Muchas personas me preguntaron al final del año si se firmaría la paz con las Farc en el 2015. Les respondí sin titubeos que sí. En el aeropuerto El Dorado, una mujer joven y hermosa me abrazó con alegría y especial cariño después de oír mi respuesta. Su alborozo y su confianza en mí, me dejaron perplejo. Soy un simple analista que desde muy afuera del poder aventura hipótesis sobre el devenir del país. Quizás esta chica lea mi columna y quiero darle alguna razón de mi afirmación. También quiero barruntar ideas sobre el 2015 para atender interrogantes que me hicieron otros lectores y periodistas. Son, sobre todo, inquietudes políticas, pero no faltó quien preguntara por la economía, siendo como soy poco conocedor de la materia. Las Farc han tomado decisiones que las empujan hacia la firma pronta de un acuerdo de paz. No pueden dejar pasar mucho tiempo después de concentrar la mayoría de sus principales líderes en La Habana y decretar un cese unilateral indefinido de sus acciones ofensivas. Una guerrilla que no combate y tiene a sus jefes lejos de la tropa tiende a descomponerse y a presentar un blanco fácil para los enemigos. Eso lo saben muy bien los jefes de las Farc. Creo que ahora la guerrilla va a ser la más interesada en acelerar la firma del acuerdo final, pero dependerá de unas decisiones audaces y arriesgadas del presidente Santos. El tiempo en una negociación se mide por las presiones de la realidad política y por la capacidad de las partes para ofrecer soluciones a los escollos que presentan las conversaciones. Esas dos variables son más importantes que la voluntad de los dirigentes de las fuerzas enfrentadas. Lo vimos en el lapso que transcurrió entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El miedo a un triunfo de Uribe llevó a que en solo 20 días se firmaron acuerdos que bien pueden representar el 40 por ciento del contenido vital de toda la negociación. Una fórmula de justicia transicional que asegure verdad, reparación, juicios y penas alternativas distintas a cárcel, lo mismo que unos incentivos para la participación en las elecciones de 2015 a las fuerzas que surjan de la paz pueden llevar a un acuerdo rápido. A estas alturas de la negociación lo que buscan las Farc es seguridad jurídica y condiciones apropiadas para su participación política.   No es fácil encontrar soluciones concertadas en estos temas y lograr el apoyo de la opinión pública para ellas. De ahí que la oposición uribista ponga astutamente el foco en estos puntos. Pero Santos podría romper estos cuellos de botella y facilitar un acuerdo inmediato con el argumento de que, en todo caso, esto irá a la refrendación ciudadana. La firma del acuerdo final de paz en los primeros meses de 2015 podría generar un gran movimiento en el tablero político.  Pondría al presidente Santos y a su gobierno a la ofensiva y elevaría el protagonismo de la izquierda de cara a la jornada de refrendación y a las elecciones de octubre. Podría abrir las puertas para la conformación de un gabinete de paz con la participación de fuerzas políticas distintas a las que ahora conforman la coalición de Unidad Nacional. No será un año fácil para la economía colombiana. En la región suramericana no hay buenos síntomas. Brasil no está en la mejor situación y el impacto de la caída de los precios del petróleo en Venezuela y Ecuador, países con los cuales Colombia tiene un gran intercambio comercial, será muy grande. Las exportaciones hacia estos países sufrirán.  También a nuestro país lo afecta de manera directa la baja en el petróleo. No es desdeñable lo que está ocurriendo en Ecopetrol después de varios años de bonanza. La crisis es inocultable. El alza en los precios del café ha representado un alivio para un sector importante de la población campesina, pero el campo está lejos de mejorar y su aporte al crecimiento es deplorable. Hay muchas expectativas con el arranque de las grandes obras de infraestructura. Allí están puestas las esperanzas para estimular el empleo y la demanda interna. Pero Santos tendrá que pensar en modificar un poco su ortodoxia económica y buscar recursos internos y externos para la inversión social. La rigidez no ayuda en momentos de desaceleración económica y en una coyuntura en la que el gobierno está obligado a emprender importantes reformas para atender los compromisos de la paz y las crecientes demandas sociales que se expresan en protestas y en la baja popularidad en las encuestas.