Es una desgracia acertar. En mi columna anterior advertí que este ministro y este Gobierno desamparan y ponen en grave riesgo a quienes nos cuidan las espaldas. Y cinco días después, nos despertábamos con una masacre que pudo evitarse.

Me gustaría creer que Iván Velásquez durmió mal. Que los nueve asesinatos le removieron la conciencia. Que pensó que mejor no ser tan dogmático en MinDefensa. Que son muchas las vidas en juego y los errores persistentes cuestan tragedias.

Si nada le alteró el sueño, supone que seguirá decidido a cumplir su misión inconfesable. Y pongo inconfesable porque no creo que aceptara el cargo para fortalecer las Fuerzas Militares y la Policía Nacional. Sus actuaciones no lo demuestran. Más bien indican que busca carcomer los cimientos de ambas instituciones a fin de debilitarlas, de desdibujar su importancia.

Una prueba son las conversaciones de los soldados asesinados con sus familiares antes de la matanza. Dejan al descubierto su vulnerabilidad por la errática y siniestra política de Defensa.

“La vaina está caliente. El ELN está bravo”, dice Jaime Manuel Redondo, de solo 19 años, a un hermano. Agrega que hubo un enfrentamiento con dicha banda delincuencial y que los criminales “querían atacar la unidad que estaba acá, la única que somos nosotros. A ver si los manes se meten esta noche”.

El papá de otro militar muerto contó que su hijo comentó que tenían orden de no hacer nada en caso de que vieran guerrilleros (igual que en Yarumal).

Por supuesto que el culpable número uno de ese horror es el ELN, agrupación asesina, despiadada, repudiable, pero muy apreciada por la izquierda radical. Y no supuso novedad alguna que su máximo jefe, el matón alias Antonio García, justificara las muertes. Días atrás, SEMANA reveló un comunicado del ELN ordenando incrementar la violencia más brutal. Y no solo saben que nunca pagarán ni por esa ni por ninguna atrocidad, sino que lo consideran una manera eficaz de presionar al Gobierno (el coro habitual corre a entonar el clásico “mejor que echen discursos a balas” mientras tachan de guerreristas a críticos del proceso de paz).

Pero el presidente Petro, su ministro Velásquez y la cúpula militar no pueden eludir su responsabilidad en lo sucedido por sus gravísimas faltas. Por culpa suya, los militares reciben mensajes mentirosos e indicaciones confusas, y bajan la guardia en el terreno.

Petro, desde que llegó a Casa Nariño, solo habla de paz total, de cese de hostilidades, y pide a toda hora libertades para criminales peligrosos, como si ya hubiesen mudado la piel y no fuesen sanguinarios. Sin olvidar su promesa de campaña de acabar con el ELN en tres meses porque firmaba la paz.

También el ministro de Defensa decidió no llamar las cosas por su nombre. Define como “incidente” un asesinato, no califica de criminales a los criminales, de sanguinarios a los sanguinarios, ni abomina de las guerrillas. Más bien les tiende la mano, como si ya viviésemos paz, y ese tono cala entre la tropa más bisoña y en cierta oficialidad. De ahí a no tomar precauciones, nada menos que en el Catatumbo, solo media un paso.

Y es también ahí cuando señalo a la cúpula militar, que confunde respeto a la democracia con agachar la cabeza para asegurar el puesto. Ojalá comprendieran que el lógico acatamiento de las decisiones del jefe de Estado, como manda la Constitución y la sociedad espera, no riñe con la dignidad del cargo.

¿Alguien entiende que el general Helder Fernán Giraldo afirmara que había soldados regulares porque no era zona roja? ¿Qué El Carmen no es área guerrillera? ¿Se lo mandaron a decir?

Tampoco se comprende el tipo de guardia perimetral que protegía la BPM (Base patrulla móvil) ¿Dónde pensaban que estaban?

Parece que le creen más al discurso de la falaz paz total, a las hipócritas sonrisas que regala el ELN en las mesas de negociación, que al peligro que entrañan esos despiadados delincuentes que el país matriculó de revolucionarios con causa.

Seguro que el Gobierno pedirá al ELN respuestas por la masacre. Pero verán que lo compensan arrodillándose ante alias Antonio García. En su cuenta de Twitter, con las manos chorreantes de la sangre de nuestros soldados, escribió que el Ejército y la Policía deben explicar los ataques a su banda criminal.

Y por lo visto hasta ahora, Otty Patiño y el comisionado de paz les merece mayor credibilidad ese criminal que las FF. MM. y obligarán a explicar lo que los elenos quieran. Ya Patiño, tras una de esas inútiles reuniones en Caracas o México, anunció que el Ejército investigaría la clamorosa mentira del ELN de que nuestros soldados remataron a subversivos heridos tras un combate.

Por cierto, ¿vieron que Petro escribió que los asesinados son “soldados de la Nación y del gobierno del cambio”? ¿Será que se contagió de chavismo en Caracas?