Los trastornos de salud mental no miran estrato, condición física o profesión, simplemente llegan con fuertes señales que, si no se les presta atención, pueden convertirse en una bomba de tiempo. Así lo pudimos ver en los juegos olímpicos, un escenario que nos mostró a cientos de deportistas preparados con un alto nivel atlético que, a simple vista, se podía decir: “son personas que gozan de un buen estado”. Sin embargo, un episodio nos da a entender que, realmente, no sabemos con la sed que vive el otro: Simone Biles, gimnasta artística estadounidense, siete veces campeona nacional, ganadora en Río 2017 y por cinco oportunidades número uno del mundo, anunció a sus 24 años de edad que se retiraba de la práctica deportiva que tantas veces le dio alegrías a su país. Una mujer llena de gran talento, plena juventud y con un futuro impresionante, sacó todo su talante para decirle adiós a las altas competencias, no por una lesión física, ella decidió darle prioridad a lo que estaba pasando en su mente. Es tal vez una realidad que viven muchos deportistas bajo presiones de sus entrenadores o patrocinadores que les exigen fuertes resultados que rayan con las emociones y terminan explotando con fuertes afecciones mentales, así también los dejó ver Bianca Belair, luchadora internacional que en entrevista con medios de comunicación reveló que en la universidad y en medio de fuertes entrenamientos, pasó por varios estados críticos con desórdenes alimenticios incluidos, pero que, en ese entonces, fue su propio entrenador quien le dijo “no más”, la sentó en el banquillo hasta que logró recuperarse, entendiendo que, y como lo expresó en sus propias palabras, “la salud mental es una maratón, una carrera de fondo”.
No es un asunto de “locos”, es una realidad que puede tocar a nuestra puerta sin importar qué tan físicamente saludables nos podamos ver. No es algo que sea de poca monta, cada vez son más los estudios que indican que esa área está siendo afectada con más fuerza. La reciente Encuesta Nacional de Salud Mental realizada por el Ministerio de Salud y revelada el pasado 15 de julio, señaló que desde que se inició la pandemia, la línea nacional de teleorientación ha recibido más de 23.000 llamadas de personas en todo el territorio nacional solicitando apoyo, siendo los motivos más frecuentes de consulta: estrés, síntomas de ansiedad y depresión, exacerbación de síntomas de trastornos mentales previos, exposición a violencias, conducta suicida, problemas asociados al consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas. Además, la misma entidad señaló que el 49 % de los hogares en donde el jefe de hogar es hombre presentó un deterioro en los síntomas de salud mental de al menos un adulto, esta cifra aumenta a 58 % en los hogares en donde la jefe de hogar es una mujer.
Si hablamos de los jóvenes, el Departamento Nacional de Estadísticas (Dane), señaló que 41,2 % de esta población afirmó sufrir de preocupación o nerviosismo, sobre todo en personas de 10 a 24 años de edad. Con otro dato adicional: para junio de este año, en 23 ciudades del país, el 31,8 por ciento de las personas consultadas reportaron haberse sentido deprimidas y estresadas con la nueva realidad. Un panorama que llama la atención y que nos invita a trabajar mancomunadamente contra estas enfermedades silenciosas que pueden llegar hasta el punto de cegar vidas si no se les presta atención a tiempo.
Desde el Concejo de Bogotá estamos promoviendo un proyecto de acuerdo con el que se busca establecer nuevos lineamientos para actualizar la política pública en Bogotá con el propósito de que, una vez formulada su actualización, se proceda a su adopción y el plan de acción enfocado en atender toda manifestación de trastornos mentales, reducir el impacto individual, familiar, así como en el sector salud y en la economía de la ciudad. Todo esto orientado en la realización de un diagnóstico de la capacidad de talento humano e infraestructura en los servicios de salud conjugados en una red integral de atención que cuente con una hoja de ruta con programas y acciones conjuntas de prevención, diagnóstico oportuno, tratamiento y rehabilitación involucrando al sector público y privado. También incentiva la investigación en salud mental por parte del sector académico para emitir evaluaciones y recomendaciones que afiancen la implementación de la política y contribuyan a la lucha de este fenómeno.
Las enfermedades mentales, tanto antes como durante la pandemia, se han perfilado como una de las problemáticas de salud pública que cobran una importancia significativa en los debates tanto de autoridades de salud, la opinión pública y especialistas. Este proyecto fue formulado en los meses inmediatamente anteriores a la pandemia, y ya para ese periodo se había podido constatar la escala que los trastornos mentales ya venían presentando. El virus del covid-19, como lo hemos podido observar, ha subrayado aún más la necesidad de brindar más gestión y atención. Por consiguiente, refuerza la necesidad de la presente iniciativa, la cual puede aportar enormemente a las políticas y medidas existentes en el Distrito.
También es imperativo cambiar nuestro lenguaje al momento de referirnos a una persona que batalla contra estas enfermedades, pues es absurdo que, hoy por hoy, nos refiramos a una persona con depresión o ansiedad como alguien “loco” o que está fuera de base. Esto es una enfermedad seria y tan peligrosa, como si a usted le dijeran que tiene cáncer, neumonía o sida. De ahí la importancia de que, como sociedad y en el círculo familiar, seamos comprensivos y entendamos que los trastornos mentales necesitan de atención y tratamiento especial. No es un asunto de “locos”.