Hay seis puntos a tener en cuenta para el futuro del país, luego de la media de aseguramiento contra el senador Álvaro Uribe. Resolviendo las preguntas centrales sabremos para dónde vamos. El presidente Iván Duque debe tomar una decisión compleja. La pregunta es la siguiente: ¿Duque va a dilapidar los dos años de gobierno que le quedan en un revanchismo y locura liderada por su partido político, con el cuento de la Asamblea Constituyente y la Reforma a la Justicia, o se va a dedicar a trabajar para todos los colombianos? Más aún, cuando el país de la pospandemia necesitará un verdadero capitán de barco. No se debe olvidar que los primeros dos años de mandato de Iván Duque, literalmente, se dilapidaron. Primero con el tema de la JEP y la mal elaborada reforma tributaria y luego, con la imposibilidad de lograr una coalición fuerte en el Congreso. Tal vez, el presidente se vaya por la línea del medio, como siempre lo ha hecho, lo cual lo llevará al rotundo fracaso. La otra pregunta es para el partido Centro Democrático y, en general, para la coalición de gobierno. Cuál es la estrategia: modificar el Estado para salvar un amigo, es decir, legislar con nombre propio, o van a trabajar por Colombia. Si optan por la primera vía, es posible que provoquen una destrucción de la coalición de gobierno y, sobre todo, bloquearán la agenda del ejecutivo. Eso, al final, los terminará afectando en las elecciones de 2022, pues pueden entregar un país hecho trizas. La derecha le está apostando a volver un mártir a Uribe, y centrar, en ese personaje, el rumbo de su agenda. El resto de la misma ha sido un rotundo fracaso, no les ha funcionado la seguridad, el cuento de lucha contra la corrupción no se lo cree nadie y ni idea de lo que significa Económica Naranja. Por ende, la posibilidad de hacer de Uribe el centro de su agenda es alta, pero, además, es tentador. La conclusión al final es que, eso le puede salir muy bien o salir muy mal. Lo importante es que la justicia actúe en derecho y decida rápido: ya sea que encuentre culpable al senador Uribe o inocente, lo que es necesario es que eso se decida en cuestión de meses, con ello se evitan especulaciones, aprovechamientos políticos y se fortalece la justicia y el Estado de derecho. El otro asunto es que el país no se va a incendiar, ni habrá guerra civil, ni nada por el estilo. Cuando la Corte Constitucional no avaló la segunda reelección de Álvaro Uribe, se decía que, si no lo hacia el país se iba a incendiar, que la gente se iba a volcar a las calles y, al final, no pasó nada. Esta vez tampoco pasará nada. Ni incendio, ni guerra civil, ni violencia. No pasó cuando tenía el 80 por ciento de popularidad, menos, cuando su popularidad llega al 35 por ciento. Además, se le han garantizado todos los derechos. Resulta muy engañosa y grosera la estrategia de juntar proceso de paz con proceso judicial de volteo de testigos contra Uribe. Son cosas diferentes, no se puede confundir peras con manzanas. El proceso de paz se hizo para dar fin a un conflicto, en medio de ese proceso se garantizó la participación política de la exguerrilla de las Farc, hoy convertida en partido político. Eso tiene una dinámica propia. De hecho, si las Farc no reconocen sus crímenes, serán castigados y condenados. La JEP tiene mecanismos de contrastación e investigación muy fuertes.

Otra cosa es el proceso penal contra el senador Uribe, que no tiene nada que ver con el proceso de paz. Confundir eso es engañar y es ser cínico.