El 27 de octubre voy a votar por Claudia López a la Alcaldía de Bogotá. Voy a depositar mi voto por ella con la profunda convicción de que es la mejor opción para gobernar esta ciudad. De Claudia me gusta su talante y su forma transparente de pensar la política. Tuvo la valentía de destapar la parapolítica cuando ya estaba casi establecida como una práctica normal y expuso lo  inmoral que resultaba la elección de políticos con votos de los grupos paramilitares untados de sangre por las masacres que produjeron desplazamientos y acaparamiento de tierras.

Claudia se ha labrado su carrera política a pulso, cosa muy rara en esta Colombia donde todavía pesan los delfinazgos y las clases sociales. No proviene de ninguna casta, ni es nieta de presidentes pero en cambio es la orgullosa hija de una maestra. Su historia reconforta y da esperanzas porque demuestra que las cosas han cambiado y que no es necesario hipotecarse a un clan para abrirse paso en la política. Fue alcaldesa menor y directora de Acción Comunal de Bogotá y es de todos los candidatos, la única con un doctorado, un logro que debería jugar a su favor, sobre todo en un mundo donde a la mujer siempre se le exige el doble de méritos de los que se le exige al hombre. De todos, es la que más me convence cuando habla de cómo va a enfrentar la corrupción. Como senadora hizo importantes debates al lado del senador del Polo Jorge Enrique Robledo sobre el escándalo de Odebrecht y aunque se le ha criticado por haber impulsado y liderado una consulta anticorrupción que contenía una serie de propuestas que ya estaban incluidas en las normas, la verdad es que su tenacidad por sacarlas a flote, desnudó la doble moral de la clase política en esa materia y los dejó como un cuero: quedó claro que a ninguno de esos políticos les interesa la transparencia en la política y que eso los perturba.   Los cuestionamientos que se le hacen a Claudia, –que es demasiado dura, que habla demasiado y que es muy temperamental–, para mí son sus grandes atributos. Claudia tiene un talante que se sale del molde con que tradicionalmente la mujer ha hecho política en esta sociedad patriarcal. Pero además, para temperamental el expresidente Uribe. Y que yo sepa a nadie le parece que eso sea un defecto. A mí me gusta la manera como Claudia reta a esta sociedad patriarcal que se siente amenazada con su liderazgo. Ya era hora de que las mujeres rompiéramos ese molde.  

Pero además, Bogotá se ha venido convirtiendo en el bastión de un exigente voto independiente que está pidiendo nuevos liderazgos y Claudia se ha ganado su derecho a estar en ese grupo de nuevos dirigentes que piensan la política de manera muy diferente a como la ejercen los clanes que imponen sus delfinazgos para beneficio propio. Los bogotanos ya no le comemos cuento a esos delfinazgos ni a los clanes que en otros lugares desafortunadamente siguen capturando la política; tampoco nos seducen los liderazgos de derecha como el que inspira un Álvaro Uribe ni los candidatos que terminan siendo apadrinados por el Centro Democrático, como Miguel Uribe, sin duda un político con carisma, inteligente y preparado. Miguel comenzó bien, pero en la medida en que iba sumando apoyos tóxicos se fue hundiendo en las encuestas. Y de ser el candidato que tenía el proyecto más completo para hacer de Bogotá un ciudad sostenible, terminó adoptando dogmas del Centro Democrático como el de proponer la creación de unos comandos de seguridad en los barrios que por momentos me retrotrajeron al fallido experimento de las Convivir. Los bogotanos no solo no le están comiendo cuento al candidato del uribismo y de la clase política. También pasa lo mismo con el candidato de la Colombia Humana, Hollman Morris, que va en la cola de las encuestas muy de la mano de Miguel Uribe.

Es decir, el  votante bogotano también está castigando a Petro, por su arrogancia y por haber creído que los 8 millones de votos que tuvo en las presidenciales eran de él. Yo voté por Petro, en esa ocasión, pero a este Petro intransigente, intolerante, vanidoso, mezquino que parece cada vez la copia de Uribe pero desde la izquierda, no le gasto más tiempo. El único que le puede ganar a Claudia López es Carlos Fernando Galán, quien supo ponerse la camiseta de independiente y rodearse de un muy buen equipo de trabajo. Galán ha ido en coche, gracias a que el petrismo y el uribismo se han dedicado a ver cómo menoscaban a Claudia López. Nadie sabe para quién trabaja. Petro y Uribe terminaron guiados por el mismo odio. Tengo el mejor concepto de Carlos Fernando: denunció el carrusel de la contratación y terminó al final separándose de Cambio Radical por sus relaciones con el paramilitarismo.  

Sin embargo, me seduce más el talante de Claudia; me gusta su irreverencia y le creo más a ella cuando dice que va a enfrentar la corrupción y cuando habla de proteger el medioambiente, de preservar los cerros, los humedales y la reserva Van der Hammen. Le creo a ella y en política eso bien vale un voto.