Puede que a los colombianos no nos haya costado ni un peso la asesoría de Tony Blair. Sin embargo, en política, dicen los que saben, no hay nada gratis. Si todo fuera tan claro el superministro, Néstor Humberto Martínez, no se hubiera pegado la enredada que se pegó al intentar explicar ante los medios, la naturaleza y el objeto de los cuestionados contratos firmados con Tony Blair revelados hace unas semanas por el periodista de La Hora de la Verdad, Sergio Held, que fueron publicados por el Sunday Telegraph de Londres en una extensa nota el domingo pasado. Según la información revelada por estos medios, el gobierno colombiano habría firmado un contrato en el 2013 con Tony Blair y Planeación Nacional para que los asesorara en el tema de ver cómo y en qué proyectos se podía utilizar el dinero derivado de las regalías que pagaban las multinacionales mineras, tal y como lo establecía el Sistema General de Regalías. El segundo contrato de asesoría se firmó en 2014, y según la denuncia no se tiene aún muy claro su propósito. Held también reveló un detalle que sorprendió a muchos, pero que no tuvo mayor impacto mediático hasta que lo publicó el Telegraph: que la asesoría de Blair a Colombia no había sido pagada por el gobierno colombiano sino por un país árabe, específicamente por Mubadala, el fondo soberano de inversión de Abu Dabi, de propiedad de los Emiratos Árabes, reconocido por ser uno de los fondos de inversión estatales más grandes del mundo, dueño de un portafolio de cerca de 40.000 millones de dólares. El superministro confirmó que esos contratos existían y que era cierto que la asesoría de Blair había sido pagada por los Emiratos Árabes. Sin embargo, su faena comenzó cuando le preguntaron si no eran extraños esos cruces, y él respondió diciendo que en el mundo en que él antes solía moverse ese tipo de contratos eran muy comunes en la cooperación internacional y que podía asegurarnos que el contrato no tenía nada de ilegal, no presentaban ningún conflicto de intereses para Tony Blair y que, además, “los Emiratos no habían tenido ninguna ventaja para hacer negocios en el país”. Por poco nos convence de que lo que deberíamos era agradecerles a los Emiratos Árabes por habernos dado la posibilidad de contar con semejante crack para asesorarnos en materias de buen gobierno y manejo de regalías. No sobra la pregunta: si todo era tan claro y transparente, ¿por qué no se le contó la verdad al país en torno a este contrato en las primeras de cambio? El superministro tiene razón en decir que probablemente aquí no hay nada ilegal, pero eso de que los Emiratos Árabes financian la asesoría de Blair en Colombia por un arrebato de filantropía no se lo cree ni Mandrake. Tampoco convence su explicación en materia de que no hay conflicto de intereses para Tony Blair. Cuando los periodistas de Yolanda Ruiz le preguntaron si no era por lo menos indelicado que el país que financiaba la asesoría de Blair tuviera una mina de oro, por la cual acaba de pagar 400 millones de dólares, respondió diciendo que eso no implicaba ningún conflicto de intereses porque la asesoría de Blair para “consolidar el sistema general de regalías” era para ayudar a Planeación a identificar pequeños proyectos para que estos pudieran ser construidos. ¿Ustedes creen que un fondo de inversión como el de Abu Dabi estaría interesado en la carretera a Chigorodó?, le dijo a Yolanda Ruiz de RCN. Dos reflexiones superministro: así como a usted le cuesta creer que el fondo soberano de Abu Dabi financió la asesoría de Blair en Colombia porque estaba interesado en construir la carretera a Chigorodó, a mí me cuesta creer que Blair haya sido contratado por Planeación para hacer esos pequeños proyectos de bajo impacto. Pregunto: ¿eso no lo podía hacer mejor Planeación Nacional que tiene expertos en esa materia que sí conocen las regiones? Ni el más ingenuo creería que Tony Blair fue contratado por Abu Dabi para ver cómo es que se puede terminar el acueducto de Carmen de Bolívar en Colombia. Es más, ¿quién cree que Tony Blair sabe dónde queda Chigorodó o Carmen de Bolívar? Pero además, al otro día de que el superministro salió a los medios, el propio gobierno publicó los reportes que envió la firma de Blair sobre los éxitos de su asesoría y por sus conclusiones se advierte que su interés tampoco era la carretera a Chigorodó. Sus reportes están plagados de lugares comunes, que poco aportan. Uno de ellos llegó a la flamante conclusión de que “el país necesita una mejor comunicación entre el nivel central y regional” y para ello propone generar una relación de trabajo más fluido y de mayor confianza con los departamentos. Y qué tal esta otra perla, en la que se propone como gran cosa “incluir una visión regional y no únicamente la del gobierno nacional”. Es evidente que esta asesoría con el gobierno colombiano no era sino para lo que no se puede decir: para que el señor Blair pudiera justificar los 7 millones de euros anuales que le pagaba Abu Dabi. Es claro también que lo de la asesoría al tema de las regalías no era más que un ejercicio de apariencias y que el señor Blair tenía varios conflictos de interés. Eso de ser filántropo en Colombia, negociante en Abu Dabi y negociador para el Medio Oriente, en Londres, no lo ha hecho ni Bill Clinton, otro expresidente en problemas, que también ha utilizado la filantropía para hacer política y negocios.