Pasan los siglos y, desgraciadamente, la frase de Nicolás Maquiavelo, recogida en 1513 en El príncipe, siempre está de actualidad: “El que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra”.
Muy similar a otra máxima del estadista británico Winston Churchill: “El que se humilla para evitar la guerra, tendrá la humillación y tendrá también la guerra”.
Sigamos, colombianos, viendo a diario la humillación, alcahueta y con guiño del “gobierno” de turno, a los soldados de Colombia, por parte de todo al que se le antoja y que se dejan “instrumentalizar” de los criminales, para maltratar de palabra u obra a nuestros soldados, que cumplen su misión constitucional en los diferentes territorios del país. Esto es de la más alta gravedad y a los ojos de todos estos hechos criminales pasan inadvertidos. Muy lamentable que ni su “comandante en jefe” ni su “ministro de Defensa Nacional”, como tampoco senadores o representantes salgan en defensa de las instituciones… y no quiero seguir nombrando personas con cargos sensibles que están en la obligación moral, institucional y constitucional de ponerle orden al desorden. ¿Qué carajos nos está pasando a todos que nos quedamos como “zombis” viendo toda la situación caótica de Colombia y aún seguiremos esperando que aparezca un “mesías” no sé para qué? Para que salga a salvar nuevamente el país, así como alguna vez se hizo en el maquiavélico asalto y toma del Palacio de Justicia por parte de la estructura criminal del M-19. Y que ese “mesías”, llamado brigadier general Jesús Armando Arias Cabrales, siguiendo instrucciones del entonces presidente de la República, Dr. Belisario Betancur Cuartas (q. e. p. d.) cumplió la orden con el personal bajo su mando de llevar a cabo la recuperación del Palacio de Justicia. Y al final de su leal y estricto cumplimiento del deber, consagrado en la Constitución y de la orden verbal de señor presidente, aún hoy siguen crucificándolo, y aquellos que aplaudieron y lo felicitaron en su momento, guardan silencio ante esta injusticia.
Dios siga iluminando a nuestros soldados, que lo daban todo a cambio de nada y hoy pareciera que lo seguirán dando todo, pero a cambio de –en un futuro incierto que vivimos a diario– ser crucificados y aparte ser torturados con lanzas políticas, jurídicas y mediáticas. Hoy muchos colombianos en una actitud emotivamente irresponsable tratan de mandar mensajes salidos de todo tono, expresando: “General Zapateiro, salve usted la patria”. ¿Salvarla de quién o salvarla de qué? Salvarla de nuestra indiferencia. ¿Y dónde están los verdaderos mecanismos democráticos para evitar que se sigan burlando del “pueblo elector”, que solo fue un número de tantos que querían otro tipo de gobierno? ¿Y quién gobernará entonces a ese otro gran número de colombianos que hoy gritan y lanzan arengas y mensajes de todo tipo, mostrando su inconformismo por las malas decisiones de quien hoy tiene la gran responsabilidad nacional e internacional de regir los destinos de esta patria, y que pareciera que estuviera sin un equipo de trabajo que lo asesore y le ayude a pensar para gobernar de la mejor manera? ¿A qué juegan con los colombianos? Pienso que al final los pueblos son víctimas de sus propias decisiones. Hoy vemos cómo debilitan la Fuerza Pública hasta llevarla a un estado de total aniquilamiento como fuerza responsable de mantener al lado de la Policía Nacional “la libertad y el orden” hoy hecho trizas.
A lo largo de más de dos siglos Colombia se ha mantenido con muchas situaciones difíciles, pero que unidos y pensando solo en país las hemos sacado adelante. Pero hoy que tan difícil ha sido poder entender que aquí no se está jugando con el futuro de unas cuantas personas y que al final algunos desleales salgan con conductas deshonrosas individuales de vender su carácter, su pensamiento, su honestidad, su apellido por solo salir favorecido con 30 monedas de plata. ¡No, señores Judas! Por ahí no es el camino, colombianos. Óigase bien, por ahí no es. Aquí tenemos que pensar en patria, país, nación, pueblo y bien común. Aquí tenemos que dejar de seguir desangrando a Colombia y concentrarnos en gobernar de la manera como lo prometieron antes de llegar a esos cargos que, si no se desempeñan con altura, honestidad, conocimiento, mente abierta al asesoramiento, pensando solo en país, nada será posible para llevar a Colombia al punto ideal que todos queremos.
Soy solo un soldado más de este país, pero que sirvió con amor a su patria durante muchos años, dejando atrás mujer, hijos y hogar. Sin importarme nada más, sino servirle a mi patria. Y muy seguramente somos muchos los que trabajamos con esa sola intención, sí, la de servir de manera desinteresada, sin esperar nada a cambio.
¡Colombianos! A nuestra Colombia la salvamos todos y cada uno de nosotros, si cada uno coloca su grano de arena desde lo más profundo de su ser. Continuando con la corrupción en todas sus formas y maneras inescrupulosas, será muy difícil salir de este fango en el que nos metieron y pareciera que entre más miramos formas de salir del mismo, más nos hundimos, sin que a nadie eso le interese.
Como general de la República puedo decirles, colombianos, que hemos aprendido de la historia de Colombia. Y si los soldados sienten que sus “padres de la patria” –título este muy bonito, pero difícil de ejercer– no se preocupan por buscar leyes que de verdad dignifiquen a sus soldados, los protejan y blinden ante tanto atropello… ellos, mis queridos y admirados soldados, suboficiales y oficiales, se irán debilitando en sus convicciones de seguir defendiendo hasta con su propia vida si fuese necesario esta patria tan golpeada. Porque la preocupación que hoy me embarga es la de pensar si todo esto que está ocurriendo no va en detrimento precisamente de la Fuerza Pública. Sí, necesitamos reformas, pero reformas que fortalezcan las leyes que blinden y protejan a quienes velan por la seguridad y defensa de la Nación.
Entonces, dejo claridad que así como un día histórico ya nombrado por un compañero y superior, soldado del mar, bien lo plasmó en su último artículo publicado en este medio, cuando escribió que la retoma del Palacio de Justicia, llevada a cabo por criminales del M-19 y que hoy después de lograr un perdón político –“amnistía”– Colombia les dio la oportunidad democráticamente de estar donde están, pero que sin duda alguna hoy “lideran” y siguen con ese mismo odio y rencor, y solo les digo, que así jamás saldremos adelante como país. Lo cual nos deja ver con claridad, que de nada nos sirvió humillarnos ante semejantes barbaries, para buscar la paz, porque esta aún está muy lejos de lograrse, pero la humillación si está presente cada día.
Mi mensaje solidario para las Fuerzas Militares, Policía Nacional y a todo el pueblo colombiano es el de seguir dando todo lo que esté a nuestro alcance ceñidos a nuestra Constitución para salvar la patria. Porque muchos de quienes hoy “lideran” el país son los verdaderos responsables de los hechos sucedidos en el Palacio de Justicia y que se califican como delito de lesa humanidad. A nuestro compañero y gran general Jesús Armando Arias Cabrales lo seguiremos acompañando en la soledad de su vida en el retiro. Siga, mi general, defendiendo su honor con hidalguía y convicciones de un buen soldado. Su legado quedará tallado en nuestras mentes y corazones, y que estas generaciones y las futuras aprendan de su carácter y ejemplo. Mi general, toda mi admiración, aprecio, consideración y respeto por poner por encima de su bienestar personal, el bienestar y buen nombre de toda la institución. Dios lo ilumine por siempre, mi general.
Finalmente, mientras asimilamos como militares y policías todo esto que nos ocurre al interior de nuestro país, tenemos que ir aprendiendo de otras disciplinas del saber para incursionar en la política y de manera democrática continuar sirviéndole a nuestra nación con pundonor, pulcritud y total honradez. Solo así seguiremos sirviendo a la construcción de país ya vestidos de civil, pero con el corazón pintado de amarillo, azul y rojo por una Colombia grande, respetada y libre.
General (r)
Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda
Excomandante del Ejército