Ayer, lunes 18 de noviembre, sucedió lo que no podía suceder. El Senado de la República no eligió el reemplazo de Antonio José Lizarazo como magistrado de la Corte Constitucional. La votación quedó cincuenta votos vs. cincuenta votos, con dos votos en blanco y uno sin llenar, lo cual carga de dudas un proceso crítico para la nación.

Este mensaje tardío va dirigido a los honorables senadores de la República que bien consideren leerme. La elección que tienen en su mano el día de hoy no es una elección trivial, es de pronto la elección más importante de las últimas décadas. Votar correctamente, con una visión de futuro en democracia, con respeto a la independencia de poderes, puede ser el legado más significativo de sus bienaventuradas carreras.

Para todos es sabido, y más para ustedes, que en un régimen presidencial como el colombiano, el Ejecutivo tiene un poder desbordado. Con su control del presupuesto y de las más importantes instituciones del Estado, muchas veces presiona al poder Judicial y al poder Legislativo, en lo que en múltiples gobiernos ha causado desbalances en nuestra democracia. Y la elección a la que se enfrentan hoy en día conlleva, justamente a eso, a preservar —por lo menos— parte de nuestra golpeada democracia.

La Corte Constitucional, de quien ustedes deben elegir un magistrado, no es una institución cualquiera, es la encargada de proteger nuestro orden jurídico, aquel que por medio de sus leyes ustedes han forjado y construido. Ha servido de freno para no permitir los abusos en contra del pueblo cuando nos separamos de nuestra guía: la Constitución, y para dar coherencia a nuestro marco jurídico. No ha sido, hasta ahora, ni de izquierda, ni de derecha, ni de blancos, ni de negros, ni de hombres, ni de mujeres, ha sido sencillamente de juristas calificados que se atienen a nuestro marco constitucional.

El peligro que hoy tiene el país, y que está en sus manos, no es menor. Es posible que eligiendo un jurista no independiente, sino con filiación política, el orden constitucional se tuerza a los caprichos del Ejecutivo, actuando ideológicamente y no de acuerdo con la Constitución. Muchas de las reformas que han pasado sin cumplir los requisitos de nuestra Carta Magna podrán pasar el control que la corte ejerce, no por sus méritos jurídicos, sino por los juegos del poder.

A algunos de ustedes esto puede parecerles de menor importancia. Sin embargo, los invito a que revisen las palabras del pastor luterano alemán Martin Niemöller con respecto al régimen nazi:

“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío,

Y cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

Me permito pedirles su voto por Claudia Dangond Gibson, una jurista impoluta, gran persona y sin ataduras a la política del poder. Con ella no es que gane la derecha, ni un corriente ideológico, sino que ganan las instituciones. Sin ella el caso es otro.