Esta semana estuve en Buenos Aires y pude, de cierta manera, medirle la temperatura a ese país y a su presidente, Javier Milei, quien, no nos digamos mentiras, representa una esperanza para el liberalismo radical en la región, por un lado, y una cura a esa narrativa del populismo del siglo XXI que tanto daño le está haciendo a América Latina.
Lo cierto es que muchas cosas están pasando en esta nación y debemos estar mucho más atentos a lo que aquí sucede, pues, la verdad, una parte del futuro de la región se juega en el éxito o fracaso de Milei. Esto es tan cierto que hace apenas unos días el FBI en Estados Unidos denunció la existencia de una gran campaña rusa de desinformación contra el actual Gobierno argentino. Los rusos saben lo importante que es Milei en la narrativa de la libertad y obviamente así como utilizan su aparato de desinformación para defender a Maduro, a Cuba, a Petro o a Ortega, lo usan igualmente para atacar a quienes les hacen contrapeso, como el presidente argentino en este caso.
Javier Milei llega al poder hace nueve meses con un mensaje de libertad y de cambio profundo en Argentina luego de 20 años de un régimen kirchnerista que quebró la economía argentina, empobreció brutalmente a la clase media y si bien dio innumerables subsidios a los más pobres, con la inflación que creó al imprimir billetes para pagarlos, estos acabaron con muy poco poder adquisitivo. Es decir, 20 años de empobrecimiento general del país, pero también de empoderamiento de un sector de la sociedad, Gustavo Petro hace lo mismo, que aún hoy es la base del kirchnerismo.
En la elección de Milei, el sector más pobre del peronismo, aburrido con la constante pérdida del poder adquisitivo de sus pocos ingresos, salió a votar por un cambio que en este caso lo representaba el líder del partido La Libertad Avanza. Milei, quien hasta hace unos pocos años era un total desconocido, tocó una fibra de cambio tan radical que el ciudadano, aburrido hasta las narices, decidió apostarle.
Muchos pensaron que no duraba tres meses, pues con un mínimo poder legislativo, 7,5 por ciento de diputados, las apuestas eran que lo tumbaban o renunciaba rápidamente. No solo eso no pasó, sino que hoy ya se habla de que puede llegar a tener entre el 30 y el 40 por ciento de parlamentarios en las elecciones de octubre del año entrante. Además, su programa de gobierno, con recortes brutales de gasto, ha logrado reducir de manera dramática la inflación del 15 por ciento mensual al 4. No es suficiente y aún hay un desbalance entre el 30 y el 40 por ciento del cambio que, al resolverlo, obviamente empuja la inflación.
Lo importante de esto es lo que escuché en el 80 por ciento de los taxistas con los que hablé y las opiniones de muchos ciudadanos que obtuve en múltiples conversaciones esta semana. Lo que más me impresionó es que hay una madurez política que nunca había visto en la región. Se aguantan, por ahora, un apretón y una reducción de subsidios, pues saben que lo que tenían antes no les cambiaba la vida. Quieren un futuro mejor y le apuestan a ello. Hay un compás de espera que nadie creyó que se pudiera dar y además hablan de un aprendizaje de lo que es la libertad que me dejó boquiabierto, pues eran los más humildes los que hablan de ello.
Milei, a pesar de sus muchos defectos y algunas locuras como hablar con un perro muerto, está con su discurso clarísimo frente a la libertad, creando una nueva narrativa que los ciudadanos más humildes poco a poco absorben. A uno de los taxistas le pregunté si la ley de poder privatizar los clubes de fútbol que son sociedades de los hinchas era buena, y me contestó: “Claro que sí, pues es la libertad de decidir de los hinchas, no algo que se impone por una ley”. Y otro, frente a la huelga de los pilotos de aerolíneas, me dijo: “Solo pude volar en avión con los low cost que acabaron las regulaciones, y, claro, no puedo viajar en aerolíneas, porque para pagar esas prebendas de los sindicatos, los costos de los pasajes son brutales”. ¿En serio? ¿Un taxista liberal? Sí, Milei ya les plantea a los ciudadanos la diferencia entre la decisión impuesta por sindicatos que abusan o por la libertad de mercado.
Nunca pensé que eso estuviera pasando, y obvio que eso rompe la narrativa socialista de Petro y sus alegres compadres que dicen “Yo sé lo que es bueno para el ciudadano, y además el Gobierno y el Estado son los que deciden la vida de los ciudadanos”. Con razón Rusia está tratando de desestabilizar a Argentina, pues las autocracias como la de Putin mueren con ese discurso de libertad.
Obvio el tema no está concluido, y si en uno o dos años Argentina no crece y el ajuste brutal comienza a ceder, se complica el futuro político de Milei y del liberalismo en el continente. La desinformación al respecto va a ser brutal y debemos tener cuidado para descubrirla y revelarla. Por ahora regreso de Buenos Aires con una gran sonrisa en el rostro, pues “la libertad vive, carajo”.