Cuando el doctor Álvaro Uribe se lanzó a la Presidencia como candidato liberal disidente y derrotó al pretendiente oficial en 2010, el presidente López Michelsen propuso que se le entregara la jefatura del liberalismo conforme al precedente establecido por el doctor Eduardo Santos cuando en 1947 el sector oficial que él lideraba fue derrotado por Jorge Eliécer Gaitán. El doctor Santos le envió las llaves de la dirección liberal como forma de transmisión del mando. En 2010 las jerarquías oficiales habían sido destituidas por el pueblo, pero se resistieron a sacar las conclusiones inevitables del desastre. En vez de arropar al vencedor resolvieron irse a la oposición. Después se fraccionó en lo que hoy es Cambio Radical y el Partido de la U. Hoy el expresidente encabeza la fracción más autoritaria y radical en el espectro político nacional, que quiere destrozar la paz que hoy disfrutamos con las Farc, pues a ello conduce inevitablemente la pretensión absurda y jurídicamente inviable de eliminar la elegibilidad de los exguerrilleros a los cuerpos colegiados, meter a algunos cuantos a la cárcel y acabar con la JEP. En una palabra, sembrar la semilla de una nueva violencia guerrillera. El liberalismo, pues, se ha venido encogiendo. No puede ser de otra manera ya que las directivas de esa colectividad lo han convertido en un partido de exclusiones. En vez de sumar a los inconformes aún con el propio pensamiento dominante a su interior, se han dedicado a hacer a un lado a quienes piensan distinto. Es así como recientemente se inventaron declaraciones hechas sobre medidas que terminaron excluyendo por una u otra razón a líderes tan importantes como Juan Manuel Galán, Viviane Morales, Alfonso Gómez Méndez, Sofía Gaviria, para solo mencionar los más notables. Tampoco tiene una política de tender puentes, de atracción de líderes de inequívoca estirpe liberal como Clara López, para solo aludir a un caso. Tampoco ofrece como antes, ser el vocero de los intereses del pueblo todo entero en busca de libertad, justicia, solidaridad, igualdad, y respecto de esta, igualdad de oportunidades ante la vida. ¿Qué legitimidad tiene, si hoy mismo está aprobando en el Congreso un acto legislativo para quitarle el derecho de acceso a la función pública a quienes no voten en las elecciones anteriores? ¿Cómo puede sobrevivir un partido que se dice liberal pero adopta para los colombianos medidas discriminatorias como esta que es sustancialmente idéntica a las que impuso Hitler contra los Judíos? ¿No recuerdan las directivas y los congresistas del Partido la "Ley de la Restauración de la Administración Publica" de 1933 en la Alemania nazi? No tiene una propuesta para los diversos problemas del país y es como los otros partidos un simple agregado de líderes regionales sin estatura nacional, a pesar del esfuerzo que significa a este respecto la circunscripción nacional para crear esos liderazgos. ¿Dónde está una propuesta fiscal que estimule la creación de empresas sin las cuales el empleo no existe? Ser desempleado es la peor forma de marginación, que afecta a los ciudadanos no solo económica sino sobre todo psicológicamente pues la gente se siente inútil, buena para nada, lo que conduce a su depresión y a veces a desenlaces fatales.¿Dónde la iniciativa, por ejemplo, para que todas las personas naturales tributen en función de sus ingresos sin parar mientes en su fuente, desde que sea legal? ¿Dónde una política pedagógica para mostrar que al interior de la empresa es preferible la colaboración a la confrontación? ¿Que si le va mal a la empresa le va mal a los trabajadores y a los desempleados pues disminuyen sus oportunidades, y si le va mal a los trabajadores termina, tarde o temprano, yéndole mal a las empresas? El clientelismo es el ‘régimen‘ que si se practica al por mayor, globalmente, se llama gobernabilidad. Y si al detal, cohecho. El clientelismo es la negación del derecho a la igualdad de oportunidades en materia de acceso a la función pública, a las oportunidades de educación que ofrece el Estado y la financiación de la misma, así como respecto de la contratación pública. En relación con este último punto cursa en la Cámara de Representantes el proyecto de ley para establecer el “pliego tipo” en las licitaciones. No he visto al Partido Liberal entusiasmado con la idea frente a los ataques que provienen de unidades de todas las facciones políticas dizque porque eso afecta la autonomía departamental y municipal. ¿Habrase visto? El “pliego tipo” no cauteriza todas las venas rotas de la corrupción en materia de contratos pero frena los llamados “pliegos sastres”, que son el instrumento para canalizar hacia los financiadores de las campañas, la contratación municipal, departamental y nacional. De aprobarse la iniciativa, las entidades territoriales podrán continuar decidiendo sobre las obras a ejecutar y los servicios a prestar. La descentralización administrativa continúa intocable. Las posibilidades de corrupción se disminuyen. Y es que la corrupción está conspirando contra la descentralización fiscal, administrativa y política de departamentos y municipios. Es una razón adicional para combatirla. Pues bien, el partido está ausente de esta batalla contra el clientelismo. No ofrece propuestas concretas que le pongan un dique efectivo. Pero el país está hasta la coronilla por cuenta del clientelismo y de la corrupción, y de eso da cuenta, por un lado, el abstencionismo que ahora quieren suprimir castigando a los no votantes, y por otro, el marginamiento de la vida electoral de las mentes “más honestas y más capaces”, naturalmente con excepciones que confirman la regla. Todo lo anterior para no hablar de que el clientelismo también elimina en la práctica la separación de poderes consagrada en la Constitución entre el Ejecutivo y el Congreso. De otro lado, lo políticos no deben elegir a los jueces, pero es exactamente eso lo que hacen con un número importante de ellos. ¿Por qué el partido no se compromete con eliminar la financiación privada de las campañas, fuente de corrupción, de un lado, y de la plutocracia en que se ha convertido nuestro sistema político, hasta el punto de que no es posible ponerle un impuesto a las bebidas azucaradas?, para solo poner un ejemplo.¿Dónde están las propuestas liberales para eliminar las exenciones tributarias y racionalizar los subsidios?¿Dónde una política para lograr la competitividad de nuestra industria y nuestra agricultura? A mayor competitividad de nuestros productos y servicios, mayor empleo y mayor expansión empresarial y crecimiento del PIB. ¿Dónde está una política selectiva para, en este mundo de la globalización, proteger algunas líneas industriales para lograr en un cierto horizonte de tiempo ser competitivos, como lo han hecho otros países de América Latina? Con una escasa votación, apenas natural, tiene el partido, sin embargo, un muy buen candidato: Humberto de la Calle que brilla con luz propia. Sus posibilidades son grandes si apela a la juventud que siempre es idealista y los idealistas de manera general son liberales. De llegar a la Presidencia de la República puede ser una esperanza de cambio para todos los colombianos, pues está comprometido con la reconciliación y con “limpiar la política”, que entiendo como eliminar el clientelismo, y su sacrificio y su éxito en La Habana lo gradúan en colombianismo.Su labor como jefe del equipo negociador del Gobierno no es apreciada aún en lo que vale pues en Colombia, como dice la ranchera, “la vida no vale nada”, hasta el punto de que se asesina por robar un celular, hasta el punto de que la disminución en las muertes por razón del conflicto que pasó de poco menos de 3.000 en 2002 a cero en este año (El Tiempo, 19 de noviembre 2017, 5.1), no es suficientemente apreciada quizá porque nadie agradece las desgracias que se le evitan. Finalmente, parodiando una célebre frase de un presidente mexicano podemos decir: Pobre Partido Liberal tan cerca del clientelismo y tan lejos de sus ideales tradicionales de libertad, igualdad, justicia y solidaridad._______________Añadido: “Un país necesita un aglutinante poderoso, un sueño compartido, un proyecto nacional. Después de decenios de seguir un antiproyecto, la guerra, al fin encontramos uno noble, la paz. Si la vida es el mayor bien, la guerra es el peor mal. Por fin lo estamos entendiendo”. (Julio César Londoño, El Espectador, 18 noviembre de 2017) Constituyente 91*Noviembre, 22 de 2017