que una semana antes de su tercer nombramiento se modificó la estructura de esa entidad para que, además de dirigirla, pueda fungir como jefa de gabinete. O sea, regresar a su primer puesto, ser la ordenadora del gasto de esa dependencia y la jefa de seguridad e inteligencia de la Presidencia.

La experiencia que acreditó antes de ser nombrada el 7 de agosto de 2022 como jefa de gabinete fue de cinco años como asesora de Armando Benedetti en el Senado de la República. Previo a ello, no acreditó experiencia adicional, pues tenía 23 años, estaba en la Universidad Militar Nueva Granada estudiando Relaciones Internacionales y antes, como es de esperarse, cursaba sus estudios de bachillerato, primaria y kínder.

Así, con 28 años y sin ningún conocimiento técnico certificado, llegó a manejar el consejo ministerial del país. ¿Irresponsable de su parte? Probablemente no, porque el criterio del nombramiento es potestad de su jefe directo, o sea, el presidente de la república, que se supone está en la capacidad de elegir las mejores hojas de vida para conformar su equipo de trabajo. Pero ¿no había otra joven quizás con la misma edad, pero capacitada y experimentada? ¿O primaron más los secretos de los manejos políticos y financieros de la campaña presidencial?

A su corta edad, Laura Sarabia lleva también a cuestas el escándalo de su niñera, Marelbys Meza, a quien se le vulneraron todos los derechos procesales. Fue sospechosa de la pérdida de un dinero en efectivo en el apartamento de Sarabia, y el aparato de la inteligencia del Estado le cayó encima: la chuzaron, persiguieron, la requisaron a ella y a su familia sin una orden judicial y, para terminar, la interrogaron en un episodio escabroso por el cual hoy hay policías en la cárcel, el coronel Carlos Feria imputado por haber presuntamente mandado a chuzar a la empleada doméstica y el coronel de la Casa Militar, Óscar Dávila, quien se suicidó en extrañas circunstancias. Eventos por los que Laura Sarabia le debe muchas explicaciones al país. ¿Podría haber violado la ley la funcionaria estrella de Petro en su corta pero intensa experiencia política?

Duele que las luchas feministas que comenzaron con Mary Wollstonecraft, que forjó la reivindicación de los derechos de las mujeres en el siglo XVIII, que siguieron la magnífica Virginia Woolf y que desembocaron en la primera, segunda y tercera ola del feminismo del siglo XX hayan terminado al servicio de mujeres que, como Laura, son premiadas por cargarle los secretos, por decir lo menos, al patriarcado de izquierda, pasando por encima de tantas que con méritos podrían desempeñar un papel destacado en el beneficio de la sociedad y no de sí misma y unos cuantos feudos. Pero en el mundo progresista colombiano esta es la nueva definición de mujeres “decentes”, y Laura, al parecer, es una de sus más destacadas representantes.