Álvaro Uribe y Gustavo Petro fueron los grandes perdedores de las elecciones del 27 de octubre. Los ciudadanos les lanzaron un campanazo de alerta en las urnas. La diferencia entre los dos es que Uribe inmediatamente dijo en su Twitter: “Perdimos, reconozco la derrota con humildad...”. Petro, en cambio, ocho días después no acepta que los electores lo castigaron. Es más, dice con desparpajo que su movimiento es uno de los ganadores. No, ni Uribe ni Petro son ganadores, y lo mejor es que ellos mismos lo reconozcan. No sé si sea muy fuerte decirlo, pero para mucha gente los extremos están mandados a recoger. ¿Colombia estará girando hacia el centro? Por lo menos los jóvenes sí, y todos aquellos que se cansaron de la confrontación, de la intolerancia, de las posiciones radicales y de la polarización. El mundo no puede verse solamente en blanco y negro, hay grises.

Uribe y Petro representan la derecha y la izquierda, dos fuerzas que se repelen y que por su naturaleza polarizan. Dos fuerzas potentes, pero muy golpeadas por diversas circunstancias: el uribismo, que ganó la presidencia con 10 millones de votos, perdió en estas elecciones porque en el último año, la imagen de Uribe ha venido recibiendo fuertes golpes tras el proceso judicial que enfrenta en la Corte Suprema de Justicia por supuesta manipulación de testigos. Las inconformidades con el Gobierno naturalmente también le pasan una costosa factura a Uribe, y los ataques de la izquierda en su contra cada vez son más letales. El petrismo, que tuvo 8 millones de votos en las presidenciales, perdió porque Petro se atrincheró; vive en una constante confrontación, tanta que ya cansa. Desde su Twitter dispara las 24 horas del día. Siempre tiene una pelea con algún periodista o con cualquier político que se le atraviese en las redes sociales. Hasta el Tino Asprilla terminó llevando del bulto, como dicen popularmente, solo por pensar distinto. Petro ha perdido la medida, lo demostró en la manera como enfrentó a Claudia López en la campaña. A mi juicio, lo hizo sin ninguna consideración y de forma muy baja, recurriendo a descalificaciones, mentiras e insultos. Afortunadamente para la nueva alcaldesa de Bogotá, eso le sumó en lugar de restarle. Estoy convencida de que Petro hizo campaña para que ella perdiera y no para que Hollman ganara. Pero Claudia fue capaz de ganar sin Petro. Eso lo tiene ardido. Por supuesto, el video en el que el hoy senador aparece con unos fajos de billetes en circunstancias aún sin esclarecer por la justicia también dejó una abolladura en la imagen del líder de la Colombia Humana.

Uribe perdió en Bogotá, pero era previsible: la capital del país no ha sido nunca un fortín del uribismo. Sin embargo, lo que sucedió en Antioquia y su capital fue un verdadero desastre, una humillación: en la tierra de Uribe perdió el uribismo. Alfredo Ramos y Andrés Felipe Guerra no lograron derrotar al carismático Daniel Quintero y al experimentado Aníbal Gaviria. El Centro Democrático hoy es una hoguera donde unos quieren chamuscar a otros. Lo de Petro no pudo ser peor: aunque su fortín ha sido Bogotá, esta vez perdió. Muchos de sus votantes se le escaparon y votaron por Claudia, como lo hicieron varias mujeres líderes de su partido que nunca aceptaron la imposición de la candidatura de Hollman. Mientras tanto, en Atlántico su hijo Nicolás no pudo ganarle a la casa Char. Pero esa no es una derrota para el joven, sino para el padre, porque en ese departamento Petro obtuvo mayorías en las presidenciales, que un año después no le caminaron. ¿Qué pasó? Tampoco lució bien al tratar de apropiarse del triunfo del nuevo alcalde de Medellín, quien se presentó como independiente y ganó como independiente, digan lo que digan. Estamos a menos de tres años de las elecciones presidenciales. La suerte de Uribe para 2022 estará ligada a su proceso judicial y a la gestión de Duque, que por ahora tiene algunos saldos en rojo. No obstante, Uribe ha dicho que tal vez no se presente más al Congreso. De ser así, el Centro Democrático pondría a prueba la solidez de su liderazgo para no terminar matando el partido, como ocurrió con La U. Petro, mientras tanto, tendrá que entender que el mundo no solo gira a su alrededor, y que la agresividad y el negativismo ahuyentan. Quizás así le vaya mejor. ¿Qué pasará con el petrovideo?

En medio de este panorama, el escenario parece muy favorable para el profesor Sergio Fajardo, un político de centro que transmite calma, que se aparta de odios y confrontaciones. Ojalá se cuide de no cometer errores que le puedan costar y que entienda que más de uno quiere ponerle zancadilla, así sea a punta de revivirle procesos para sacarlo del camino. El profe tampoco puede cantar victoria, porque los extremos seguirán vivos y estas elecciones son una foto electoral; todavía queda mucho tiempo para elegir un nuevo presidente. No hay que olvidar que Uribe lleva eligiendo presidente desde 2002 y Petro estuvo más cerca que nunca de ganar las elecciones; él sabe cómo capitalizar tanta inconformidad. Mientras tanto, figuras como Claudia López y Daniel Quintero tienen la obligación de hacerlo bien para abrir campo a un presidente de centro. De lo contrario no solo matarán esa posibilidad, sino que les darán la razón a quienes los ven como lobos con piel de oveja.