En los últimos días he recibido varias peticiones de análisis sobre el impacto del tema Santrich y Márquez en las disidencias de las Farc y en general en el proceso de paz. La respuesta podría ser apresurada, por eso me tomé varios días en recoger información, pedir opiniones y aclarar mis ideas. Aunque aún es pronto para dar respuestas tajantes, se podrían hacer cuatro tipos de análisis. Las disidencias de las Farc son, en la actualidad, 22 grupos. Algunos grandes, otros pequeños, y en general operan en poco menos de 60 municipios. Antes del proceso de paz, las Farc operaban en 242 municipios del país. Estamos por tanto hablando de una geografía pequeña de estas disidencias. De esos 22 grupos, cerca de 9 están agrupados y operan bajo una misma línea de mando, aunque con grados de autonomía importantes. Este grupo es el que más preocupa y está al mando de Gentil Duarte. Se cree que poco menos de 2.000 exguerrilleros de las Farc habrían reincidido, y luego hay otro grupo de nuevos reclutas que alcanzarían los varios centenares. La antigua guerrilla de las Farc estaría dividida en tres grandes sectores. Por un lado, los que están en el proceso de reincorporación, que son la mayoría. Al otro lado, están los que reincidieron, los cuales, como se dijo, serían cerca de 2.000 exguerrilleros. En la mitad hay un grupo pequeño de mandos altos y mandos medios, que se le ha denominado los semiclandestinos, donde están Iván Márquez, Romaña, el Paisa y hasta Santrich. Es de aclarar que el primer grupo de exguerrilleros, los que transitan a la legalidad, no es una estructura compacta, el partido político está hecho trizas por las divisiones internas. Hasta hace un mes, estas disidencias tenían dos posibles caminos. El primero era entrar en un proceso de descomposición o bandolerización. Sería muy similar al ocurrido en la mitad del siglo XX con las diferentes amnistías luego de los años de la violencia. El otro camino es el de convertirse en una nueva guerrilla. La primera opción es más violenta y tiende a ser un periodo corto de tiempo. La segunda opción, puede no ser violenta inicialmente, pero obviamente es la peor de las dos opciones, pues es revivir el conflicto armado político. En este punto, la pregunta obvia es saber de qué depende que se den una u otro opción. La respuesta es sencilla: de la cantidad de mandos medios que reincidan. El problema no es la reincidencia de la base, soldados para una guerra se consiguen fácilmente, el problema central son los mandos. Hay zonas del país donde grupos de disidencia no han podido crecer por la ausencia de mandos, el Putumayo es un buen ejemplo. Por todo lo anterior, el tema Santrich era tan complicado pues una buena parte de los mandos que han reincidido lo hacen por el tema de lo que ellos llaman seguridad jurídica. Ahora, estamos en un punto definitivo, la reincidencia de este grupo de los semiclandestinos podría llevarnos a crear una nueva guerrilla, de ahí que lo que suceda en los próximos meses será definitivo. Sin embargo, ya a este punto, se puede decir que de los 22 grupos de disidentes el problema está en los Llanos Orientales. En el resto del país los grupos disidentes han entrado en un proceso de descomposición. También se debe decir que la relación entre los mandos de la disidencia de los Llanos Orientales y los semiclandestinos es complicada, pues difícilmente la vieja estructura de mando de las Farc se mantendrá en la disidencia. La distribución de roles y funciones no es tan fácil de determinar.
Así las cosas, las acciones del Gobierno, del propio partido Farc y de la sociedad serán determinantes para saber si a comienzos del otro año estamos con una nueva guerrilla o estos grupos entran en proceso de descomposición. La peor opción es la de una nueva guerrilla, pero todo parece indicar que algunos mandos de las Farc y el uribismo coinciden en ese esfuerzo, los primeros para desacreditar los mandos que están en la legalidad y retomar su base social. Los segundos, por estrategia política, un gobierno que tiene el 28 por ciento de aceptación, apenas con un año de mandato, está desesperado por repuntar, y todo indica que su estrategia es la misma que la de cualquier gobierno neopopulista: crear fantasmas y qué mejor que revivir a las Farc.