Cuando estaba por finalizar la Segunda Guerra Mundial, se dieron cita 51 países en San Francisco. Allí firmaron cartas de buenas intenciones y fijaron compromisos con el fin de evitar posibles guerras y conflictos, fortalecer la amistad de los pueblos, forjar un progreso común, mejorar el nivel de vida de la población mundial y promover los derechos humanos. Así surgieron las Naciones Unidas, entidad que tiene vida desde ese entonces.
La barbarie cometida por los nazis es algo que la humanidad jamás debe olvidar. Sin embargo, de acuerdo con varias encuestas y métricas, en países como Estados Unidos, más del 63 % de los jóvenes no saben que 6 millones de judíos fueron asesinados. Buena parte de ellos, tampoco saben qué es un campo de concentración.
Es a partir de ese desconocimiento que se generan nuevas narrativas, en las que priman discursos hechos a la medida de los intereses políticos y económicos que algunos, de manera perversa, manipulan para obtener votos o crear cortinas de humo para ocultar la verdad.
En mi caso, el genocidio cometido por los nazis me trae recuerdos muy vívidos de infancia, de cuando era una niña pequeña. Me parece que fue ayer que iba en el bus del colegio con mis compañeros, hablando de una película muy popular entonces, La Lista de Schindler.
No todos habíamos podido verla. Mi conocimiento de la misma se reducía a los comentarios de mis compañeros mayores, pues por la edad no me era permitido entrar a una sala de cine y ver la película. Ellos decían que era bastante buena, pero muy dolorosa. Me describieron cómo los nazis habían asesinado a millones de personas, entre ellas a muchos niños como nosotros.
Mientras mis compañeros de colegio continuaban su relato sobre la película, observé, a través de la ventana que quedaba junto a mi asiento del bus del colegio, un enorme charco de sangre. Nunca había visto uno. También pude ver a muchas personas alrededor del charco de sangre y, en el centro de él, un cuerpo en el piso que –supe tiempo después– era de una niña de seis años que había asesinado minutos antes un sicario por orden de sus medios hermanos por una herencia.
Esa fue la primera vez que vi a una persona muerta. Jamás lo olvidaré. Tampoco que, al igual que a esa niña, asesinaron los nazis a millones de niños indefensos, como bien lo ilustró al mundo La Lista de Schindler, que ese año ganó el Óscar.
Las Naciones Unidas nacieron para combatir nuevos genocidios, como el que tuvo que padecer el pueblo judío. Resulta sumamente triste y desafortunado que ahora sean algunos empleados de Naciones Unidas en Palestina los que ataquen de nuevo a los judíos por su origen étnico. Varios contratistas de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos participaron en los ataques perpetrados el 7 de octubre de 2023 contra Israel.
A propósito de Naciones Unidas, solo hasta ahora, más de 100 días después, llegó una misión al lugar de los ataques cometidos en Israel, para verificar la violencia que durante estos se perpetró contra decenas de mujeres. Muchas de ellas, fueron golpeadas, mutiladas, violadas y asesinadas por sus victimarios.
El sufrimiento aún no se ha detenido para varias mujeres que fueron secuestradas. Aquellas que han tenido la suerte de ser liberadas, cuentan cómo, durante su cautiverio, no eran dueñas de sus cuerpos. No solamente no les daban de comer, sino que eran abusadas una y otra vez por sus captores. Se teme que algunas estén embarazadas y que no regresen por esa razón, ya que sus captores se creerían dueños de ellas y de sus bebés para siempre.
Definitivamente, una organización como Naciones Unidas no fue creada para perpetrar este tipo de ataques o para apoyarlos. Ahora se entiende la actitud de António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, sobre este nuevo genocidio contra el pueblo judío en Israel. Lo estaban proveyendo de información, posiblemente funcionarios de ONU aliados o al servicio de los terroristas de Hamás.
Es sorprendente ver cómo las nuevas narrativas normalizan y prácticamente ignoran este tipo de situaciones. Aún no me explico cómo las congresistas de la bancada progresista en Colombia no solo no condenan los acontecimientos del 7 de octubre, sino que no dicen nada sobre la vejación, violación, asesinato y secuestro de decenas de mujeres en Israel. Su doble moral es gigantesca, y su sentido de la conveniencia y el oportunismo político, únicos.
Ojalá las Naciones Unidas reaccionen rápidamente, pues auspiciar agrupaciones terroristas y atentados contra Estados de derecho, como el de Israel, es contrario a su carta fundacional. Espero que esta organización reaccione pronto; de lo contrario, estarán poniendo la cuota inicial al principio del fin del multilateralismo.