Sergio Urrego, colombiano de 17 años, tras ser víctima de acoso escolar por ser gay, se lanzó del tercer piso de un Centro Comercial de Bogotá. Sinead Taylor, una londinense de 15 años, acabó con su vida ante la intimidación de sus compañeros de clase por su aspecto masculino. Ronin Shinizu, estadounidense de 12 años, se suicidó debido al matoneo por ser el único chico que formaba parte del grupo de porristas de su colegio. Carlos Vigil, de 17 años, habitante de Albuquerque de Nuevo México, antes de quitarse la vida dejó una nota de despedida que decía: "Los niños en la escuela están en lo cierto, soy un perdedor, un raro y un maricón". El hostigamiento, matoneo o bullying homofóbico es un tipo específico de violencia escolar que no tiene latitudes y se dirige hacia personas por su orientación sexual y/o identidad de género diversas. Los rumores, burlas, insultos, amenazas, agresiones, entre otras actitudes, destrozan la autoestima del niño, niña o adolescente y crean imágenes de sí mismo enrarecidas que propician sentimientos de depresión, culpa, odio y desprecio hacia sí mismo y, en ocasiones, los orilla hasta al suicidio. En Colombia los manuales de convivencia operan como cartas blancas de pequeños reinos llamados colegios. Algunos promueven el matoneo homofóbico al considerar faltas graves las manifestaciones de homosexualismo y/o de lesbianismo; y otros simplemente omiten introducir la prohibición de discriminación por razones de sexo, lo que vuelve los colegios lugares inseguros. Justamente por esto se expidió en el 2013 la Ley 1620, más conocida como Ley antimatoneo, donde se obliga a los colegios a ajustar sus manuales antes de marzo del 2014, bajo los presupuestos de respetar la orientación o identidad sexual de los estudiantes. Pero el plazo hace rato se venció y los pequeños reinos siguen discriminando y poniendo en riesgo a los y las estudiantes. Colombia Diversa les preguntó a 94 Secretarías de Educación del país –encargadas de vigilar a los colegios e implementar la Ley antimatoneo- por la situación y las acciones que están llevando a cabo los establecimientos escolares en caso de discriminación a estudiantes LGBTI, de las cuales únicamente 52 respondieron. Algunas Secretarías, como la de Bogotá, mostraron que muchos colegios han tenido avances significativos, sin embargo, otras señalan que no conocen ningún caso de discriminación, que no tienen presupuesto para implementar la Ley o que, como la de Santander, no hay ninguna persona de la comunidad LGBTI en los colegios que vigilan y por tanto no cuentan con información para responder las preguntas. Aunque esto último no debería importar, pues la Ley en todo caso se debe aplicar, ¿será cierto eso de que no hay niños, niñas y adolescentes gais? Claro que existen, en todos los colegios, porque los gustos sexuales diversos son parte de la condición humana y empiezan desde una edad temprana. Si bien es cierto que la Constitución Política está por encima de los manuales, algunos colegios siguen renuentes a modificarlos. Claramente un hay problema cultural por debajo, pero la modificación de los manuales matoneadores es un primer paso para que los colegios ya no se piensen como repúblicas independientes, sino como partes de este Estado que prohíbe sin morigeraciones la discriminación (*) Investigadora del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad - Dejusticia