La captura de Gustavo Villegas, secretario de Seguridad de la Alcaldía de Medellín, acusado de colaborar con bandas criminales, muestra con entera claridad el mal camino que ha tomado el alcalde Federico Gutiérrez. Hace un poco más de un mes, el primero de junio, Gutiérrez se había negado a asistir a un evento presidido por el vicepresidente Óscar Naranjo para impulsar la implementación de los acuerdos de paz en la región antioqueña con el argumento de que no se sentaba con bandidos aludiendo a la presencia en el acto de Pastor Alape. Después, en las declaraciones a los medios de comunicación, se explayó en las críticas al pacto suscrito con las Farc.La actitud de tomar distancia de la paz con la guerrilla y buscar a la vez negociaciones con las bandas criminales al margen de la Fiscalía General de la Nación y del gobierno central no es buena para la ciudad de Medellín y no corresponde a la voluntad de buena parte de los ciudadanos que sufragaron por él en las elecciones de 2015.Quiero recordarles a los lectores y al propio Gutiérrez las circunstancias de las pasadas elecciones en la capital antioqueña. Alonso Salazar lideró las encuestas durante un tramo largo de la campaña. Federico Gutiérrez estuvo hasta muy avanzada la contienda en los últimos lugares de los sondeos. En la recta final Salazar se estancó y Juan Carlos Vélez, candidato de Álvaro Uribe, empezó a crecer en la opinión hasta al punto en el cual la mayoría de las encuestadoras lo daban como seguro ganador.Puede leer: Lo lograronFue cuando los electores que acompañaban a Salazar empezaron a migrar hacia Federico Gutiérrez con la esperanza de atajar la victoria de Vélez. Lo lograron. Fue el miedo al ungido de Uribe, fue el temor a que Medellín se convirtiera en un bastión contra la paz y retrocediera hacia las alianzas con los herederos de los paramilitares, lo que empujó a muchos ciudadanos a votar por Gutiérrez. También algunos formadores de opinión, advertidos del riesgo que corría la ciudad, impulsamos en el último momento su candidatura.Luego no entendimos que fuera una buena decisión nombrar a Gustavo Villegas como secretario de Seguridad. Villegas, lo sabía Gutiérrez, venía de atrás, de jugar un papel estelar en las negociaciones con el bloque Cacique Nutibara de las autodefensas, del proceso de reinserción con ese grupo, de todas las maniobras y vueltas que se hicieron para lograr que una parte de las fuerzas paramilitares se desarmara y la ciudad entrara en una etapa de apaciguamiento. Tenía lazos con quienes habían entrado en el aro de la legalidad y también con quienes, a última hora, decidieron quedarse en el bandidaje para reorganizar las bandas y combos que en los últimos años han controlado los negocios y el territorio en lugares claves de la ciudad.Ahora Gutiérrez ha salido a decir sin rubor alguno que no tenía idea de las actividades en que andaba Villegas. Ninguna persona con algún conocimiento de la hoja de vida del alcalde puede creer esta afirmación. También Gutiérrez ha hecho de la seguridad y del estudio del crimen organizado su obsesión. Tanto que después de la campaña a la Alcaldía de 2011 se vincula a la empresa de consultoría Angel Solutions en compañía de la hoy senadora del Centro Democrático Paola Holguín y del representante a la Cámara Federico Hoyos, y desde allí realiza asesorías en seguridad en Buenos Aires y en México. No es ni novato, ni despistado.Le recomendamos: Las Farc en fuga hacia adelanteHasta en Bogotá se sabía del asunto. La misma Fiscalía General de la Nación, avisada de iniciativas de negociación con bandas criminales en Medellín y otros lugares del país, emite la circular 0002 de abril 19 de 2016, con la firma de Jorge Perdomo, en ese entonces fiscal encargado, diciendo enfáticamente que solo pueden atender solicitudes de sometimiento a la justicia el director de la Fiscalía Nacional Especializada contra el Crimen Organizado y el director nacional de Seccionales y Seguridad Ciudadana. Era en realidad un secreto a voces que por muchos lados se estaban realizando conversaciones con grupos armados ilegales. En estas andaban tanto fiscales como operadores políticos.Se tenía noticia de que en Medellín los acercamientos eran liderados por la fiscal segunda seccional Alexandra Vélez Rincón, quien fungía como coordinadora de la Unidad de Vida. Ahora, tras la captura de Gustavo Villegas, se conoce por las grabaciones y los seguimientos que los interlocutores de la fiscal eran los mismos de Villegas. Edinson Rojas, alias Pichi, el primero de ellos. La fiscal Vélez fue trasladada a otras actividades, pero, por lo visto, los contactos del secretario de Seguridad continuaron.Le sugerimos: No hubo felicidad más grandeAhora bien, lo malo de todo esto no es la búsqueda de sometimientos a la justicia, figura controversial pero absolutamente necesaria en el desmonte del crimen organizado; lo malo es que se trabaje al margen de la Fiscalía General y del gobierno nacional; y más malo aún que los acercamientos se conviertan en transacciones privadas para favorecer a delincuentes que es algo de lo cual acusan a Villegas.En todo caso no hay que perder de vista otro asunto. Puede ser que Villegas haya quedado en medio de la disputa que adelantan sectores de la llamada Oficina de Envigado con el Clan del Golfo por los jugosos negocios del centro de Medellín.Lea más columnas de León Valencia aquí