Concluyó el periodo legislativo y los presidentes del Congreso y Senado alardearon de lo bien que realizaron su trabajo, como si las acusaciones de corrupción se hubieran evaporado.
Oír a Andrés Calle presumir de su labor te deja perplejo. ¿Dónde quedaron los 1.000 millones que Sneyder Pinilla asegura que le entregó en su apartamento monteriano para engrasar dicha labor?
Igual se pavoneó Iván Name por su actuación, marcada, dijo, por equilibrar todas las intervenciones. ¿Y los presuntos 3.000 millones que le dieron, según Pinilla, para potenciar la maquinaria aliada del petrismo?
Las maniobras para ceder la presidencia a María José Pizarro en momentos clave quedarán para siempre en los anales de las jugaditas maestras senatoriales.
Como pasa de todo y no pasa nada, cayó el telón del teatro legislativo, empiezan vacaciones y cambiarán las presidencias sin mayores contratiempos. No hay vendaval que tumbe ese mercado persa ni una Fiscalía interesada en correr a destapar la olla podrida.
Pero nadie debe inquietarse por la falta de espectáculo hasta el 20 de julio. Verónica Alcocer saltó a la palestra con una iniciativa singular. Acudió a la Fiscalía de bolsillo de su esposo para pedir que investigue una supuesta campaña de calumnias de la que es sufrida víctima.
Cuando pensábamos que acusaría a Cabal, a Vicky y SEMANA, resulta que se trata de fuego amigo: el ataque lo orquestan funcionarios petristas y lo difunden en redes sociales.
Hasta donde sabíamos, un antiguo terrorista catalán, carente de escrúpulos, es el responsable palaciego de difuminar los infundios contra los que declaran enemigos. Y resulta que son las propias tropas las que disparan odio y desprestigio contra la primera dama al intentar implicarla en los robos de la UNGRD.
Tomar la decisión de hacer públicas unas peleas domésticas y obligar a la Fiscalía a perder el tiempo son fiel reflejo del caos con que gobierna Petro, del nulo interés por su gente y por lo que ocurre a su alrededor, así como del escuálido profesionalismo de su guardia pretoriana.
En todas las sedes presidenciales del mundo hay intrigas y luchas de poder, pero nunca supe de la intervención de un órgano judicial para poner orden interno.
Sería irónico que una fiscal que ha pasado de puntillas por el caso Marelbys, con policías detenidos y un fallecido, se la vaya a meter toda a una cuestión que solo atañe al matrimonio presidencial y a su relación personal.
Sigo pensando que Alcocer, que ya no cuenta con su asesora de cabecera de marketing político, no ha cejado en su candidatura de 2026. ¿Estará convencida de que sus rivales zurdos estén sembrando minas para dañarle el caminado?
Puesto que los expertos en política palaciega señalan a María José Pizarro como la favorita de Petro, ¿están sus francotiradores asestando golpes a la dama?
Verónica acaba de retornar de Suecia, en donde, según le contó a Darcy Quinn (La FM de RCN), María Elena Romero, la mano derecha en esas lides, alargó la estancia para completar tareas de cooperación en Suiza que Petro dejó inacabadas. Recuerden que le dio un súbito deseo de desairar a Ucrania y se devolvió a Colombia antes de tiempo.
No especificó en qué consistía la misión, fuera del recurrente “agenda de cooperación internacional”, ni qué fines personales persigue y por qué ejerció funciones que no le corresponden. “No podemos dejarla sola en su tarea de ayudar a los demás”, escribió Romero, con un exceso de lambonería, para justificar que la acompañara en la gira.
Pero seguimos sin conocer el verdadero papel que juega Verónica Alcocer, nunca ha sido transparente, es una poderosa rueda suelta que Petro contenta sin rechistar, él sabrá por qué. Lo prueba la ridícula apelación a la Fiscalía para que averigüe chismes de Palacio. No sería extraño que la fiscal general ordene tratar el asunto casero con mayor urgencia que la incómoda corrupción de Nicolás Petro, que preferiría minimizar, o la de la UNGRD que salpica al Gobierno.
Por si fuese poco show, el lunes arranca el culebrón protagonizado por un criminal, resucitado como Lázaro, y gran estafador.
Engañó a la mitad del país que creyó en la patraña de Cuba; le regalaron aureola de pacifista, legitimidad política, curul, foco y plata. Pero mordió la mano que le tendían y reanudó la matazón de compatriotas y la robadera para vivir a costa del prójimo.
Y como en este país ambas actividades son irrelevantes, vuelven a brindar una vitrina mundial a Iván Márquez, un sujeto que disfruta, tanto como Petro, pronunciando discursos rebosantes de cinismo y cursilería barata.
Para completar la mascarada, la Iglesia católica corrió a bendecirla. Debe ser que para el Vaticano los malvados, los irredentos pecadores, somos los que criticamos tamaña patraña que tendrá lugar en el escenario perfecto: la tierra del tirano venezolano, socio de Vladímir Putin, para lavarle la cara y mostrar que solo anhela la paz planetaria.