Se le vieron las orejas al burro. El Gobierno intentó mostrar dientes de apoyo nacional y demostró que la realidad de los hechos es que la piraña está mueca. La idea que tenía el presidente Petro era la de volcar una gigantesca cantidad de personas a las calles para presionar al Congreso y a las Cortes para que aprueben sus reformas, pero más allá de asistentes fletados se trató de una anémica demostración de apoyo al mandatario.
La idea de sacar gente a las calles para amedrentar a opositores y otras ramas del poder es sacada del libro de acciones de Hugo Chávez. Fueron múltiples las oportunidades que como reportero tuve que caminar las calles de Caracas acompañando las olas “rojas rojitas” que el presidente venezolano organizaba para ostentar una falsa popularidad.
Como en Colombia, el mecanismo era el mismo: buses llenos de supuestas organizaciones sociales, que casualmente son beneficiarias de millonarios programas de asistencia, uniformes y banderas de apoyo al jefe de Estado, cobertura extensa de los medios de comunicación del Estado, concierto, trago y vicio.
La reunión de barras bravas de Chávez fue mutando a cosas más graves. Esos mismos que empezaron caminando en las calles terminaron montados en motos con armas, agrediendo a todos los que no se unieran a la causa. Los motorizados y las milicias bolivarianas terminaron heredando la coordinación de los eventos de apoyo al mandatario. ¿Cuántos de esos bravos revolucionarios no estarán hoy cruzando por el Darién totalmente arruinados por el régimen que defendieron e impulsaron?
Un sondeo improvisado de varios reporteros que cubrieron las “marchas de la vida” de Gustavo Petro arrojó el siguiente resultado: de 100 personas preguntadas, 43 trabajaban para una entidad del Gobierno, 12 eran contratistas, 21 pertenecían a una organización campesina, 23 eran profesores y una no sabía qué hacía en el lugar. Aunque el ejercicio está lejos de ser uno estadísticamente válido, basta con darle una mirada a la Plaza de Bolívar para darse cuenta de que la mayoría de los asistentes eran personas vinculadas con un grupo de interés relacionado con el Estado. Coerción, interés y conveniencia.
Sobre la financiación de las marchas, su origen y costos quisimos indagar en La FM de RCN. En entrevista con la CRIC preguntamos directamente cuánto costaba toda la logística de su movilización a la capital pero uno de sus consejeros mayores, Jhoe Sauca, se negó a responder. Lo intentamos de múltiples maneras y le hicimos la misma pregunta ocho veces guardando toda la cordura y prudencia del caso, pero la respuesta fue la misma. Palabras más, palabras menos: qué le importa, nosotros pagamos impuestos, pregunte otra cosa y hacemos lo que se nos da la gana.
El riesgo de estos ejercicios, para quien los organiza es que salgan mal, como en efecto sucedió en Colombia. Aunque el presidente y sus lugartenientes habían hecho una fuerte campaña en sus organizaciones y afines, muy poca gente salió. El ejercicio destinado a la presión fue una nueva demostración de la cada vez menos aprobación que tiene esta administración. Más allá de los furibundos de las redes sociales, donde todo es tan manipulable y Petro se ve tan fuerte, se está quedando sin legítimos seguidores.
La ausencia de verdadero respaldo en las marchas debería poner a pensar al jefe de Estado en lo que realmente está pasando en el país. La gente se está dando cuenta de que la implosión presidencial es un escándalo diario que demuestra lo peor de las pasiones y las intrigas humanas. El bolsillo de los colombianos, cada vez más debilitado, le empieza a pasar factura a todo aquel que creyó en el cambio pero que no hace parte de algún programa de subsidio. Son muy pocas las familias que no están en la base de la pirámide recibiendo algún tipo de ayuda que sientan que su situación económica ha mejorado en esta administración. De igual manera ocurre con la seguridad. Los índices de delincuencia y violencia están disparados en el país producto de la idea creada por esta administración de que ser pillo paga.
En conclusión, a un mes de las elecciones, el presidente se dejó medir y le salió mal. Malos son los números de popularidad, malo es el respaldo no pago en las calles. Las cosas no le están saliendo bien, doctor Petro, y la culpa es única y exclusivamente suya, así quiera culpar a la luna, al viento, a los medios y a todos los fantasmas que lo atormentan.