Así lo plantea el fallo de la semana pasada de la Corte Constitucional que declaró contrarias a la Constitución las expresiones “bebidas alcohólicas” y “sustancias psicoactivas”  en dos artículos del Código Nacional de Policía. El comunicado de la corte sobre el fallo señala que la disposición impone una prohibición generalizada, y lo que corresponde es establecer restricciones específicas, como las que existen en los establecimientos educativos (artículo 34), entre otros contemplados en el mismo Código de Policía. Esta decisión ha levantado una inmensa polémica nacional, alimentada por una lectura sesgada o demasiado rápida del comunicado de la Corte y acostumbrados como estamos a pensar en blanco y negro, en extremos opuestos. Algunos dicen que abrir la puerta al expendio de drogas en particular a los menores de edad, algo que todos estamos de acuerdo en rechazar y que sigue estando prohibido por el Código (artículo 38). Otros señalan que la simple presencia de alguien consumiendo alcohol o sustancias psicoactivas en espacios públicos pone en riesgo la integridad física y moral de los demás, y en especial de los menores. Sin embargo esto no está demostrado en ninguna parte, salvo por el prejuicio de muchos ciudadanos hacia quienes consumen. Problema aparte y mucho más complejo es el de las redes de microtráfico, verdaderas mafias organizadas que deben ser combatidas con rigor, inteligencia y operativos contra los centros de acopio. Frente a ellos la prohibición del consumo en espacios públicos no tenía ningún efecto disuasivo ni punitivo real. Finalmente están quienes establecen una relación de causalidad directa entre el consumo y la violencia. Es cierto que el abuso del alcohol y las drogas es un factor en la comisión de delitos de violencia. Está bien establecido que la embriaguez está presente en muchos casos de riñas callejeras, peleas e incluso homicidios. Múltiples estudios  han señalado que la combinación de exceso de consumo y armas es letal. Tal vez la paradoja más grande en este aspecto es la triste estadística que señala que el día de la madre es el día con mayor número de riñas, violencia y homicidios, hechos que ocurren atizados por el consumo desmesurado de alcohol, pero no precisamente en los parques ni el espacio público. Habría que prohibir esa celebración también? Lo que es cierto es que el consumo de drogas, legales o ilegales representa un reto enorme para la sociedad y tiene unos costos elevados para la colectividad, en materia de salud, convivencia y también económicos. La respuesta no está en la prohibición absoluta y la represión del consumo. Tampoco en el libertinaje y la anarquía. Como lo dice el magistrado de la Corte Alejandro Linares en la aclaración de su voto, es posible y necesario regular de manera diferenciada los derechos y las limitaciones de consumo en función de variables como los tipos de espacio público (no es lo mismo una avenida que un centro deportivo o un parque infantil), el tipo de sustancia consumida (no es lo mismo la heroína que la marihuana), y el tipo de impactos sobre los demás. Hay espacios y actividades de tolerancia cero, por ejemplo manejar un vehículo bajo los efectos del alcohol o las drogas está prohibido y debe estarlo pues pone en riesgo a quien lo hace y a los demás. Pero pretender imponer la prohibición absoluta no es efectivo, es contraproducente. La larga historia de la prohibición en todas las latitudes así lo demuestra. Además, no podemos olvidar que detrás del “libre desarrollo de la personalidad” invocado por la corte y caricaturizado por sus oponentes, está el principio fundamental de la democracia liberal : la libertad del individuo a escoger sin que el Estado interfiera. La prioridad debe ser la prevención, la educación en el riesgo y la reducción del daño. Reducir la demanda y en particular la adicción son las herramientas más efectivas. Asi lo demuestran ejemplos como el de Portugal o Uruguay. P.D. Infinitamente más dramático y doloroso es el cáncer de la violencia contra los menores. Según la ONG Save the children, Colombia tiene una de las estadísticas más aterradoras del mundo en materia de homicidio, violencia sexual y maltrato contra niñas y niños, incluso los más pequeños. Esa si es una batalla en la que nos debemos unir todos para acabar con ese verdadero flagelo que destroza vidas y destruye la esperanza de un mejor futuro. Es ahí donde se inicia el círculo mortal de la violencia. En ese frente la tolerancia cero se impone.