Si hay algo en común en la historia del mundo, desde los tiempos de José en la corte del faraón hasta nuestros días, es el de las manifestaciones populares en contra de los gobernantes. Sin embargo, son menos frecuentes las promovidas por ellos para respaldar sus políticas.
Esas concentraciones especialmente se daban en Cuba, cuando en la plaza de la Revolución, en La Habana, centenares de miles eran convocados para respaldar al gobierno revolucionario.
En las manifestaciones, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) eran los encargados de hacer las “invitaciones” en sus respectivos barrios, incluyendo en las poblaciones cercanas a La Habana.
El Gobierno proporcionaba el transporte y la alimentación de los manifestantes. Pero también los CDR chequeaban a los vecinos, que no asistían al evento. En esos casos, toda la familia del ausente estaba expuesta a que la tarjeta de racionamiento de alimentos se viera gravemente reducida o que los miembros del grupo familiar fueran sometidos a hostigamientos en el lugar de trabajo o en la escuela.
Pero además los asistentes, si se portaban bien, podían recibir camisetas o gorras con frases de respaldo al gobierno. Siempre a lo último y con “inspirado acento” como dice la poesía, hablaba “El Jefe”.
No obstante, muchos asistían sólo para ver y oír con emoción a Fidel Castro. Chávez, como buen discípulo, siguió el ejemplo, pero a diferencia de Cuba, Venezuela, por los precios del petróleo, nadaba en oro. El caso es que ambos eran caudillos y los que pretenden imitarlos no lo son, aunque ellos crean lo contrario.
En Colombia hubo extraordinarias movilizaciones espontáneas para apoyar al gobierno de Olaya Herrera, a raíz de la toma de Leticia por un grupo de civiles y militares peruanos el 1.º de septiembre de 1932.
También se dieron con ocasión del golpe militar del 13 de junio de 1953, cuando el general Rojas Pinilla sacó del poder a Laureano Gómez, señalado -con razón o sin ella- como promotor de la violencia política que azotaba al país.
En épocas más recientes, fuera de las concentraciones con indígenas “invitados” desde el Cauca por el Gobierno, ha habido algunas, pero de otro tipo.
Por ejemplo, el presidente Turbay Ayala en junio de 1979, cuando los mandatarios no viajaban al exterior, realizó un sonado viaje a Europa acompañado por varios de sus ministros y altos funcionarios con sus esposas. El dueño de la empresa Avianca, don Julio Mario Santo Domingo, cedió un avión para que se realizara el periplo por el Viejo Continente.
Los invitados iban con sus mejores galas, y sus señoras, al subir por las escalerillas del avión, se sujetaban graciosamente sus lujosos sombreros para que no se los llevara el viento y saludaban a los funcionarios que a lo lejos las despedían en plataforma.
El viaje mereció muchas crónicas. Lo cierto es que a la llegada, después de la dilatada gira, un funcionario de la Presidencia impartió instrucciones para que se diera la tarde libre a todos los empleados públicos para que salieran a la avenida de El Dorado, a fin de saludar con pañuelos blancos al mandatario y a su comitiva a su paso de regreso a la sede presidencial.
La única banda que asistió fue la del Batallón Guardia Presidencial, que rindió los honores de rigor al jefe del Estado. No hubo erogaciones para promover la “espontánea” salida a la avenida.
¡Cómo han cambiado los tiempos!