Desde el momento de la designación de Irene Vélez-Torres como ministra de Minas y Energía surgieron los reparos. No porque se trate de una mujer poco capacitada. Al contrario, es una filósofa formada en la Universidad Nacional, magíster en Estudios Culturales y doctora en Geografía Política de la Universidad de Copenhague. Y hasta becaria Fulbright, gracias a la cual realizó un posdoctorado en Ingeniería Ambiental en la Universidad Clemson. Así que los reparos no fueron por formación, sino por estar asumiendo una cartera para la cual su perfil no es adecuado.
Irene Vélez ha sido una activista en temas de defensa del medioambiente y en diversos espacios ha dejado clara su posición en contra de la minería. Su carrera como activista medioambiental la recorrió junto con su padre, Hildebrando Vélez, un reconocido activista del Valle del Cauca y la persona que llevó de la mano a la política a la actual vicepresidenta, Francia Márquez, y quien se encargó de todas las discusiones medioambientales en su movimiento Soy Porque Somos.
Ya con Gustavo Petro presidente y Francia Márquez vicepresidenta, el nombre de Irene Vélez surgió como la cabeza de uno de los ministerios más importantes del país.
Desde el comienzo se preveía que esta sería la fórmula del desastre. Era evidente que no podía llevarse a una entidad tan técnica, en una materia tan árida como la minería y la energía, a alguien que no tiene ni la formación ni la experiencia en este campo. Además, su activismo previo en contra de la actividad de explotación minera dejaba claro que no habría análisis objetivos, basados en datos fríos sobre la conveniencia o no de seguir adelante con los cientos de proyectos de exploración minera y energética que se ejecutan en el país, sino que se trataría de adaptar la realidad de Colombia a los argumentos antiextractivistas que desde siempre han sostenido el presidente Gustavo Petro y su ministra Vélez.
Lo que ha pasado con el correr de las semanas es la consecuencia obvia: Irene Vélez luce desconectada de la realidad de la cartera que dirige, no parece conocer los temas sobre los que se le pregunta y, por eso, se ve insegura en sus respuestas, lo cual ha afianzado la convicción de que no está preparada para el cargo que ostenta.
El Ministerio de Minas y Energía es una cartera en la que no hay espacio ni para los aprendizajes ni para las improvisaciones. Cada salida en falso, cada dato mal dado, cada incertidumbre frente a una medida implica una caída en el valor de las empresas de minería o la valoración de Ecopetrol o en la visión de las calificadoras de riesgo frente al país. No es exagerado lo que digo.
Hoy Colombia está frente a una tremenda incertidumbre de su futuro minero y energético, producto del anuncio de este Gobierno de que no se seguirá adelante con la explotación de hidrocarburos y de gas, y con la decisión ya tomada de suspender los pilotos de fracking, que se adelantaban en el Magdalena Medio. Hoy el país no sabe cuál será el futuro energético de la nación y, sobre todo, cómo se hará esa transición que ha prometido Petro hacia energías limpias, y qué pasará con los miles de inversiones que existen en este campo en Colombia.
Tal incertidumbre puede llevarse por delante un sector que para este 2022 proyecta generar ingresos de 7,5 billones de pesos solo en extracción de petróleo. En los departamentos productores de petróleo, el ingreso derivado de esta actividad económica representa el eje de su economía, de forma tal que de darse por terminado significaría un golpe mortal para las economías regionales. Por ejemplo, en Casanare, el 42,44 por ciento del PIB proviene de la explotación petrolera y minera. En Meta, es el 47,25 por ciento. En Arauca, el ingreso por la explotación del sector minero y de hidrocarburos constituye el 37,85 por ciento, y en Putumayo pesa el 23,41 por ciento del PIB, según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística.
Las decisiones que el Gobierno Petro quiera tomar en materia minera y energética son decisivas para el futuro del país y tal responsabilidad no admite improvisaciones. Una mala decisión, un anuncio confuso, una afirmación sin contexto significa un impacto inmediato en la economía nacional.
Esto hace que en esta cartera se requiera a alguien profundamente conocedor del sector, capaz de tener la visión técnica suficiente para saber guiar al país hacia una transición a energías limpias, un proceso que no se hace en cuatro años, y que pueda hacer las valoraciones técnicas necesarias, alejadas de pasiones o activismos. Y esa persona no es Irene Vélez.
Nadie duda de la buena voluntad de la ministra de Minas, pero será un precio muy alto el que deba pagar el país de persistir el presidente Gustavo Petro en mantenerla en esta cartera.Insisto, nadie dice que Irene Vélez no sea una mujer capaz y formada. Eso no tiene discusión. Pero está en una cartera de la cual no tiene dominio, y el país no tiene tiempo para curvas de aprendizaje. Tal aprendizaje costaría demasiado.
Así que, ministra Irene Vélez, de forma respetuosa, somos cada vez más los colombianos que le pedimos que tenga la sensatez de dar un paso al costado. Su permanencia en la cartera es una apuesta que no funcionó e insistir en ella traerá un costo económico y político que el país no está para asumir.