Solo hay una comunidad indígena, de apenas 113 almas, en el área donde cayó la avioneta. Y en las diez horas que demoras desde Cachiporro, por el imponente Apaporis, hasta la zona del siniestro, apenas encuentras tres pequeñas fincas aisladas, muy distantes entre ellas y enclavadas en un océano de selva virgen.
En todas cultivan y crían los animales que necesitan para comer. El minúsculo centro poblado más cercano, caño Tacunema, donde solo en algunas ocasiones encuentran productos que transportan por el río Vaupés desde Miraflores, Guaviare, dista uno o dos días de navegación, según el punto de partida de los lugares citados. Y se trata de una ruta tan solitaria que solo nos cruzamos con una canoa en los tres días de viaje.
¿A dónde podría ir la guerrilla a conseguir alimentos para los niños? Para llegar a Tacunema no existe manera distinta a surcar el Apaporis. Y después del 1 de mayo resultaba casi imposible hacerlo sin correr el riesgo de que los detectaran la Fuerza Aérea, que hacía constantes sobrevuelos para dar con la aeronave, o la tropa de Fuerzas Especiales, que fueron incursionando en el área.
Tampoco las fincas parecían una alternativa viable. Se convirtieron en paso obligado de los indígenas y otras personas que colaboraron con Avianline en la búsqueda. Y no podían garantizar que algún foráneo no se fuera de la lengua.
Lo indudable es que el frente Primero de las Farc, que tiene en esa región uno de sus feudos más tradicionales, tuvo que interesarse por el accidente como haría cualquier autoridad local. Las mismas Fuerzas Militares reconocieron que hallaron un campamento. Pero, dijeron, ya estaba en desuso.
Aunque la región no resulta tan interesante como antaño, cuando florecían los cultivos de coca, sigue siendo importante para las Farc por su historia y su situación estratégica. El avión se estrelló en el municipio de Solano, Caquetá, a tan solo hora y media caminando del Apaporis. Y preciso la orilla contraria es Guaviare y aguas abajo enseguida encuentras Vaupés. Sin olvidar la cercanía con el brasileño Puerto Betancurt.
Si bien todo indica que los niños anduvieron solos unos días y pernoctaron en los refugios que más tarde encontraron los soldados, desde el principio existía la hipótesis de que los cuatro hermanos estuvieron en manos de alguien un tiempo.
Las informaciones del Ministerio de Defensa indicaban que las Farc no andaban cerca. Por tanto, me incliné a creer que los hubiese hallado algún nativo. Pero en los días que estuve en Guaviare, Vaupés y Caquetá, y tanto por unos datos precisos que recabé, así como por diversas fuentes que permanecerán en el anonimato, concluí que el frente Primero de las Farc de Iván Mordisco los encontró antes que nadie y los mantuvo en sus manos.
Pienso que, cuando temieron que los niños murieran por desnutrición y se sintieron seguros, los dejaron en un punto protegidos por un toldillo.
El cabo suelto que me faltaba por atar estaba en Vaupés y el Apaporis. El 16 de mayo el ICBF adujo que trabajaba con comunidades en la zona y por eso obtuvo la información de que llegarían los niños a Cachiporro en una embarcación. Pero la única comunidad en el área es la mencionada y no tienen ningún programa con ellos.
Luego había que entender las razones de la guerrilla para no alimentar a los pequeños. Y al recorrer la región comprendí que no podían hacerlo aunque quisieran. Por una vez acepté su lógica. Un grupo armado nunca corre peligro por una acción humanitaria, máxime cuando la mamá falleció en el siniestro y al papá las Farc lo habían amenazado de muerte, así que les era indiferente su sufrimiento.
Si el frente Primero tuvo secuestrados a policías, militares y civiles entre seis y diez años y se acostumbró a ignorar los llantos de sus familiares, guardar a cuatro pequeños unas semanas no debió parecerles nada malo.
Mi hipótesis no demerita la heroicidad de Lesly y sus tres hermanos. Salir ilesos de un accidente aéreo, soportar el dolor de ver a su mamá muerta, resistir en la selva solos y después con un grupo armado en condiciones precarias tiene el mismo valor.
Tampoco choca con las tradiciones culturales indígenas. En Vaupés, todos los habitantes de las distintas etnias y colonos de Cachiporro y los del río con los que hablé, al igual que sucedió en Guaviare y Caquetá, achacaban a la Madre Selva y Madre Tierra la sobrevivencia de los niños. Ni con las creencias de los indígenas de Araracuara, que lo adjudicaba a los dueños de la selva. Y no busquen teorías conspiratorias entre ellos y la guerrilla.
Don Rubio tomó el yajé la noche del jueves y de madrugada el espíritu con el que se conectó le indicó el camino para encontrar a los hermanos. Los que lo conocen dan fe de que posee un don extraordinario, al igual que otros sabios indígenas.
En cuanto a las Fuerzas Especiales, hicieron un magnífico trabajo en el terreno. Escrutaron más de 2.000 kilómetros con un admirable profesionalismo. Pero algo en las alturas bogotanas falló y desecharon pistas.
Estoy convencida de que el presidente y el ICBF conocen más de lo que han admitido. ¿Por qué no lo revelan? (En próximos días ampliaré la información en SEMANA).