Fue una decisión funesta. No solo porque afecta a un coronel respetado por sus hombres y los fiscales que trabajaron con él casos de orden público en zonas rojas, sino por el daño que hacen a la credibilidad del Ejército.

El aluvión de comunicados a favor del coronel José Luis Esparza y las pruebas que anulan las débiles acusaciones en su contra, revela que la decisión de sacarlo del curso de general, cuando estaba a punto de graduarse, es una nueva muestra de que bajo la figura de llamar a “calificar servicios”, sin necesidad de dar explicaciones, a veces se esconden maniobras turbias.

La misma manera de echarlo dejó en evidencia la intención de desprestigiarlo. Dieron la impresión ante los medios de comunicación de que limpiaban corruptos. De ahí que varios titularon: “Firman decreto para calificar servicios a cinco coroneles implicados en casos de corrupción”. Después se supo que solo un coronel, Amado Pinzón, tenía investigación abierta. Contra Esparza solo había chismes de vieja data, que sus mandos conocían desde hace rato. Y nada contra los tres restantes. Esa forma de actuar deja dudas acerca de la seriedad, honestidad y transparencia de algunas medidas.

Lamentable que no haya servido de escarmiento el repugnante montaje que el gobierno de Juan Manuel Santos le hizo al admirable almirante Bacci, ni las denuncias de oficiales y suboficiales contra el general Alberto José Mejía, por darlos de baja con idénticas argucias.

Esparza ha sido un oficial de inteligencia con una hoja de servicios impecable. Fue clave en la Operación Jaque, orgullo de Colombia, y en la captura de alias Pablito, el temido jefe del ELN que siempre ha sembrado el terror en Arauca. (Tiempo después se fugaría de la cárcel, pagando unos 4.000 millones, para instalarse en Venezuela).

A Esparza lo acusan de tener nexos con el ELN y de haber viajado con frecuencia a Cuba y Rusia. Quizá olvidaron que ya no existe la Unión Soviética, que apoyaba a las guerrillas. Y en cuanto a las fechas en las que supuestamente volaba a Cuba, estaba en Europa como adjunto de Defensa ante Bélgica, Luxemburgo y la Otan, y su única salida fuera del Viejo Continente fue a Israel. ¿Por qué no lo comprobaron quienes decidieron cortar su carrera militar?

Otro apunte: ¿es necesario recibir instrucciones en La Habana para colaborar con el ELN? ¿Será que ven muchas películas de espías?

También cuestionan su trabajo en Arauca los primeros años del siglo. La situación en aquél entonces era muy complicada en el departamento llanero. Sumado al terrorismo habitual de Farc y ELN, ambas bandas criminales se enfrentaron en una guerra que se prolongó dos años.

El entonces mayor Esparza era jefe de Inteligencia de la Central de Arauca de la Brigada 18. Contaba con el apoyo de la embajada norteamericana y uno de sus objetivos era evitar las voladuras del oleoducto Caño Limón-Coveñas. La unidad de Esparza, de la mano de la Fiscalía, logró sacar del camino (capturas, desmovilizaciones, bajas) a unos 300 guerrilleros del ELN, con labores complejas y peligrosas de infiltración y de captar subversivos y desmovilizados como informantes.

Hubo intentos de enlodar su nombre con videos y grabaciones que usaban en sus misiones. Pero la Fiscalía estaba al tanto de todo, así como otros militares, y siempre desecharon los falsos señalamientos. Usaron episodios como el concerniente a la desmovilización de alias Agrio, para probar la falacia de que Esparza protegía a las Farc e ignoraba al ELN.

Por esa misma causa lo denunció un suboficial bajo su mando, el 12 de agosto de 2006. Meses después, en marzo de 2007, tras la correspondiente investigación, la Brigada 18 falló a su favor: archivó el expediente y Esparza pudo seguir su carrera.

Compañeros y colaboradores que entrevisté y que pidieron no nombrarlos, manifestaron su respaldo. “Coincidí con él en Santander, en años duros, pasé luego por todo el país y una de mis funciones era velar por el respeto a los Derechos Humanos. Jamás escuché su nombre en nada delictivo”, afirmó rotundo uno de mis interlocutores.

El nombre del general Mario González Lamprea salió a relucir varias veces como la persona empeñada en quitarlo de en medio porque no lo quiere ver como su sucesor, me dijeron, en la Central de Inteligencia del Ejército. Por alguna razón, nunca estuvo de acuerdo con su ascenso. En ese sentido, sería bueno saber qué buscaba, en febrero de 2020, en el Batallón de Inteligencia Militar de Bucaramanga, el coronel Mario Sarmiento Reyes, mano derecha de Gonzáles Lambrea. Estuvo revisando documentos de pagos de recompensas y entrevistas a miembros del ELN en Arauca, en los años 2005 y 2006.

Y en marzo de 2020 circularon anónimos en chats de militares con las acusaciones contra Esparza antes mencionadas.

El propio Esparza envió una carta a su jefe en Bruselas, el general Ricardo Gómez Nieto, advirtiéndole de los escritos que corrían por esas alcantarillas virtuales, según publicó El Expediente. Lo incomprensible es que escrutaran el pasado del coronel para incluirlo en el curso de general y solo cuando estaba a punto de terminarlo y ascender a general, alguien acudió al Gobierno con infundios y lo llamaron a calificar servicios intentando dejarlo como un corrupto. Le metieron un gol al Gobierno, pero el desprestigiado fue el Ejército.