La COP16, que se celebra en Cali, ha sido anunciada con bombos y platillos por el Gobierno Petro como un logro monumental. No se equivoquen: detrás de los discursos sobre sostenibilidad y justicia ambiental hay objetivos claros y profundamente políticos. Me explico.

Petro no es ningún novato en el manejo de la política internacional para su beneficio personal. Desde el inicio de su mandato, ha buscadoproyectarse como un líder global, especialmente en temas medioambientales y de la guerra en Gaza, en los que ve una oportunidad para redimirse tras los escándalos y fracasos en casa. El objetivo aquí no es salvar al planeta, es salvar su imagen.

Al organizar la COP16 en Colombia, Petro busca tres cosas: primero, desviar la atención de la crisis económica y social que atraviesa el país, desprenderse de los escándalos de financiación de su campaña que involucran a su hijo y las fotos de fajos de billetes que recibió, y, tercero, reposicionarse como un líder influyente en la escena internacional.

En los últimos meses, su administración ha enfrentado la debacle en prácticamente todos los frentes: una economía que no despega, la violencia en aumento y su incapacidad para ejecutar soluciones reales. Entonces, ¿qué mejor que una cumbre ambiental para desviar el foco de atención? En lugar de preocuparse por los desempleados o los campesinos que lidian con el abandono del Estado, Petro se intentará como el paladín del medioambiente. Conveniente.

La ministra de Ambiente, Susana Muhamad, ha sido una de las figuras clave del Gobierno de Petro, y la COP16 será su trampolín político. Este evento no es solo una vitrina para Petro, sino el escenario perfecto para lanzar una eventual candidatura de Muhamad hacia posiciones políticas más altas. Durante la cumbre, vemos a Muhamad encabezando paneles, hablando con líderes globales y presentándose como la líder del futuro verde. El evento es, en esencia, una campaña no oficial, pagada por los contribuyentes, para preparar el terreno de su ascenso político. Muhamad es la Claudia Sheinbaum de un Petro que cada vez se mueve más como Andrés Manuel López Obrador.

Pero, como siempre, el problema real está en quién paga la fiesta. Mientras el país se hunde en deudas, el Gobierno está dispuesto a gastar millones en un evento que tendrá poco impacto real en la vida de los colombianos. ¿Cuántos empleos verdes se crearán realmente? ¿Cuántos proyectos medioambientales en zonas rurales verán la luz? La verdad es que, al igual que en eventos similares, el impacto será mínimo para los colombianos de a pie.

Cuatro ejemplos de desidia: solo 33 de los 196 países que asisten a la COP llegaron con planes para cumplir las metas del evento y el resto no hizo la tarea, Gustavo Petro se queda dormido en las intervenciones y Jaime Raúl Salamanca, con micrófono abierto, expresó que llegó a la COP a “descansar”, dejando en segundo plano las actividades propias de su rol como presidente de la Cámara de Representantes: “Marica, sudé esto, güevón, y yo que venía a Cali a descansar”. Nefasto.

Y el postre. En un discurso al final de la semana, Gustavo Petro reconoció la ausencia de mandatarios a la COP. “Ni siquiera Lula me acompañó”, dijo.

Todo bajo la presencia de los barras bravas petristas de la primera línea y la bendición y defensa de Alejandro Éder, un alcalde camaleónico que un día es santista, otro petrista y otro uribista, y que piensa que es más vivo que el vivo y que todo lo puede controlar. El burgomaestre quedó con la boca abierta cuando en la mismísima apertura del evento, Gustavo Petro se fue con todo contra los negocios de su familia y le tiró un par de pullas, a pesar de que este le puso tapete rojo y se acomodó rodilleras. Así le paga el diablo a quien bien le sirve.

Éder igual que Petro le mienten a la gente cuando, por ejemplo, afirman que The New York Times califica la cumbre ambiental como la más importante del mundo, cuando en realidad el artículo del diario al que hacen referencia dice que “podría ser la cumbre más grande” (tamaño) dos cosas distintas y además hace una dura crítica sobre Colombia, que habla de medioambiente cuando lo destruye la guerrilla con el narcotráfico y la minería ilegal.

La COP16 es un espejismo verde, una cortina de humo para esconder la cruda realidad que vive el país y una lavada de cara para el presidente, pagada por los contribuyentes. El evento dejará a duras penas un manifiesto y no un compromiso vinculante de protección ambiental. Gustavo Petro y Susana Muhamad usan este evento como un teatro político, diseñado para fortalecer sus ambiciones personales, mientras ignoran las verdaderas necesidades del pueblo. Nada de esto tiene como objetivo Cali, ni Colombia, ni el ambiente. Solo beneficiará a tres apellidos: Petro, Muhamad y Éder.

Recuerden esto, la COP es el preludio de lo que serán las elecciones de 2026: un Gobierno con millones en pauta para callar medios y contratos para montar megaeventos políticos disfrazados de causas sociales, políticos oportunistas que se acomodan y permiten que pase lo que pase, primera línea aplaudiendo y agrediendo, bodegas cancelando a quien cuestione e inocentes bailando en el país de las maravillas mientras el Titanic se hunde.

Perdón por reventarles la bomba de la fiesta, pero a mí no me callan ni con pauta, ni sacándome de mi lugar de trabajar. Seguimos. Para verdades el tiempo.