Gonzalo Sánchez cede su espacio en esta columna a la líder social  Soraya Bayuelo. ___________ Soy Soraya Bayuelo, hija de Blanca Castellar y nací en El Carmen de Bolívar. Sin embargo, mi nombre y mis circunstancias son las de una mujer montemariana como la de cientos de miles de personas de esta tierra bendita. Crecimos entre la pobreza y el abandono del Estado y aprendimos a preguntar ¿por qué? Sembramos la tierra que nos quitaron los señores de la violencia y que visten de fiesta en época de elecciones y aprendimos a preguntar ¿por qué? Recogimos a nuestros muertos y los lloramos en silencio cuando nos prohibieron vivir, cantar, hablar, pensar, sembrar, caminar nuestras calles de tierra y sed, y preguntamos ¿por qué? Aprendimos que las respuestas van y vienen hasta que se convierten en justificaciones para que otros sigan imponiéndonos más silencios, más mentiras, más muertos. Entonces recordamos que la única manera de hacer de nuestra tierra un lugar parecido a lo que soñábamos cuando no había miedo, era juntarnos. Ellos no entienden que al pretender dejarnos al margen de las decisiones sobre nuestro propio futuro aprendimos a observar, a escuchar y a decidir y cuando nuestros pensamientos, palabras e ideas se volvieron más fuertes que sus gritos y sus balas ya nadie nunca nos pudo callar más. Desde hace treinta años trabajamos para recuperar la voz que nos arrebataron porque creemos en la palabra con la misma convicción y templanza con la que no aceptamos la violencia, en ninguna de sus formas y de ninguno de sus promotores. Somos constructores porque descubrimos que las preguntas rompen los silencios cuando las transformamos en acción colectiva y esa fuerza nos convierte en un solo cuerpo, un territorio que siente, que crea, que tiene memoria, que es capaz de abrirle paso a la vida aunque nuestras propias vidas sean solo cifras en rojo, porque no estamos dispuestos a perder lo que nunca pudieron arrebatarnos: nuestra dignidad. En Colombia, como en ningún otro lugar del mundo, nos mata el ejercicio ciudadano, cuidar nuestra tierra, nuestra agua, proteger y garantizar los derechos de nuestras comunidades, nos matan por ser y hacer lo que haría cualquier ciudadano en una democracia auténtica. Pero hay cosas peores que la muerte y en Montes de María lo sabemos bien. Una de ellas es el dolor que produce ver a nuestro país sumido nuevamente en el silencio y el miedo. Y por eso seguiremos preguntando ¿por qué? Y no nos cansaremos porque nuestro trabajo es recordarle a cada habitante de nuestro país y del mundo que tenemos todos derecho a vivir en paz.