Nunca sabemos qué tan largo y oscuro va a ser nuestro viaje, cuando empieza la tormenta, oímos truenos y relámpagos, nos invade un miedo paralizante y, sin embargo, es ahí cuando inexplicablemente descubrimos la poderosa fuerza de nuestro espíritu de mujer, que emana del alma y que nos sostiene...
Cuando enfrentamos la adversidad y elegimos luchar, ya ganamos la batalla...
Hay mujeres de hierro, como aquellas mujeres guerreras en el norte de Irak quienes estando en la primera fila de combate, fueron capaces de derrotar a los islamistas, junto a las fuerzas armadas iraquíes. “Quiero dar esta batalla al lado de mis hermanas, para luchar en la defensa de mi nación y de mi tierra” expresó una de ellas, todas estas mujeres del batallón que luchan contra el Estado Islámico son voluntarias, no reciben paga alguna, están luchando contra el terrorismo y con el dedo sobre el gatillo, deciden dar hasta la vida, como digna respuesta para defender los derechos de miles de mujeres violadas y asesinadas.
Su valentía dignifica cada lágrima, cada vida, cada grito de dolor.
Hoy en cada esquina del planeta en este mismo instante hay miles de mujeres valientes que se paran estoicamente a dar esa batalla que la vida les arroja.
¿Cuál es la tuya?
Algunas dan otro tipo de batallas, encerradas en el silencio y la soledad de su hogar, soportando a diario aquellas balas invisibles pero que penetran hasta lo más profundo del alma, el maltrato emocional, la indiferencia, el abuso psicológico y en ocasiones la violencia de género, encontrando debajo de su almohada la más devastadora manera de ahogar y esconder sus lágrimas.
Todas tenemos una batalla y una trinchera en el campo de guerra de la vida y es cuando nos sentimos a veces de hierro y a veces de cristal.
Somos capaces de soportar embates tan fuertes que nos hacen aparentemente de metal y a veces, somos tan frágiles, que como una copa del más fino cristal estallamos en mil pedazos con un solo grito que nos quebranta el alma, pues como el cristal; aunque parezcamos inquebrantables, somos tan frágiles que con la fuerte vibración de un grito nos rompemos.
Aprendí que cuando estás en medio de la angustia y el dolor, es cuando en realidad te haces más fuerte y que, aunque no lo percibas, en ese momento estás haciendo tu maestría espiritual, vas subiendo peldaños en la universidad de la vida.
Créeme que durante estos tiempos de prueba y tribulación, pude sostener y acompañar a muchas almas femeninas, estos tiempos de pandemia fueron para mí una gran peregrinación espiritual, hasta que como a muchas mujeres me llegó el embate que me tumbó y me aniquiló, aunque yo me sentía fuerte, guerrera, resiliente y capaz de resistir; sin embargo, aprendí de nuevo, que debía abrazar mi vulnerabilidad, mi fragilidad, en ocasiones mi rabia, mi impotencia y fue entonces cuando se quebrantó mi alma y mi cuerpo, para recordarme que la autocompasión y el autocuidado son a veces la única y mejor medicina...
Escuché entonces una voz interior que me gritaba: “No te rompas a ti misma por mantener completos a los demás”,esa voz interior me sanó. Esa era la voz de mi espíritu que me consoló y me acarició el alma, sentí que era la voz protectora de voz en mí.
Muchas veces le damos la medicina a quienes amamos y cuidamos y nos olvidamos de nuestra propia nutrición emocional y espiritual.
¡Mujeres! Ya es hora de continuar nuestro camino, ¡para cambiar nuestras pesadillas por nuestros sueños!, porque los médicos también se enferman y los camilleros de almas también necesitamos ser cargados; cada una de las mujeres de la tierra está llamada a ser camillera de almas en su hogar, en su entorno, en su sociedad, somos todas sanadoras, psicólogas innatas, acompañantes, guerreras y lideres, capaces de guiar y defender a nuestra manada.
Mujer, si hoy te sientes de hierro o de cristal, recuerda que, si eres cristiana musulmana, judía o agnóstica, si eres negra, india, blanca, rica o pobre, tu dignidad no es negociable, es el valor mas alto de tu existencia, así que aférrate a tus valores, a tus creencias y recuerda que nadie sabe tu valor si tú no se lo enseñas.
Practica el “egoísmo sano” que nace del mandato divino que dice “ama a tu prójimo como a ti mismo, es decir que no podrás amar a nadie, si no te amas a ti primero.
Mi píldora para el alma:
Es el momento de salir de tus trincheras, para regresar al mundo más serena, más fuerte, más humana y abrazando cada una de tus heridas, que poco a poco se están convirtiendo en cicatrices, para dignificar tus batallas físicas y emocionales...