En este enésimo escándalo de chuzadas militares neouribistas a periodistas y políticos no se sabe qué es peor; si las chuzadas mismas o la ignorancia que alegan los más altos responsables de que las chuzadas se hayan producido: el general retirado Nicacio Martínez, excomandante del Ejército, y el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo. Dicen que no sabían. O mienten, o son asombrosamente ineptos. El ministro lleva su pretensión de inocencia hasta el punto de asegurar que también ignora para qué sirven la inteligencia y la contrainteligencia militares: cree, o dice que cree, que sirven para proteger los derechos humanos. Vale la pena citar textualmente su frase: “La función de inteligencia y contrainteligencia se realiza para proteger los derechos humanos”.
Como si no hubiera leído nunca una novela de espías o visto ninguna película de James Bond. Como si no hubiera oído hablar de la Gestapo o de la KGB. O, para no ir tan lejos, del DAS. Ese Departamento Administrativo de Seguridad que hubo que disolver porque hacía chuzadas ilegales y además mataba gente: casi todos los exdirectores y subdirectores del DAS están presos. El ministro Trujillo se parece a esos tres monos sabios japoneses que se tapan los ojos, los oídos y la boca para que los nombren ministros de Relaciones o (y) de Defensa. Pero si el ministro Trujillo y el presidente Duque no sabían, ¿por qué hicieron renunciar, citando poco creíbles e inexplicadas “razones familiares”, al general Martínez de su comandancia del Ejército? Aunque la verdad es que Trujillo, aunque se tape la boca, habla hasta por los codos. Pero si el ministro Trujillo y el presidente Duque no sabían, ¿por qué hicieron renunciar, citando poco creíbles e inexplicadas “razones familiares”, al general Martínez de su comandancia del Ejército hace unos meses, cuando se destapó el escándalo de los nuevos falsos positivos, de los cuales ellos tampoco sabían? ¿Y por qué, después de haber anunciado su nombramiento como agregado militar ante la Otan, dicen ahora que no, que ya no lo mandan, pero tampoco explican por qué? ¿Razones familiares?
Una de las razones del éxito entre el público que tuvieron los Gobiernos de Álvaro Uribe era que los militares le obedecían al presidente. Sus órdenes podían ser ilegales e inhumanas, como se ha venido a descubrir después, pero eran acatadas con fervor. De ahí su furia cuando Santos, entonces su ministro de Defensa, echó –pero no castigó– a una docena de altos oficiales al enterarse por fin (“me acabo de enterar”, versión del samperiano “fue a mis espaldas”) de los falsos positivos, los asesinatos de civiles disfrazados de guerrilleros que el presidente eterno Uribe Vélez descalificó encogiéndose desdeñosamente de hombros: “No estarían cogiendo café”. Y fueron los Gobiernos de Uribe los más prolíficos en chuzadas ilegales, de periodistas, de políticos, de magistrados, pero sin embargo ahora Trujillo anuncia que las investigaciones sobre tales abusos se harán “en los últimos diez años”. Es decir, sin tocar los Gobiernos de Uribe, para que la “cero tolerancia” para con las ilegalidades no afecte al “presidente eterno”. Lo único novedoso que aportan las copiosas declaraciones del locuaz ministro Trujillo es que a las habituales “manzanas podridas” que aparecen cosecha tras cosecha en el barril sin fondo del Ejército las llama ahora “naranjas podridas”. Y asegura que “los colombianos saben diferenciar muy bien” entre las podridas y las buenas. Pero lo que es evidente es que los únicos colombianos que no las huelen son –una vez más, por enésima vez– los ministros de Defensa y los presidentes de la república.
Pero Trujillo nos tranquiliza diciendo “con toda claridad” (como es la más frecuente muletilla del actual presidente y de sus ministros) que, si otra vez más llega a enterarse por la prensa de que algo ilegal está ocurriendo en los organismos de inteligencia del Ejército bajo sus órdenes, “lo denunciará de inmediato ante las autoridades competentes”. Es decir, ante él mismo.