Pobreza es una palabra “rica” en definiciones. Su origen etimológico indica que viene de pauper, producir poco. Poco de todo y menos de lo que debe ser. Y con todo lo injusta, difícil y horrible que es la pobreza tenemos evidencias de que se puede combatir y erradicar. Y lo mejor es que no es imposible. Por lo menos es lo que han demostrado el indio-americano Abhijit Banerjee, la francesa Esther Duflo (ambos del Instituto Tecnológico de Massachusetts) y el estadounidense Michael Kremer (Universidad de Harvard), tres expertos en economía dedicados a encontrar soluciones para los dramas sociales globales. Sus años de investigación les permitió entender mejor la pobreza y justamente por su enfoque experimental y su capacidad de contrarrestarla, recibieron el Nobel de Economía de 2019. La puesta en práctica de sus estudios y hallazgos ha beneficiado a más de cinco millones de niños especialmente en la India, con programas para mejorar el rendimiento escolar y la salud infantil. Y Lo han hecho en un tiempo relativamente corto porque no sobrepasa los 20 años. En términos muy comprimidos ellos se han focalizado en asuntos concretos dentro del gigantesco drama de la pobreza en el mundo. La forma ha sido a través de dividir el problema en pequeñas preguntas en áreas precisas de cada una de estas problemáticas. Michael Kremer por ejemplo, participó en una intervención sobre tratamientos contra parásitos gastrointestinales en escuelas en Kenia. Y llegó ahí porque inicialmente quiso saber cuál era la mejor manera de aumentar la tasa de escolaridad de los niños y resultó que no era ni construir más colegios, ni regalar libros, sino tratar a los niños de los gusanos intestinales. Así implementaron el subsidio de antiparasitarios que logró evitar la deserción escolar, una solución rápida y ganadora por ser costo-efectiva. Banerjee y Duflo conformaron el equipo que se preguntó ¿cómo se consigue aumentar la tasa de vacunación en los países pobres? Con su aproximación logró aumentar en seis veces la tasa de vacunación en Rayastan (India), mediante la realización de jornadas de vacunación y entregando pequeños incentivos como un kilo de lentejas, de azúcar o un litro de aceite. No hay razón, como reconoció la Real Academia sueca en su comunicado sobre el Nobel de Economía de 2019, que “en la actualidad todavía mueran unos 5 millones de niños menores de cinco años a causa de enfermedades que podrían prevenirse o curarse con tratamientos poco costosos económicamente”. Resulta entonces alentador que los pioneros de la llamada economía del desarrollo sigan entregando evidencias de cómo los estados pueden abordar, de una manera más simple y sencilla, esta desgracia que afecta a millones de personas en el mundo y mayoritariamente aquellos que deben sobrevivir con poco. Volviendo a las definiciones de la pobreza, podríamos ver la nutrición infantil como una pregunta más de la humanidad que seguro sería posible resolver de manera sencilla para los miles de niños que se alimentan mal o con poco. Justamente Abhijit Banerjee y Esther Duflo, también coautores de “Repensar la pobreza. Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global”, advirtieron hace unos años que la pobreza no es solamente falta de dinero sino la incapacidad que tenemos como individuos y como sociedad, de reconocer nuestra obligación de desarrollar el máximo potencial de todo ser humano como persona. Es decir, que podría ser una falta de voluntad sincera de nuestra parte más que un problema difícil o sin solución. (*) Presidente Junta Directiva Fundación Éxito