La expectativa por las elecciones que tendrán lugar este domingo en Venezuela no tiene antecedentes. Por primera vez en 25 años, el chavismo no tiene la mayoría en la intención de voto, y el fervor que se ha volcado sobre Edmundo González, el candidato escogido en último momento por la oposición, hacen pensar que, si se respetan los resultados de las elecciones, será el fin de Nicolás Maduro.
Aunque María Corina fue la vencedora en las elecciones internas que organizó la Plataforma Unitaria Democrática el 22 de octubre de 2023, el Gobierno venezolano le impidió inscribirse para las elecciones presidenciales, al ratificar una sanción de la Contraloría que la inhabilitó para aspirar a un cargo de elección popular por 15 años. Aunque el acuerdo de Barbados, que se firmó entre la oposición y el oficialismo, pretendía que se autorizara la participación de todos los candidatos y partidos políticos en estas presidenciales a cambio de levantar las sanciones al petróleo, oro y gas venezolanos, Maduro prefirió cerrarle la puerta a esta mujer en las urnas e impedir su elección.
Pero esto no la detuvo. Intentó entonces que Corina Yoris, una docente de 80 años, ocupara su lugar, pero tampoco pudo. Una supuesta falla en la plataforma de inscripción de candidatos no permitió que Corina Yoris se inscribiera como candidata de la oposición. Ya en un mínimo espacio de posibilidades, apareció el nombre de Edmundo González Urrutia como candidato y de la nada su nombre se convirtió en la esperanza de millones de venezolanos que ven en él la posibilidad de que por fin termine la dictadura chavista en Venezuela.
Edmundo González es un hombre de 74 años, internacionalista y diplomático, que fue presidente de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), y podrá convertirse este domingo en el presidente de Venezuela; la persona que podría poner fin al chavismo y a una historia de 25 años de una izquierda que llevó a este país próspero a la pobreza y que destruyó completamente su democracia. De la mano de Hugo Chávez y el chavismo llegó a Venezuela la desgracia, la destrucción de las empresas, el éxodo masivo y la consecuente desintegración de las familias. El chavismo les robó su país a los venezolanos, los obligó a salir de su propia tierra, a dejar atrás su historia y a tratar de buscar una vida nueva en nuevos países, donde estos migrantes han recibido, muchas veces, el rechazo y la xenofobia. Los que se quedaron han sido testigos mudos de cómo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, lo destruyeron todo y obligaron a una generación entera a crecer en el resentimiento, la ignorancia y el hambre.
De esta desgracia también han sido cómplices los Gobiernos que han permitido con su silencio y su indiferencia que esta situación se haya perpetuado. O, peor aún, que lo han apoyado. Como el actual mandatario de Colombia, que sonríe ante el tirano de Maduro y le tiende su mano. “Venezuela toma decisiones democráticas. Cualquiera que sea su voluntad será respetada por mi Gobierno”, escribió el presidente Petro en su cuenta de X, refiriéndose a estas elecciones.
No, Venezuela no toma decisiones democráticas. Por eso la oposición no tuvo candidato en las elecciones de 2018. Por eso María Corina Machado no pudo ser candidata. Por eso Leopoldo López estuvo preso cinco años y tuvo que huir a España, donde está exiliado. Por eso Juan Guaidó también tuvo que irse al exilio después de buscar liderar su país. Todos los que han intentado hasta hoy romper el círculo de abuso del chavismo han terminado exiliados, condenados, violentados.
Pero hoy una de ellas, María Corina Machado, podría poner fin a tanta desgracia. Porque fue ella la que resistió, la que no se venció, la que siguió adelante y, aunque no puede en carne propia ser quien enfrente este domingo al tirano Nicolás Maduro, fue quien les devolvió la fe a los venezolanos en que la tragedia del chavismo puede terminar la noche del domingo.
Ahora vendrá lo más difícil: que el Gobierno de Maduro respete los resultados electorales y que no haya fraude.
El pasado viernes, en su aire dictador, Maduro se negó a dejar entrar al país a varios expresidentes latinoamericanos que iban como veedores internacionales; negó también la entrada a medios de comunicación y periodistas, y ha amenazado con que habrá “un baño de sangre” si no gana las elecciones.
La única manera de que Maduro sea reelegido es que se robe las elecciones.
Es impresionante ver las imágenes de los opositores en las calles alentando a Edmundo y María Corina, a miles de personas viajando a Venezuela desde otros países para votar, a todo un país ilusionado con que esta vez, ahora sí, volverá la democracia a Venezuela.
Esperemos que así sea y que el chavismo termine de una buena vez en Venezuela. Es hora hace mucho tiempo de que los venezolanos puedan abrazarse otra vez y soñar con un país próspero, donde nunca más regrese el dolor y el miedo de la dictadura.