Colombia enfrenta con dificultad la creciente migración venezolana, que llega en este momento a cerca de tres millones de personas, mientras que algunas de ellas tratan de llegar a los Estados Unidos a través del Tapón del Darién, generando el malestar del gobierno norteamericano que ha expresado que el estatuto migratorio establecido en nuestro país para los venezolanos está presentando problemas.
Hace algunos años muchos compatriotas, aprovechando la condición de dolarización en el Ecuador, migraban hacia allá guardando la esperanza de enviar remesas a sus familiares sin tener que pasar por el calvario de trasladarse a los Estados Unidos o a Europa.
Ahora se han cambiado los papeles y muchísimos ecuatorianos afectados, ya no solamente por problemas de carácter económico y social, sino por la inseguridad creciente que se afronta en su país, emigran hacia Colombia y siguen también hacia el Tapón del Darién para emprender por esa peligrosa ruta el camino hacia la frontera sur de los Estados Unidos. No obstante, algunos se quedan en nuestro país.
Colombia cuenta con el Tapón del Darién como un muro natural, que nos separa de Panamá. Durante décadas varios gobiernos hicieron gestiones para romperlo y darle continuidad a la carretera que debía unir a Tierra del Fuego, en los confines de Chile y Argentina, con los Estados Unidos y Canadá.
Afortunadamente, ni los Estados Unidos, ni los organismos internacionales de crédito estuvieron dispuestos a financiar la obra. Tampoco el gobierno panameño se interesó jamás en construir el tramo que le faltaba para empalmar con el segmento por construirse en territorio colombiano.
Si en este momento para internarse por el Tapón del Darién llegan decenas de miles de personas de diversas nacionalidades, con antecedentes no siempre muy pulcros, generando un complejo problema, que tal que no hubiera “Tapón” y, por el contrario, existiera una supercarretera que uniera a Colombia con Panamá y los demás países centroamericanos.
Siendo Colombia el primer productor de cocaína del mundo y la sede de todo tipo de grupos armados, el caótico paso de la frontera entre los Estados Unidos y México, a la altura de Ciudad Juárez, sería un juego de niños comparado con el de Palo de Letras en la frontera colombo-panameña.
Ni pensar cuál hubiera sido la posición de los Estados Unidos con Colombia, como si el problema de los cultivos ilícitos fuera poco. Gran parte de las dificultades que tiene Washington con México y los países centroamericanos se han derivado del problema migratorio.
Sin el Tapón estaríamos empeñados, entre otras cosas, en la construcción de un muro, parecido al que los Estados Unidos tiene en la frontera con México y al que México ha levantado en la frontera con Guatemala; en la asignación de un enorme contingente de fuerzas militares y de policía nacional a la zona; en la construcción de refugios y otras instalaciones; y, en el reto de problemas sociales de todo tipo. Entre tanto, Medellín y algunos municipios del noroeste antioqueño le estarían disputando a ciudades mexicanas, el “honor” de ser los lugares más peligrosos del mundo.