Lo que acaba de hacer la Cámara de Representantes de los Estados Unidos con respecto a Colombia es, por supuesto, una intromisión indebida en los asuntos internos de este país. Pero tiene la particularidad de que va en contra de lo que suelen ser esas intervenciones: en vez de respaldar las políticas represivas de nuestros Gobiernos, las censura. Así que le debe caer como una patada en salva sea la parte (si es que la tiene) al Gobierno del presidente Iván Duque, tan amigo en general de la intromisión de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos. Como lo muestra, por ejemplo, el caso recentísimo (y todavía vigente) de su arrodillado aplauso a la llegada de una brigada de soldados norteamericanos venidos sin preaviso ni permiso a “ayudar” en la “guerra contra las drogas”.
Guerra que, también por supuesto, constituye por sí misma una intromisión indebida en los asuntos internos de Colombia. Y de 20 o 50 países más. Guerra de la arrogancia imperial de los Estados Unidos. Consiste la nueva intromisión de los congresistas gringos en imponer –y cito la información del diario El Tiempo– “cinco nuevas condiciones a la ayuda que este país anualmente da a Colombia y que podrían complicar el desembolso de la asistencia”. ¿Cómo? Pues porque exigen “que se investigue y castigue” a los militares que han espiado a civiles en Colombia. Y porque prohíben que se sigan financiando con fondos norteamericanos los programas de erradicación de los cultivos ilícitos si no “respetan los acuerdos del proceso de paz que se firmó con las Farc y los lineamientos que dé la Corte Constitucional en este sentido”. Así que quedará bastante complicado el desembolso de eso que llaman asistencia. La exigencia de la Cámara norteamericana tiene que haber inquietado al equipo de Duque, que ha puesto todos sus tres huevitos en el mismo canasto de la ultraderecha de los republicanos de Trump Porque este Gobierno de opereta que preside Iván Duque –o que a lo mejor ni siquiera preside, pues el jefe es otro, su “presidente eterno”– no puede ni quiere cumplir con tales exigencias. Es incapaz de investigar, y renuente a castigar, a los militares responsables de espionaje ilegal: son los suyos, los nombrados y ascendidos por él, y probablemente por eso mismo. Y es más renuente aún a seguir las instrucciones de las Cortes sobre la no fumigación con glifosato de los sembradíos de coca, que por otra parte son ordenados por el Ejecutivo norteamericano. ¿A quién obedecer? Y en cuanto a lo de “verificar que el gobierno esté tomando medidas eficaces para proteger a las comunidades afro e indígenas y respetando sus derechos territoriales”, es evidente que no pasa de ser un chiste. Eso no va a ocurrir. Y sin embargo el Gobierno de Colombia debe de estar seriamente preocupado: al fin y al cabo se trata de una ayuda de unos 500 millones de dólares para el año que viene, y eso cuenta para compensar los absurdos y dañinos “días sin IVA” y las exenciones y rebajas de impuestos concedidas por el ministro de Hacienda Carrasquilla. El cual parece ser el único en firme y en activo de todo el gabinete, frente a tantos de sus colegas como se han ido (y no se sabe cómo, puesto que los vuelos en teoría estaban suspendidos, salvo para ellos y para el fiscal): la del TIC, la de Transporte, el de Salud, o tal vez dos de Salud, el de Agricultura, otros que se me pierden o que ya no aparecen, como el sumergido exministro de Relaciones y después de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, que no ha vuelto a decir ni mu, o la desaparecida canciller, Claudia Blum, tal vez devuelta a su cementerio de vampiros en Transilvania después de su breve desenterramiento (que no resurrección).
La exigencia de la Cámara norteamericana, hoy controlada por el Partido Demócrata adversario de Donald Trump, y que en las próximas elecciones puede darle también el manejo del Senado y posiblemente el de la Presidencia, tiene que haber inquietado al equipo de Duque, que ha puesto todos sus tres huevitos en el mismo canasto de la ultraderecha de los republicanos de Donald Trump. Y entonces ¿qué van ellos a hacer? Habiendo visto lo que han hecho hasta ahora, y ya llevan dos años de gobierno, la respuesta es muy sencilla: nada.