Creo que a todos nos enseñaron que al secuestrador se le dice secuestrador, al terrorista se le dice terrorista, al masacrador se le dice masacrador, al extorsionista se le dice extorsionista y al asesino se le dice asesino. Esta verdad, que luce tan evidente, no es así para Petro.
Según una resolución del presidente, las autoridades colombianas están obligadas a manejar un “lenguaje respetuoso” con el ELN, lo que equivale a decir que todos esos adjetivos que los califican con toda justicia como secuestradores, asesinos, masacradores y narcos, ya no se usará desde el Gobierno, así el ELN incurra en esas conductas.
Esta disposición irracional nos tomó a todos por sorpresa, pese a que Petro fue el primero en usarla la semana pasada, cuando dijera que el ELN había “tomado”, y no secuestrado a la sargento Karina Ramírez y sus dos pequeños hijos. Según esta directriz, los del ELN que adelantaron este delito aberrante contra dos menores de edad y su mamá no son secuestradores, son tomadores, supongo.
Es cierto que desarmar el lenguaje es desarmar la realidad, pero también hay otra verdad obvia: la relación entre lenguaje y realidad. Por más arandelas semánticas que Petro ponga de presente, los terroristas del ELN que secuestraron a la familia Ramirez fueron, son y serán secuestradores, no tomadores.
Lo que encubre esta pirueta, en apariencia inofensiva, no es otra cosa que el continuo lavamiento de cara que Petro le ha hecho a la guerrilla por razones autoevidentes. Recuerdo la primera vez que presencié dicho espectáculo cuando Petro, al hablar de la incomprensible Toma al Palacio de Justicia por parte del M-19, calificó como “genio detrás de la operación” al cabecilla responsable de la planificación de este acto terrorista que empezó con el asesinato de un guardia de seguridad desarmado y culminó con un Holocausto. Dicha actitud se extiende hasta hoy, cuando el Gobierno que Petro encabeza se niega a llamar las cosas por su nombre, solo por no importunar a los terroristas.
Los que se inclinan a aceptar cualquier tesis de Petro también aseguran que en medio de una negociación es natural buscar un lenguaje cordial entre las dos partes, y todo para que las negociaciones lleguen a buen puerto. Es verdad, pero sería más importante que el ELN dejara de secuestrar, extorsionar o hacer paros armados en medio de un supuesto cese al fuego bilateral. Eso ayudaría más que evitar ofender al secuestrador al llamar “secuestro” a su acto de secuestrar.
Esta autocensura por parte del Gobierno, y por ende del Estado, tiene otro efecto indeseable, pues valida las prácticas delictivas de la guerrilla al despojarlas de su gravedad legal y moral. Silencia totalmente a las víctimas, pues les quita las palabras para nombrar el horror que sufrieron, como es el caso de la sargento Ramírez y sus hijos. Cuesta entender mucho qué tiene que ver esto con la paz.
De momento, los colombianos difícilmente vamos a replicar esta resolución del gobierno Petro. Los terroristas del ELN, así se vistan de seda, terroristas se quedan.