Hoy, los medios de comunicación tienen el poder de elegir presidentes, llevar a una figura pública a la cima del mundo o convertir su existencia en un infierno. Pasar de héroe a villano no es solo una máxima del fútbol. Fue Santo Tomás de Aquino quien llegó a afirmar en una oportunidad que para ganarse el cielo había que pasar primero por el infierno. Y un amigo solía asegurar que cartagenero que no apareciera reseñado en las páginas del diario El Universal no existía. Hasta hace algunos meses, muy pocos medios de comunicación del país -con excepción seguramente de sus amigos y los miembros de la Federación de Ganaderos- sabían quién era María Fernanda Cabal Molina. Su nombre empezó a sonar cuando apareció en la lista cerrada del Centro Democrático, que en los comicios legislativos del pasado marzo obtuvo 20 curules en el Senado y 12 en la Cámara.Particularmente, supe de ella poco después que la prensa difundiera un trino venenoso en el momento triste en que el país político y cultural lamentaba la muerte del más grande de los novelistas que ha dado esta tierra y el mundo entero lloraba su partida.La señora, que seguramente cree con fervor, como toda fanática religiosa, en el cielo y el infierno y suele meter en una sola bolsa las posiciones ideológicas y las manifestaciones artísticas, no perdió la oportunidad y, en un acto que deja ver su poca sensibilidad y el desconocimiento de la grandeza del Nobel, tanto para Colombia como para el mundo de las letras, lo mandó al infierno porque en su estrecho y cuadriculado cerebro los únicos líderes con los que hay que mantener vínculos afectivos y políticos son aquellos que guardan similitud con el ‘Gran Colombiano’. Como soy un convencido de la máxima rousseauniana “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, me tomé el trabajo de rastrear en la red algunos datos de la señora y uno que salta a la vista es la pureza de su sangre política: es la esposa del presidente de la Federación de Ganaderos, José Félix Lafauri, señalado por varios paramilitares de Antioquia y Córdoba de ser uno de los grandes aportantes a ese megaproyecto sanguinario de la refundación del país.Pero este no es el único dato sobresaliente de esta señora egresada de la Universidad de los Andes. Una nota de la revista SEMANA la califica como uribista pura sangre. En palabras más sencilla: defensora a ultranza de las estrategias del mesías y una convencida, gracias a su atrofia histórica, de que esta cruenta guerra de 50 años la empezaron las guerrillas colombianas y que el Estado solo ha buscado, por medio de su Ejército de 500 .000 hombres, defender la institucionalidad democrática de los criminales que conforman las FARC y el ELN.Está tan convencida de lo anterior que en una entrevista que concedió para el portal KienyKe [17 de enero, 2014], ante la pregunta del periodista si es una defensora del paramilitarismo, responde: “Usted se defiende si lo van a asesinar. Si lee las historias de horror, la gente termina teniendo reacciones de defensa para proteger su vida. La autodefensa original, que se crea incluso en comunidades de base, Comunidad de Ortega, Cauca, que es indígena; incluso la original que se crea en el Magdalena Medio es auténtica”.Quizá con lo de “auténtica” quiso decir “legítima”. Pero lo que queda claro es que esta señora es, sin duda, una eufórica defensora de la máxima prediluviana del “ojo por ojo”. Todo lo que está por fuera de la ley es ilegítimo. Y atravesar los límites de la normatividad jurídica, ya sea por ignorancia, bravuconería o conocimiento de causa, nos convierte necesariamente en un delincuente. Defender lo que no se puede defender, o justificar lo injustificable, es un acto de irracionalidad pura. Y suplantar al Estado o tomarse por mano propia las atribuciones de este es un delito tipificado como tal en el Código Penal. Hasta la libertad tiene sus límites. Y crear grupos de delincuentes armados hasta los dientes para combatir a otros delincuentes armados de pies a cabeza, es atravesar los límites de esa libertad y entrar en los terrenos del quebrantamiento de las normas.“Las libertades públicas”, nos recuerda José María Perceval, “son una exigencia para lo que se requiere una fuerte disciplina individual. Sin este constreñimiento personal de los impulsos, sin esta asunción personal del deber, de la disciplina, de la ley, es imposible la democracia”.El desconocimiento de la norma no nos exime del delito. Es cierto que la opinión no está tipificada como uno, pero cuando nuestras afirmaciones infundadas [escritas con odio en el altavoz del Twitter] ponen en riesgo la vida de los otros, entonces se está cruzando esa frontera que delimita la libertad de expresión que tanto pregonamos con la injuria y la calumnia. La primera es un derecho concebido en todas las sociedades democráticas y civilizadas del planeta. Las otras dos constituyen un delito.En un país tan polarizado políticamente como el nuestro, un trino como los que publica frecuentemente la señora Cabal Molina tiene tanto poder como una bala disparada por un fusil. Una vez salida del cañón, resulta imposible detener con una hoja de papel, y el daño que produce al final es irreparable.POSTDATA: En un trino publicado recientemente, El Patriota Jaime Restrepo, copartidario de la señora María Fernanda Cabal y quien se hiciera popular por haber retado a duelo al senador Iván Cepeda, hizo la siguiente afirmación: “Los terroristas Alfonso Cano, El Médico e Iván Ríos estudiaron en la U. Nacional. Los coordinadores de “víctimas” son de la U. Nacional. ¿Conclusiones?” La respuesta a tan difamatoria afirmación no se hizo esperar. Julieth Torres Menjura, una trinante ofendida, seguramente porque es egresada de esta institución académica, escribió: “Los delincuentes Andrés Felipe Arias, Samuel Moreno y Pilar Hurtado estudiaron en la Universidad de los Andes. ¿Conclusiones?”MORALEJA: No lances piedras a la casa del vecino si tienes ventanas de cristal.En Twitter: @joarzaE-mail: robleszabala@gmail.com*Docente universitario.